Robert Eggers, conocido por su estilo meticuloso y su enfoque en el horror atmosférico, ha dado vida a su proyecto soñado con la nueva versión de “Nosferatu”. Esta película es un homenaje a la cinta muda de 1922 dirigida por FW Murnau, un clásico del expresionismo alemán que presentó al mundo al vampiro Conde Orlok. Con una escala grandiosa y un enfoque visual que evoca los miedos de una era pandémica, Eggers logra reinventar esta historia con un toque moderno sin perder su esencia clásica.
En Saltar Intro de El Comercio ya hemos podido ver “Nosferatu” y esta es nuestra opinión.
Un clásico renovado para una nueva era
La versión original de “Nosferatu” fue una adaptación no autorizada de la novela “Drácula” de Bram Stoker. Sin embargo, esta nueva interpretación de Eggers mantiene elementos clave del relato, como el viaje marítimo del vampiro y su impacto en una pequeña ciudad alemana. Pero también introduce cambios significativos que transforman la narrativa.
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Bill Skarsgård, conocido por su papel como Pennywise en “It”, interpreta al Conde Orlok con una presencia inquietante y físicamente intimidante. Aunque mantiene algunos aspectos del diseño clásico, como su naturaleza cadavérica, Eggers opta por dotarlo de un aspecto más atlético y una personalidad estilizada. El resultado es un vampiro que intimida y fascina a partes iguales.
Una historia desde la perspectiva de Ellen
En versiones anteriores de “Nosferatu”, el personaje de Ellen (o Mina, en la novela de Stoker) solía ser una figura pasiva en la narrativa. Sin embargo, Eggers decide centrar su historia en ella. Interpretada por Lily-Rose Depp, Ellen es presentada desde el principio como una mujer con una conexión misteriosa con Orlok. La película comienza con una escena original en la que una joven Ellen es atraída por una fuerza invisible hacia un encuentro fugaz con una criatura bestial. Esta escena inicial establece un vínculo telepático entre ambos, transformando a Ellen en el verdadero objeto del deseo del vampiro y en el centro de la narrativa.
Ellen, que vive en el puerto ficticio de Wisborg junto a su esposo Thomas Hutter (Nicholas Hoult), se enfrenta a sueños macabros y anhelos sexuales reprimidos. Su conflicto interno es explorado con una profundidad psicológica que a menudo se pasa por alto en las adaptaciones de la historia. La interpretación de Depp aporta una complejidad emocional que equilibra atracción y repulsión hacia el vampiro, dando como resultado un personaje tridimensional y cautivador.
Un elenco de lujo y actuaciones memorables
El reparto incluye a Willem Dafoe como el Profesor Von Franz, un experto en ocultismo que funge como el equivalente de Van Helsing en esta historia. Dafoe, conocido por su capacidad para encarnar personajes excéntricos, aporta un toque de absurdo cómico al papel, pero también una seriedad intelectual que equilibra el tono de la película. Su extraño y largo pipa es un guiño a los elementos surrealistas de la cinta original y las reinterpretaciones posteriores.
Otros actores destacados incluyen a Simon McBurney como el siniestro jefe de Thomas, Herr Knock; Aaron Taylor-Johnson y Emma Corrin como los amigos de la pareja, los Harding; y Ralph Ineson como el doctor local. Cada uno de ellos aporta matices que enriquecen la narrativa y ayudan a construir el mundo gótico en el que se desarrolla la historia.
Explorando la autonomía y la sexualidad de Ellen
Uno de los mayores logros de Eggers es su exploración de la autonomía y la sexualidad de Ellen, aspectos que en versiones anteriores eran minimizados o ignorados. La película aborda cómo sus sueños perturbadores y su conexión con Orlok afectan su relación con Thomas y su lugar en la comunidad. Esto también permite un contraste interesante con Thomas, quien pierde gradualmente su agencia a medida que la historia avanza. Desde su viaje al castillo del vampiro hasta su rol como intermediario en el plan de Orlok, Thomas es constantemente reducido a un peón en el juego del Conde.
El diseño de producción y la cinematografía complementan esta narrativa centrada en Ellen. Las escenas en el castillo de Orlok están llenas de sombras y diseños arquitectónicos imposibles, creando una sensación de opresión y peligro inminente. El uso de la luz y el color, junto con la música escalofriante de Robin Carolan, amplifican el tono ominoso de la película.
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Un homenaje a las raíces del horror
Eggers rinde homenaje al “Nosferatu” de Murnau de manera inteligente y respetuosa. Desde las ratas de peste que acompañan al vampiro hasta los encuadres visuales que evocan la estética expresionista alemana, la película está impregnada de referencias al clásico original. Pero también introduce nuevos elementos, como la reinterpretación de los sueños de Ellen y el papel del Profesor Von Franz (Willem Dafoe), que aportan frescura y profundidad.
La película también aborda cómo el miedo a las pandemias resuena en una era moderna. La presencia de Orlok trae consigo una plaga que afecta tanto física como psicológicamente a los habitantes de Wisborg, un eco de los temores contemporáneos sobre enfermedades y aislamiento.
Un vampiro que intimida pero no aterroriza
A pesar de sus muchos aciertos, “Nosferatu” de Eggers no logra transmitir todo el terror que podría esperarse. Aunque el Conde Orlok de Skarsgård es físicamente imponente y estéticamente fascinante, carece de la sutileza psicológica que hacía al personaje original tan aterrador. Su obsesión por Ellen se siente más como un dispositivo narrativo que como una debilidad genuina, lo que limita el impacto emocional de la historia.
Sin embargo, el enfoque en la perspectiva de Ellen compensa en gran medida esta deficiencia. Su lucha interna y su eventual confrontación con el vampiro aportan una capa de tensión que mantiene a los espectadores al borde de sus asientos.
Conclusión: Una obra maestra visual con matices psicológicos
“Nosferatu” de Robert Eggers es un logro impresionante en el cine de horror. Con su atención al detalle, su profundo respeto por el material original y su enfoque innovador en los personajes, la película logra ser tanto un homenaje como una reinterpretación. Aunque no es tan aterradora como podría ser, su atmósfera gótica y sus actuaciones memorables la convierten en una experiencia inolvidable.
Esta nueva versión no solo satisface a los fanáticos del clásico de 1922, sino que también invita a nuevas audiencias a explorar el rico legado del cine de vampiros. Robert Eggers ha demostrado una vez más que es uno de los directores más visionarios de nuestra era, y “Nosferatu” es un testimonio de su genio creativo.
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