Como muchos creadores, David Lynch no es muy dado a explicar su obra. Pero a veces aparecen pistas o teorías dichas por ellos mismos. Conviene atenderlas si lo que proponen son fascinantes relatos que acribillan las lógicas convencionales o bucean en distintos niveles de la realidad, los sueños y el más allá. En la reciente temporada de "Twin Peaks" se vio esto de sobra.
Lynch ha hablado más de una vez de la fuga psicogénica, una especie de amnesia total o parcial. Sus síntomas brotan, por ejemplo, luego de que alguien cometió un acto de horror y, para seguir con su existencia, el cerebro elige obviar ese esperpento. La mente y el cuerpo se separan, como si el alma se hubiera fugado (una posible traducción criolla de este trastorno sería "su cabeza está en otra"). Cuando vivía su auge el caso de O. J. Simpson –el ex deportista acusado de asesinar a su ex mujer en 1994–, a Lynch le llamaba la atención que él fuera capaz de sonreír, como si no recordara nada. Parecía estar en otra dimensión.
En "Twin Peaks", muchos fenómenos similares a la fuga psicogénica han sido vistos, con sus entidades paranormales que vienen y van. El asesinato de Laura Palmer es el lejanísimo punto de partida que abrió la caja de Pandora. Los opuestos se confrontan (el fenómeno del doppelgänger, el doble fantasmagórico de una persona viva, es esencial en su relato). Por algo la serie se llama "Twin Peaks" (picos gemelos).
—Más allá de lo evidente—
Tal vez "Twin Peaks" se antoje indescifrable o pedante para muchos: Lynch está muy lejos del carrusel de acciones y diálogos de franquicias como "Juego de tronos" o "The Walking Dead". Pero "Twin Peaks" es el triunfo del estilo. Su puesta en escena es absolutamente cinematográfica para desplegar sus absurdos, enigmas y tiempos muertos. El surrealismo hay que saber disfrutarlo. Dos personajes de la serie tienen un diálogo que parece que no está yendo hacia ningún lado y, de repente, uno de ellos mira al cielo, interrumpe la conversación y se pregunta: "Esa estrella de ahí, ¿qué es? ¿Marte?".
Pocos como David Lynch para conjugar sensualidad y horror, comedia y violencia, calma y desesperación, sensatez y excentricidad, contemplación y acción, naturalismo y metafísica. Un visionario.