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La última vez que María Eva Duarte de Perón o, mejor dicho, Eva Perón salió a dar la cara públicamente, el calendario marcaba el miércoles 4 de junio de 1952, es decir, un mes y 22 días antes de que falleciera en su residencia de Palermo, en Buenos Aires, en medio del dolor y el duelo populares. Esa vez lucía muy agotada, desanimada y carcomida por una “larga enfermedad”: ‘Evita’, como le llamaba la gente, murió de un agresivo y avanzado cáncer de cuello uterino. Tenía solo 33 años. Su esposo, el presidente Perón, contaba con 56 años, 23 más que ella.
Eva Perón había nacido el 7 de mayo de 1919, y se casó con el general Juan Domingo Perón un año después de haberlo conocido en 1944; esto es, dijo el sí en octubre de 1945. Fueron siete años de intensa vida pública para esta mujer de gran carisma y astucia política, cualidades que Perón, en el poder entre 1946 y 1955 (primer gobierno), supo aprovechar y sacar partido con talento y ambición por el poder.
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A las 8 y 25 de la noche, Argentina entera se paralizó. Los cables de noticias eran contundentes. En la residencia de la pareja presidencial, en el barrio de Palermo, se escuchó el lamento ante la muerte. Fue el propio Juan Domingo Perón quien dio la noticia al país: “Evita ha muerto”, dijo a secas, aunque, como indicó El Comercio, pronunció esas duras palabas “con lágrimas en los ojos”.
De inmediato, se suspendieron todas las actividades oficiales del gobierno y el duelo nacional se impuso, como si se tratara del presidente de la República. Y es que ‘Evita’ Perón prácticamente cogobernaba el país con un sagaz instinto político y con un irrenunciable sentimiento social, de perfil populista, todo lo cual la hacía muy querida por la mayoría de los argentinos.
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En minutos, una masa de gente se arremolinó frente a la residencia presidencial. Lo cierto es que, como señalaban los medios de prensa de entonces, su muerte era esperada, ya que el cáncer al cuello uterino era un secreto a voces. Su vida se fue apagando de a pocos. Para los medios peruanos era “la señora Eva de Perón, esposa del presidente de la Argentina”, pero era mucho más dentro de ese gobierno peronista. Fue, de alguna forma, su espíritu, pero también su mejor estratega.
“(…) Fue tomando cuerpo la triste certidumbre de que se acercaba un desenlace inexorable. Este llegó en las primeras horas de anoche, sumiendo en honda pesadumbre al pueblo argentino y cubriendo de luto el espíritu del Mandatario del país hermano, para quien la dama que acaba de morir, no solo fue la esposa que compartió con él la intimidad del hogar, sino la abnegada colaboradora que quiso y pudo ayudarlo a sobrellevar las responsabilidades de su labor de gobernante”, anotaba El Comercio, el 27/07/1952.
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Ante esta figura política, los medios no solo argentinos sino de toda Sudamérica dieron a su fallecimiento una cobertura inusual para el caso de una “primera dama”. Eva Perón fue una mujer de apariencia dócil, pero en verdad poseía un fuerte carácter, uno que solo la enfermedad en marcha, en su etapa terminal, pudo poner entre las cuerdas. La cobertura periodística fue extrema especialmente durante esas primeras semanas de julio de 1952, que fueron sus últimos días con vida.
Los cables de ese mismo 26 de julio de 1952 detallaron la odisea médica que vivió Eva Perón. Desde las 5 de la tarde de ese mismo día –según cuenta los cables reproducidos en El Comercio– las estaciones de radio de toda Argentina interrumpieron su transmisión del día para dar la noticia del estado de salud ya grave de la primera dama. Media hora antes, se había dado el reporte médico en ese sentido.
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Desde el 9 de julio, el estado de salud de Eva Perón iba cayendo en un pozo oscuro. Con aquel, ya sumaban 19 los boletines médicos sobre la salud de la mujer que movía el país. Era uno diario, pero ese día hubo otros más… El de las 5 de la tarde del 26 de julio movilizó a más gente de la acostumbrada en los alrededores de la casa de Palermo. Vino otro boletín, y luego un tercero (el número 21), el de la 6 y 45 de la tarde, donde se indicaba que el estado de Eva Perón era muy grave. “Había perdido el conocimiento”.
En esa noche fatídica, la residencia presidencial estaba repleta de ministros del régimen peronista. A las 8 de la noche estaban diez miembros del gabinete ministerial, y afuera la policía había acordonado cuatro cuadras a la redonda para evitar el acoso de intrusos y también las fricciones con opositores. A esa misma hora, otro aviso médico confirmaba el estado gravísimo de la mujer del presidente Perón.
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Otro parte médico, el tercero dado a través de la Oficina de Prensa del Gobierno, señaló que Eva Perón estaba entrando en estado de coma. El momento era grave, por ese motivo la familia y los aliados políticos, incluidos los “compañeros” dirigentes de ‘Evita’, pertenecientes a la Confederación General de Trabajadores (CGT), no se alejaban del lecho agónico de la primera dama.
Curiosamente, los senadores y diputados no estaban en la residencia de Palermo sino a una cuadra, en una esquina, donde les dejaron esperar y desde donde pudieron ver “solo cuatro ventanas iluminadas; todas las demás habitaciones permanecen oscuras. Los pocos visitantes llegan por la calle Agüero”, decía la nota de El Comercio, el 27/07/1952.
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El ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina estaba alerta. Todos sus funcionarios de protocolo trabajaban a la espera del desenlace fatal. El propio Canciller Jerónimo Remorino era uno de los asistentes en la propia residencia; así como el ministro de Asuntos Políticos, Román Subiza, íntimo amigo de la “señora Perón”.
También se encontraban el ministro de Agricultura, Carlos Hogan; los ministros de las Fuerzas Armadas, del Ejército y Marina, el general Franklin Lucero y el almirante Aníbal Olivieri, respectivamente; y el ministro de Asuntos Técnicos, el doctor Raúl Mendé, quien era a la vez uno de los médicos personales de Eva Perón, como también lo fueron Ricardo Finochietto y especialmente Jorge Albertelli, el ginecólogo que muchos años después escribiría el libro “Los cien días de Eva Perón” (1994).
Las últimas horas en vida de la primera dama argentina permitieron a los medios peruanos como El Comercio recordar su actuación política en el país hermano. Su figura pública era discutida y polémica: ‘Evita’ Perón se involucró en la lucha política de su esposo, al punto de convertirse en una especie de modelo fatídica y trágica, por su enfermedad, ante todas las primeras damas de los países sudamericanos de esos años. La mayor discusión en su caso fue la vinculación que mantuvo con la poderosa CGT.
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Luego de 11 meses de fiera lucha contra el cáncer (que ya estaba muy avanzado), nadie esperó a que muriera ese sábado 26 de julio de 1952, para empezar a crear su leyenda. Desde Argentina llegaban las noticias de que una semana antes, el Congreso había creado “una comisión para erigirle monumentos en Buenos Aires y en cada una de las dieciséis capitales provinciales de la nación”. (EC, 27/07/1952). Además, le fue concedido el derecho para usar “la más alta condecoración de la nación, el enjoyado Collar del Libertador General San Martín” (EC, 27/07/1952).
Otra situación muy discutida fue, como indicaba El Comercio, la obligatoriedad impuesta por el gobierno argentino en las escuelas donde se debía estudiar un libro de ‘Evita’, en verdad un opúsculo que escribió en elogio del presidente Perón, y que incluía, por supuesto, su programa de gobierno. A eso debemos sumar las calles, los barrios, hospitales y hasta las estaciones del subterráneo que llevaban su nombre.
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Hubo antes de su muerte y después también una campaña permanente para idear las más diversas formas de rendirle homenaje. El 7 de mayo de 1952, “el Congreso decretó el título de ‘Jefe Espiritual de la Nación’ para ella”, destacaba el diario decano. Un reconocimiento singular, tomando en cuenta que Eva Perón no había ocupado ningún cargo público en su vida. “Sin embargo, ninguna otra mujer había tenido más poder que ella en los ciento treinta y dos años de la historia de la República argentina”. (EC, 27/07/1952).
‘Evita’, esa mujer proveniente de un hogar modesto de la provincia rural de Buenos Aires, que trabajó en pequeños papeles como actriz en algunas películas, pero destacó como actriz de radio, fue así endiosada por todo un país, o mejor dicho, por la clase política argentina en el poder. Ella cumplió sin duda un papel clave: llegó a la fama por medio de la política. Una política que condujo a su marido a la presidencia del país.
‘Evita’, esa mujer providencial para los argentinos pobres de fines de los años 40 y comienzos de los años 50, ejercía así un extraño influyo en la gente. Quizás, por ello, ese domingo 27 de julio de 1952, cuando ya todo el país sabía de su muerte, el gobierno argentino decretó medidas excepcionales: se cerraron todos los teatros y centros de diversión en el territorio nacional; todos los eventos deportivos de fin de semana se cancelaron. Debía haber un “duelo general”, les gustara o no a los ciudadanos argentinos.
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Una vez dada la noticia, la Policía argentina dejó que una muchedumbre avasallante rodeara la casa presidencial para expresar su dolor. En pocos minutos esa zona tranquila de Palermo, se convirtió en una tribuna de estadio de fútbol. Calles y parques fueron invadidos por una masa enfervorizada que gritaba el nombre de ‘Evita’. No hubo ni un metro libre en la avenida Libertador San Martín.
Su cuerpo fue embalsamado provisionalmente y se anunció que el lunes 28 de julio de 1952 empezaría a ser velado. El primer lugar para velar los restos de ‘Evita’ fue cuidadosamente elegido por el mismo gobierno: sería en el Salón Dorado del Ministerio de Trabajo, “donde ella acostumbraba recibir a los líderes obreros y a los indigentes cuando desplegaba amplias actividades en los asuntos del Ministerio de Trabajo y en los de su propia Fundación Eva de Perón”. (EC, 27/07/1952).
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Los dirigentes de la CGT, muy cercanos a ‘Evita’, anunciaron por radio (donde no dejaban de poner música fúnebre) que estaban ordenando, en ese mismo instante, “dos días de paralización general del trabajo en toda la Argentina y treinta días de duelo público de todos los trabajadores”. (EC, 27/07/1952).
La prensa escrita argentina, para entonces limitada en el uso de papel por el régimen (solo había ediciones de 6 a 8 páginas diarias) y con reducidos tirajes, recibió inesperadamente la autorización para hacer especiales por la muerte de la primera dama (solo ella misma podía hacer ese ‘milagro’).
Horas antes de la tragedia nacional, los miembros de la ‘Comisión Argentino-Peruana de Acercamiento Cultural’ se habían reunido para tomar algunas medidas; ya se sabía en ciertos círculos políticos y diplomáticos que el final de la señora ‘Evita’ Perón se aproximaba.
La comisión, presidida por el peruano Carlos Gómez Castillo, anunció que habían decidido, sin mucha discusión, debido al estado de la primera dama, “diferir la celebración de la ‘Semana del Perú’ en Argentina”. Pese a ello, los miembros de ese directorio binacional anunciaron que, al menos, dejarían en el Mausoleo del Libertador San Martín, unas simbólicas ofrendas florales.
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Asimismo, la comisión peruano-argentina dejaba abierta la posibilidad de realizar igual las charlas radiales sobre el Perú, el mismo 28 de julio, día de festejos por el aniversario 131 de la independencia bicolor.
Luego, sobrevendrían los saludos de condolencias oficiales desde los gobiernos vecinos y de los EE.UU., cuyo presidente Harry Truman envió un mensaje personal a Perón. Fue un largo ‘velatorio’. El ataúd con los restos de Eva Duarte de Perón, ‘Evita’ Perón, fue velado en distintos sitios; muchas veces eran sedes gubernamentales y otras veces espacios de carácter sindical, un poco para que cada quien tuviera un recuerdo íntimo con su cuerpo inicialmente embalsamado.
Pero, tenía que hallar reposo en algún momento, y esto sucedió el domingo 10 de agosto de 1952; esto es, 16 días después de su muerte oficial. Los últimos sitios por donde anduvo el cuerpo inerte de ‘Evita’ fueron el edificio del Parlamento Nacional y, finalmente, el local de la Confederación General de Trabajadores (CGT), donde se anunció que permanecería durante un año, en un mausoleo especialmente preparado para ello. Fue en ese tiempo que el proceso de embalsamiento del cuerpo de ‘Evita’ se completó con todas las garantías de caso.
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Los cables noticiosos señalaban que la idea de Perón y la familia de la fallecida era que, tras un año aproximadamente de estar en la CGT, el ataúd fuese “colocado a la vista permanente en una cámara de cristales en una tumba monumento que se erigirá en algún lugar del centro de Buenos Aires”.
Después sobrevino una historia casi surrealista: desde setiembre de 1955, debido a un golpe de Estado contra Perón, sus enemigos escondieron durante años el cuerpo de la esposa de su enemigo político. Debieron pasar más de 20 años para que los restos de ‘Evita’ Perón hallaran paz al retornar de Madrid (España), donde estaban secuestrados, a Buenos Aires (Argentina), el 17 de noviembre de 1974.
La historia de Eva o ‘Evita’ Perón llama la atención aún hoy. Así de desconcertante ha sido su caso. Una muestra de ello es el inicio de la serie ‘Santa Evita’, basada en la novela homónima del novelista argentino Tomás Eloy Martínez, y que se podrá ver en una plataforma de streaming (Star+).
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