Un reportaje especial de la edición de lecturas dominicales de Diario El Tiempo de Colombia narra la historia de Isabel Cifuentes y Yohanna Orjuela, dos jóvenes que dejaron las fiestas y el alcohol para entregar su vida y dedicación completa a la vida de clausura en la capital del país cafetero. A través de esta breve historia se puede conocer cómo es la vida en los monasterios de Bogotá y cuál es la rutina de quienes deciden, por voluntad propia, introducirse en ella.
QUÉ ES UN MONASTERIO
Antes de introducirse en esta historia, es importante saber cuál es el significado de monasterio y qué se puede entender de ella. Según la RAE, un monasterio es una casa, ordinariamente fuera de poblado, donde viven monjes en comunidad; es decir que se puede entender como un inmueble que por lo general se encuentra lejos de la ciudadanía y que además está conformado por una comunidad que comparte una misma religión.
CÓMO ES LA VIDA EN UN MONASTERIO
El especial “lecturas dominicales” de Diario El Tiempo de Colombia, tiene lugar en el Monasterio de Santa Clara, ubicado en la capital de ese país, y cuya historia es poco conocida por sus vecinos más cercanos y hasta para la mayoría de colombianos.
En este caso, la Orden de Santa Clara, persigue cuatro votos: pobreza, castidad, obediencia y clausura. Fue fundada en 1212 y existe desde el siglo XVI en Colombia. El primer monasterio se encuentra al norte de la capital, y fue construido en 1629, y forma parte de 32 estructuras erigidas en todo el país.
La peculiaridad de estos monasterios es que cuentan con muy pocas monjas. El que se encuentra ubicado en Garzón, Huila, tiene sesenta hermanas; aunque por lo general son ocho, diez o veinte. El que se yace en Bogotá tiene 21 feligreses, todas ellas dispuestas a entregar su vida entera en nombre de su religión.
CÓMO ES LA VIDA EN UN MONASTERIO
Según el reportaje de El Tiempo de Colombia, el día a día de las hermanas del Monasterio de Santa Clara inicia a las 4:30 de la mañana, a esa hora hacen su primera oración. Luego de ello, a las 6:00 a.m. es el desayuno, a las 8:00 a.m. es la misa, luego los rezos de la hora tercia (9:00 a.m.), más tarde el almuerzo, tiempo para los oficios y el aseo.
Luego de todo lo realizado a las primeras horas, llegan los rezos de la hora nona (3:00 p.m.), un tiempo adicional para las labores de cada hermana y seguido a esto la oración del rosario (6:00 p.m.).
Al finalizar el día, ya en la noche, las hermanas del Monasterio de Santa Clara cenan, hacen más oraciones a las 8:00 p.m. y luego cada una de ellas va a sus habitaciones a dormir.
Como se puede observar, la vida diaria para quienes deciden vivir en un convento está llena de oraciones, y no es porque alguien les obligue o porque es una ley, sino porque ellas mismas lo buscaron y decidieron entregar su vida a Dios de esta manera.
LA HISTORIA DE ISABEL Y YOHANNA
Ellas dos llegaron de pura casualidad al Monasterio de Santa Clara. Isabel, quien tiene 28 años y es ingeniera industrial, nunca imaginó ser una monja de clausura. Criada por su padre y su abuela, vivió rodeada de primos, con quienes jugaba y se divertía. La fe católica siempre estuvo presente en su casa.
Según cuenta a Diario El Tiempo de Colombia, el llamado de Dios ocurrió cuando ella estaba en Francia para conseguir su doble titulación. Ella tenía una vida normal, con amigos, estudios, tareas e incluso conversaciones con el novio que había dejado en Bogotá. Un día decidió junto a sus amigos unas breves vacaciones. El lugar que eligieron fue un monasterio de las hermanas clarisas, ya que era bastante económico. No hubo problema aparente hasta que llegó el fin de sus días libres y su grupo decidió partir, pero ella quiso quedarse un poco más. Fue ahí que empezó a sentir algo especial.
Regresó a la capital colombiana terminando su doble titulación y una noche le preguntó a Dios, a través de sus oraciones, si él lo quería para la vida religiosa. Al lado suyo había una biblia, la abrió y encontró un versículo de Isaías que decía ‘Tú serás desposada con tu creador’. A partir de ahí, su vida cambió. Investigó más sobre las hermanas clarisas y decidió vivir en el monasterio más cercano a su ciudad.
Por su parte, Yohanna, de 27 años, es otra historia. Tras 5 años en el Monasterio de Santa Clara, está a punto de recibir los votos de neoprofesa, lo que significa que dejará de ser novicia para convertirse en hermana y su velo ahora será negro.
Antes de su vida entregada a la religión, ella trabajaba como contable en una empresa de seguridad electrónica. Fue ahí que recibió el llamado de Dios. Ella repartía su vida entre el trabajo, su segunda carrera, los amigos, los novios (en plural), y la vida de excesos. Cuando un día decidió asistir a un evento de un grupo católico juvenil que le alcanzó uno de sus tíos.
Cuando visitó a las clarisas y vio las rejas, sintió algo especial que es difícil de explicar. Fue ahí que empezó a devorar libros de religión que tenían que ver con la vida religiosa de San Agustín, de Santa Teresa de Ávila, de San Francisco. Dejó las fiestas, las salidas con los amigos, asistir a misa, hasta que confesó lo que sentía a un sacerdote, quien le dijo “¿no será que quieres ser monja?”.
La decisión que tomó no fue fácil para su familia, más aún para su mamá, quien incluso decidió salir a correr por la calle mientras ella se iba para pedirle que no le haga eso. Ahora, Yohana, dentro del Monasterio de Santa Clara encuentra la paz que no hallaba antes. Es difícil de explicar para ella, que sí ha salido para cosas puntuales como citas médicas y ve a la gente pegada a su teléfono celular sin entender.
Fuente: Con información de Diario El Tiempo de Colombia.