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| Crónica
La historia del Cristo que no quiso irse del viejo panóptico de Lima: el mural carcelario que despertó un gran debate hace 57 años
En junio de 1964, en plena demolición, las autoridades de la Penitenciaría Central de Lima se encontraron con un impresionante mural. Era la escena de Cristo antes de la Crucifixión. La pintura hecha por algún interno se reveló como sagrada para mucha gente. La polémica se armó cuando se debió decidir su destino.
Si bien el traslado de los internos de la antigua Penitenciaría Central de Lima (1861-1962) comenzó en mayo de 1961, la demolición del enorme inmueble fue un proceso que demoró varios años. El ‘Panóptico’, como también se le llamaba, fue cayendo de a pocos, muros tras muros. Por eso no sorprendió a nadie que, desde los torreones de vigilancia, que cayeron primero, hasta las altas paredes exteriores, el proceso de desaparición del penal más antiguo del Perú haya sido parte del cotidiano paisaje limeño en esos primeros años de la década de 1960.
Si el presidente de la República, Manuel Prado, había dado la orden de demolerlo, fue el jefe de Estado, el arquitecto Fernando Belaunde quien le dio el puntillazo final a ese toro oscuro, tétrico e intimidante que aun sobrevivía frente al Palacio de Justicia, en lo que hoy es el Hotel Sheraton y el centro comercial Real Plaza Centro Cívico.
De esta forma, dentro de esos interminables muros que caían surgió uno con la venerable imagen de un Cristo en el Calvario; un Cristo que se aferraba a la vida, que se imponía como tratando de sobrevivir a los fríos y recios tractores que lo amenazaban.
La conmovedora escena del “Señor en el Gólgota”, a las afueras de los muros de Jerusalén, parecía cobrar vida en ese humilde mural del viejo panóptico; pintado en una esquina, en un espacio donde, con seguridad, cientos o miles de internos terminaron arrodillados, suplicando un perdón que la justicia nunca escuchó.
Por todo eso, la amenaza contra el mural causó una gran preocupación. Era como si dejáramos que Cristo fuera derribado por el hombre. Los vecinos del lugar, los expresidiarios, las propias autoridades penales se unieron en un solo deseo o pedido al gobierno de Belaunde: que no demolieran la santa imagen del penal y que la salvaran íntegra. Luego de varias gestiones, se decidió trasladar esa parte del muro a otro centro penitenciario.
La noticia del domingo 14 de junio de 1964 tenía el titular que muchos querían ver impreso: “Conservarán el Cristo pintado en muro de la antigua Penitenciaría”. El Cristo del muro permaneció intacto, y se informó que sería llevado, prácticamente en procesión, hacia su nuevo hogar: el penal de ‘El Sexto’, para el alivio de varios reclusos que habían sido llevados en la mudanza hasta ese centro penitenciario vecino, en el mismo centro de Lima.
Se especuló también que la imagen pintada en la pared sería llevada a la isla penal de ‘El Frontón’, en el Callao, donde también otros reclusos que pertenecieron al ‘Panóptico’ de Lima la requerían. Incluso, se hablaba de que la imagen sería transportada luego a un penal nuevo que pronto se construiría.
El “Cristo antes de la Crucifixión” sobrevivió porque así lo decidió la Dirección de Establecimientos Penales (el INPE de esos años), que dependía de Ministerio de Justicia. Y aunque señalaron que debía tener el visto bueno del Ministerio de Fomento, encargado de la demolición, nadie dudaba que la presión social haría que la burocracia respetara la voluntad popular.
La buena noticia la dio a El Comercio el sub director de Establecimientos Penales, el doctor Jorge Morales Arnao. Él declaró: “La Dirección de Establecimientos Penales, atendiendo razones de orden religiosa y tradicional, va a hacer las gestiones (término de protocolo) para que no se destruya el mural del Cristo antes de la Crucifixión y sea trasladado a un establecimiento penitenciario nuestro”.
El funcionario dijo tener motivos de fuerza mayor para ceder ante el pedido de miles de personas, y es que ese gesto ayudaría a reforzar elementos básicos del tratamiento penitenciario, puesto que con ello se acentuaba “el sentimiento religioso que dignifica y eleva el espíritu de los reclusos para su obra de readaptación”.
Esta misma autoridad había opinado que el lugar ideal sería ‘El Sexto’, ya que, por esos días, los reclusos de ese penal -ubicado en la avenida Alfonso Ugarte con Bolivia- estaban celebrando un aniversario más de la entronización de la Virgen de Fátima.
Aquel domingo 14 de junio de 1964, durante la mañana, la tarde y la noche, el muro del Cristo del ‘Panóptico’ de Lima fue visitado por centenares de personas. Se convirtió por 24 horas en un punto de encuentro de los creyentes, que empezaron a sentir el lugar como algo sagrado. Llevaban familias enteras para orar y otros dejaban flores ante la pintura del Gólgota en pleno centro de Lima.
Así, el muro del Cristo en el Calvario de la antigua Penitenciaría Central de Lima recobró vida entre los creyentes de otro penal. Se había salvado por la protesta de la gente, y por la fe y buena voluntad de las autoridades penitenciarias.