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| Crónica
¿Cómo fue el milagroso rescate de una bebé que cayó a un pozo de 70 metros en Monterrico hace medio siglo?
En 1971, hace 50 años, Jorge Arias Quispe logró rescatar con vida a una bebé de 15 días de nacida que fue lanzada en un profundo pozo de fierro en Monterrico. Para lograr el milagro, el valiente joven tuvo que utilizar un equipo especial del Escuadrón de Rescate de la FAP por varias horas.
Eran inicios de octubre de 1971, cuando una increíble noticia sorprendió a todos los peruanos. Esa vez, un joven bombero rescató a una bebé de 15 días de nacida que fue lanzada a un pozo de 70 metros de profundidad en Monterrico. Su delgada contextura le permitió ingresar por el tubo de fierro y sacar con vida a la niña. Un milagro que se logró con la ayuda de la policía y el Escuadrón de Rescate de la FAP.
A las ocho de la mañana del 7 de octubre de 1971, un hombre iba caminando tranquilo y escuchó un fuerte llanto que venía de un profundo pozo de fierro, ubicado en la intersección de las calles Coricancha y Quilca, en Monterrico. Al acercarse al hoyo, se percató que el lamento provenía de un bebé; por eso, decidió avisarle a la policía. La vida de la criatura estaba en peligro.
Ya en el lugar, los agentes policiales llamaron rápidamente a la Compañía de Bomberos de Miraflores N° 12. Esto debido a que el tubo de fierro tenía 70 metros de profundidad y era muy angosto. La tarea para rescatar al menor no era fácil. Se necesitaba de una persona de contextura delgada que pudiera entrar por ese pequeño orifico. Es así como el bombero Jorge Arias Quispe, de 19 años de edad, decidió valientemente realizar el trabajo.
El joven unió dos sogas y se amarró a ellas. Después, descendió lentamente por el angosto conducto. Tras unos minutos, tuvo que regresar a la superficie por falta de oxígeno. El rescate era casi imposible. El valiente bombero necesitaba un equipo especial para poder bajar. Por eso, llamaron al Escuadrón de Rescate de la Fuerza Aérea del Perú. Ellos le proporcionaron una máscara con un balón de oxígeno portátil. También le entregaron una linterna.
De inmediato, Arias se puso el equipo especial de rescate y volvió a bajar por la fosa. Horas después, logró sacar con vida al bebé, quien estaba envuelto en una gruesa frazada. El menor fue llevado en un helicóptero hasta el Hospital del Empleado, en Jesús María. Allí, los médicos revelaron que la criatura era una niña de 15 días de nacida. La abultada manta que llevaba impidió que la caída fuera mortal.
Luego, la menor fue trasladada al Hospital del Niño, en Breña. Un milagro había sucedido ese día. Nadie sabía cómo la bebé había sobrevivido en ese estrecho pozo con tan poco oxígeno. Tampoco cuanto tiempo había permanecido en ese horrible lugar. Esa noche, la policía empezó a buscar a los responsables que la habían arrojado a la fosa.
El sábado 9 de octubre de 1971, El Comercio logró entrevistar a Jorge Arias en la sede de la Compañía de Bomberos de Miraflores N°12. Allí el joven explicó lo que sintió al bajar por el tubo de fierro: “Es como ingresar a una dimensión desconocida, en la que no se puede diferenciar el tic tac del corazón con el latido del reloj pulsera”. Luego, contó que al llegar al lugar se llevaron una sorpresa. “Cuando llegamos al lugar de la emergencia nos encontramos con que no se trababa de un pozo, sino de un angosto tubo hundido en la tierra”, dijo el valiente bombero.
Por ello, analizaran primero la profundidad del tubo con una cuerda. Ahí se percataron que en el lugar había 70 metros de fondo. “Como soy de contextura delgada y había una vida de por medio, decidí bajar amarrado a una soga. Para alumbrarme solo llevaba fósforos y una vela. Suspendido de la soga me bajaron más o menos 30 metros. De pronto se hizo la oscuridad total, y entonces traté de encender la vela, pero inútilmente, los fósforos se apagaban por falta de oxígeno. Yo también comencé a sentir cierta sofocación, y jalé la soga para pedir que me subieran. Nunca he sentido más agradable el aire de la superficie”, narró Arias.
La misión para salvar a la niña era casi imposible. Por ello, pidieron ayuda al Escuadrón de Rescate de la FAP. Ellos les prestaron un equipo especial para el trabajo: “Me coloqué una mascarilla unida a un recipiente de oxígeno colocado bajo la axila; con el brazo bombeaba el oxígeno que necesitaba. Así descendí nuevamente, rozando el cuerpo con las paredes oxidadas del tubo. En esta oportunidad me alumbraba con una pequeña linterna”.
Luego de unos minutos dentro del conducto de fierro, el joven bombero tocó el cuerpo de la niña con sus pies descalzos. De inmediato, realizó una maniobra para sacarla con vida. “Moví el bulto delicadamente, y escuché un apagado gemido. Está viva, me dije, tengo espacio para moverme; entonces, cogí el bulto, suavemente con los pies, y lo coloqué entre mis pantorrillas. Luego hice la señal para el ascenso. La niña vio la luz del día en un nuevo nacimiento, y yo escapé de la larga celda de fierro”, contó el nuevo héroe.
Finalmente, Arias confesó que le gustaba ser bombero “porque es una forma de servir a la comunidad”. Un servicio que le hizo convertirse en un héroe luego de salvar a una bebé recién nacida que había sido arrojada en un pozo de 70 metros profundidad hace 50 años.