Los primeros días de noviembre de 1989, el pueblo peruano sufría las consecuencias de la hiperinflación económica y de una escalada terrorista que lo asfixiaba. Mientras tanto, en Europa, el jueves 9 de ese mes, hace exactamente 30 años, ocurrió un hecho sin precedentes: la caída del Muro de Berlín, en la frontera interna de las dos Alemanias (RFA y RDA). El hecho marcó la unificación de Alemania y el fin de la influencia ideológica comunista en el Viejo Mundo.
El llamado “Muro de la Vergüenza”, considerado la máxima representación de la Guerra Fría, fue rodeado por miles de personas con botellas de champagne que saltaban el muro en ambas direcciones. Sin embargo, algunos de los jóvenes guardias de la frontera decían: “Esto no augura nada bueno. Vamos a perder nuestros empleos”. Horas más tarde, por encima de la pared de hormigón se levantó un muro humano, formado en su mayoría por jóvenes alemanes que alzaban los brazos y gritaban: “El muro se cayó”. Centenares de ciudadanos cruzaron la frontera a través del subterráneo de Berlín para re encontrarse con sus familiares en medio de besos y abrazos.
La construcción
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, Alemania quedó dividida en cuatro sectores: el soviético, el francés, el británico y el estadounidense. Cuatro años después, en 1949, el área oriental, bajo la influencia de la Unión Soviética, pasó a llamarse República Democrática Alemana (RDA) y las otras tres formaron una sola área denominada República Federal Alemana (RFA).
Con el tiempo, la economía soviética comenzó a decrecer y provocaron que hasta 1961 cerca de tres millones de personas abandonaran la parte oriental para emigrar a la parte occidental. La caída fue motivada por la apertura de fronteras entre Austria y Hungría en mayo de 1989, ya que cada vez más alemanes viajaban a Hungría para pedir asilo en las distintas embajadas de la RFA.
La reacción de las autoridades comunistas de la RDA fue radical: la noche del 12 de agosto de 1961 decidió levantar un muro provisional y cerrar 69 puntos de control de los 81 que existían a lo largo de la línea que dividía en dos la capital germana. “Berlín hierve”, fue el titular de El Comercio del 14 de agosto de 1961, cuando una valla de alambres provisional de 155 kilómetros separaba Berlín en dos. Durante esos días, el transporte se interrumpió en la frontera. El Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de aproximadamente cuatro metros de altura, con un interior formado por cables de acero.
“Todos los hombres libres, donde quiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por tanto, como hombre libre, yo con orgullo digo estas palabras: Soy un berlinés”. Este fue un extracto del discurso pronunciado por el presidente norteamericano John F. Kennedy, el 29 de junio de 1963 en Berlín occidental, dos años después de la construcción del muro.
La caída a través del Decano
El 9 de noviembre de 1989, luego de la renuncia en pleno de los miembros políticos comunistas de la RDA, el presidente norteamericano George Bush (padre) declaró en una conferencia de prensa en Washington: “Creo que se ha ido demasiado lejos como para detener los irreversibles pasos hacia la democracia. No creo que se pueda frenar ahora las aspiraciones populares de libertad mediante un retorno al totalitarismo”.
“Alemania Oriental abrió fronteras con Occidente”, tituló El Comercio en su portada del viernes 10 de noviembre. Los ciudadanos alemanes, luego de 28 años enmurallados, podían viajar libremente gracias a la medida que tomaron las máximas autoridades de la RDA para calmar las crecientes demandas de la población y controlar la emigración de sus ciudadanos a la RFA.
Dos días después del anuncio, El Comercio indicaba en primera plana del 11 de noviembre: “Empezó demolición del Muro de Berlín”. Miles de obreros con sus excavadoras removieron la sólida estructura para facilitar el desplazamiento de los alemanes. En la RFA docenas de bomberos usaron andamios para desmantelar las plataformas desde donde los berlineses occidentales solían observar hacia el otro lado.
Miles de personas recogían pedazos de piedras del muro que caían cuando empezaban a remover el concreto. Los guardaban como valiosos recuerdos. Ese mismo día, el jefe del partido comunista de la RDA, Egon Krenz, declaró ante una enorme asamblea partidaria que las máximas autoridades habían aprendido “una importante lección que no olvidara”. Los funcionarios comunistas prometieron a la población una nueva libertad para viajar permanentemente.
Tras la demolición
El 12 de noviembre de 1989, cuando Lima elegía como nuevo alcalde a Ricardo Belmont, más de un millón de alemanes orientales pasaban por el muro abierto y por la frontera hacia el otro lado de Alemania, para hacer compras o simplemente celebrar esta nueva medida. Los visitantes que llegaban al otro lado, caminaban por las calles de la RFA deslumbrados por la iluminación de las tiendas comerciales. Días después, la RDA continuaría dando reformas sobre la demolición del “Muro de la Vergüenza”, como levantar la orden de disparar en la frontera interalemana. Asimismo, el presidente de Alemania Federal, Richard Von Weiz-Saecker visitó la zona oriental, mientras los policías fronterizos patrullaban juntos y brindaban con champán.
Luego, el Parlamento de la RDA eligió por primera vez en 40 años a un presidente no comunista, en una votación secreta. El dirigente del partido campesino Gunther Maleuda (58 años) ganó la apresurada votación por 246 votos ante 230 obtenidos por el demócrata liberal Manfred Gerlach. Casi un año después, el 3 de octubre de 1990, Alemania concretó su reunificación con la fusión de la RDA y RFA en un solo Estado.