Es un asunto de estudio la devoción que la cultura coreana inspira en estas tierras desde hace más de diez años. De repente, los restaurantes de comida de ese país empezaron a proliferar en Lima, al igual que la culinaria callejera de allá, como los ‘corndogs’ y esos platos ultrapicantes. La televisión nacional se llenó de conmovedores doramas (telenovelas), y hasta en nuestras salas de cine asistimos a una frecuente incursión de películas coreanas en cartelera, mayormente de acción, desastres o de zombis. La fiebre por el género musical K-pop es otro lote que ya tiene sus años: se ha esparcido como un virus que atrapa a la juventud peruana y la obliga a correr a los parques de la ciudad para entregarse a la reproducción incansable de coreografías de sus admirados BTS o Blackpink.

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