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El día que ‘Tongolele’ conoció el Perú, a comienzos de noviembre de 1951, no imaginó que terminaría confesando varias cosas de su vida al diario El Comercio. La entrevista se publicó el 3 de noviembre de 1951, cuando ella tenía pocos años aún de haber aparecido en el mundo del espectáculo. Tongolele’ conmovió al público peruano. La famosa y exuberante bailarina, vedette y a veces actriz mexicano-norteamericana tenía apenas 19 años y diez meses de edad.
¿Qué había hecho hasta ese momento ‘Tongolele’? Había nacido en Spokane, en Washington (EE.UU.), el 3 de enero de 1932, pero en San Francisco (California) vivió su infancia, participando en cuerpos de baile. Al inicio hizo ballet, y luego, desde los 14 años, se fue convirtiendo en lo que ha sido toda su vida: una bailarina de “danzas exóticas”. A ello la motivó su abuela Molly, quien provenía de Tahití, la isla donde la artista viviría unos años.
A mediados de los años 40, a la casi adolescente le llegó una propuesta para danzar en el Cabaret Tívoli, de la Ciudad de México. Su idea era mantener una identidad exótica, misteriosa en el mundo de la farándula de esos años. Y entonces eligió llamarse para siempre ‘Tongolele’, una palabra que remitía a lo africano o tahitiano.
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En la Ciudad de México, la danzante encabezó un grupo de bailarinas llamadas las ‘Exóticas’, unas vedettes muy exitosas hasta fines de los años 40 y primeros años de la década de 1950. ‘Tongolele’ gozó de una popularidad inmensa y también recibió duras críticas de los sectores conservadores mexicanos.
Su sensualidad corporal, sus giros y movimientos pélvicos, además de una mirada extremadamente seductora, le dieron justa fama y hasta llegó a participar en varias cintas del cine de oro mexicano, donde había debutado con la película “Nocturno de amor” (1948), al lado de la actriz Miroslava Stern (1926-1955), quien fallecería unos años después.
La popularidad de ‘Tongolele’ creció como la espuma al ritmo del mambo de Dámaso Pérez Prado, el baile de moda. En 1948, logró tener un rol protagónico en el filme “¡Han matado a Tongolele!”, dirigida por Roberto Gavaldón. Era una mujer sin prejuicios y capaz de mostrar su arte dancístico sin inhibiciones. A Lima llegó esos primeros días de noviembre de 1951, en plena dictadura de Manuel A. Odría, con el fin de difundir su arte y hacer crecer su popularidad más allá de México.
En las películas donde había intervino hasta entonces ‘Tongolele’ siempre era la bailarina, la amante de las lentejuelas, y seguiría siendo así por muchos años. Al llegar al aeropuerto de Limatambo, los primeros días de noviembre de 1951, la “mexicana” más deseada de esos años ya había participado además en cintas conocidas como “El rey del barrio” (1949) y “Mátenme porque me muero” (1951).
‘TONGOLELE’: LLEGADA A LIMA Y LA ENTREVISTA EXCLUSIVA CON EL COMERCIO
El mito de ‘Tongelele’ decía que había nacido en Tahití, pero no era cierto. Aquel archipiélago lejano del Océano Pacífico era el lugar ideal para crear una fantasía. Yolanda Montes, su nombre del día a día, desapareció de su propia memoria para convertirse exclusivamente en ‘Tongolele’. Vino en 1951 a Lima para actuar en teatros y nights clubes locales.
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El empresario mexicano César Guerra –conocido como el ‘Chato Guerra’– acompañaba a la bailarina; Guerra tenía fama de “descubridor” de estrellas del espectáculo. El reportero de El Comercio buscó los minutos libres de la diva para que se abriera por primera vez al público peruano, y lo consiguió en la suite del Hotel Bolívar, en el Centro de Lima, donde se alojaba.
“–¿Es usted natural de Tahití?
No soy natural de Tahití, pero quiero mucho a esa exótica isla porque he pasado años de mi infancia allí. Yo nací en Washington. Tengo carta de ciudadana norteamericana. Mi padre era español y mi madre francesa-tahitiana. Residí algunos años en San Francisco y después viví en Tahití.
–¿Es allí donde aprendió sus danzas?
En efecto, siempre he sentido gran vocación por el baile y es en esa isla donde aprendí la mayor parte de lo que sé. En especial, esos ritmos suaves, cadenciosos.
–¿Cuándo se inició en el baile?
Cuando tenía 13 años de edad, ya de regreso a San Francisco. Tomé parte en una revista musical, como corista, pero sólo duré 4 semanas. Pasé luego a México, país que me brindó su aplauso sincero y, luego de luchar bastante, conseguí triunfar. A este país le debo todo lo que soy”.
Yolanda Montes no quería ser Yolanda Montes; ya empezaba a querer ser solo ‘Tongolele’, a que la llamaran así, ‘Tongolele’, en los escenarios de TV., en los teatros y ‘boites’, en los cines, en las calles. Ese nombre parecía hacerla más atractiva de lo que ya era. Por eso la gente la amaba y amaba su éxito.
Medía solo 1.65 metros, y su piel “morena claro”, indicaba el redactor del decano, combinaba perfectamente con sus “ojos celestes ligeramente rasgados”. ‘Tongolele’ tenía una mirada tranquila, profunda incluso, y nadie podía dejar de ver su “mechón blanco destacando sobre el fondo azabache de su espléndida cabellera”. A propósito de ese mechón (un lunar, en verdad), el redactor le preguntó si era natural, y ella le respondió al instante así:
“Sí, es hereditario. Mis hermanos –tengo dos, que son aviadores- tienen un lunar semejante al mío.
–¿Ha habido artistas en su familia?
No, yo soy la única.
–¿En cuántas películas ha actuado?
En 10 cintas, todas filmadas en México.
–Aparte del baile, ¿qué otra actividad gusta?
Practico deportes, natación; me encanta el patinaje sobre hielo, la equitación, etcétera. Mis ratos de ocio los dedico a leer y voy al cine a menudo. El cine me agrada con pasión.
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–¿Le costó mucho esfuerzo llegar al estrellato?
Mucho. Hay que luchar con la competencia para conseguir un sitial. Ya después, el camino es menos difícil. Pero siempre hay que luchar, luchar para mantenerse en el lugar conquistado.
–¿Cuál es su deseo más acariciado?
Llegar a ser una gran artista, perfeccionarme en mi arte.
(En su mesita de noche vemos un portarretratos que enmarca la fotografía de dos lindos bebes).
–¿Son suyos?
Sí, son mellizos y tienen 11 meses. Se llaman Rubén y Ricardo y son toda mi vida, nunca me separaré de ellos.
–¿Y su esposo?
Nos hemos separado; faltaba la comprensión entre nosotros y lo mejor era que cada cual siguiera su camino. Ya he Iniciado los trámites de divorcio.
–¿Volverá a casarse?
Eso, ni pensarlo. Creo que no volveré a casarme nunca, -pero, luego agregó: ¿Bueno, para qué he de afirmar que ‘de esta agua no he de beber’ si uno no sabe lo que le depara el destino?
(La bella ‘Tongolele’ ha traído consigo un gran vestuario, el que aparece ante nuestra vista).
–¿Es usted caprichosa y exigente para elegir sus modelos?
No los elijo. Los diseño yo misma. Me encanta dibujar. Tanto los vestidos de calle como los
que uso para actuar, son modelos exclusivos, creados por mí”.
La entretenida charla concluyó cuando llegaron al Hotel Bolívar los integrantes de su orquesta, con quienes había coordinada un ensayo general.
‘TONGOLELE’ EN ESA MISMA DÉCADA DEL 50: LA GRAN PELEA DE 1955 EN LIMA
Desde el 28 de marzo de 1955, en tiempos en que aún gobernaba en el Perú el dictador Manuel A. Odría, Lima supo con total seguridad que volvería a ver a ‘Tongolele’ en sus calles o, con más precisión, en la calle Belén (cuadra 10 del Jirón de la Unión), en el Centro de Lima, donde debutaría el 9 de abril en un renovado local nocturno, que llevaba el voluptuoso nombre de ‘El Moulin Rouge’.
‘Tongolele’ anunció para esa temporada de un par de semanas un nuevo repertorio musical. ‘El Moulin Rouge’ tenía listo para el estreno del sábado 9 de abril de 1955 una impecable pista de baile y una nueva decoración. Tener a ‘Tongelele’ en ese reestreno costó, y mucho; pero los empresarios de ‘El Moulin Rouge’ sabían que ella lo valía, aunque nunca imaginaron lo que pasó una semana después.
El viernes 15 de abril de 1955, El Comercio llegó a titular: “Escándalo de proporciones en la boite “Moulin Rouge’': golpes a granel; sillas e instrumentos musicales por los aires”. Eran las tres de la madrugada, cuando la calle Belén Nº. 1046 se convirtió en un campo de batalla. Todo empezó cuando un escandaloso parroquiano esperó que ‘Tongolele’ estuviera en pleno trance dancístico para, desde su mesa bien surtida de botellas, reclamar a la artista que “exhibiera otros bailes”. Entonces los integrantes de la orquesta le llamaron la atención al desconocido, y así se inició el incidente, ya que este sujeto rechazó el llamado de atención de los músicos de ‘Tongolele’ y buscó agredirlos.
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El belicoso cliente entró a los golpes con uno de los músicos; pero, inmediata[1]mente, otro de la misma mesa “se trabó en feroz pugilato” con otros miembros de la orquesta. Y así se sumaron otros y otros, hasta que todo fue una “batalla campal, en la cual rodaron las mesas, sillas y otros objetos, inclusive los instrumentos musicales, con los cuales peleaban los músicos”, describía El Comercio.
Ante el caos imperante, el administrador tuvo que llamar a la fuerza pública. Numerosos agentes de la Sexta Comisaría llegaron con varios patrulleros hasta el lugar de la gresca, y detuvieron con alguna dificultad a los revoltosos.
‘TONGOLELE’ EN LOS 60 Y 70: LAS ÚLTIMAS VECES EN LIMA COMO ESTRELLA DEL ESCENARIO
Aquella vez que ‘Tongolele’ decidió regresar al Perú, luego de 13 años, lo hizo para una breve temporada más. El 5 de julio de 1968, pocos meses antes del golpe militar del general Juan Velasco Alvarado, la querida artista hacía su tercera incursión en el Perú. Lima de nuevo se vistió de bailes y movimientos seductores, y aunque ya no eran tiempos del mambo, sino de ritmos juveniles más modernos como el twist, la figura mítica de Yolanda Montes, ‘Tongolele’ aun perduraba, especialmente en la memoria del público adulto.
Se instaló, como siempre, en el Hotel Bolívar, y desde allí habló a la prensa. Supimos nuevos detalles de sus orígenes “exóticos”, de su nacimiento y crecimiento artístico, entre otras cosas. ‘Tongolele’ era ya una reposada estrella del espectáculo, triunfadora absoluta en las mejores salas y clubes nocturnos de la Ciudad de México y en otras capitales del continente. En Lima, actuó esa vez en el mismo Bolívar, y también intervino en varios programas televisivos.
Ella trataba de renovarse, de ponerse en un tono juvenil, pese a sus 36 años. Por eso hizo hasta lo imposible en hacer popular un nuevo ritmo: el dangre, una expresión que combinaba las palabras ‘danza’ y ‘sangre’. “Traigo el ‘Dangre’, es un nuevo ritmo. También un repertorio amplio. Pero, solo cantaré nueve estrenos”, dijo a El Comercio.
Radicada en México D.F., ‘Tongolele’ todavía era requerida en los escenarios americanos y europeos. Mantenía un buen físico, y en esa oportunidad expresó con orgullo que casi pesaba lo mismo que cuando había llegado al Perú, por primera vez, en 1951. Acababa de filmar en Los Ángeles, Hollywood, con el actor Boris Karloff la cinta de terror “Isle of The Snake People” (“Isla de la gente serpiente” o “isla de los muertos”) de 1968, dirigida por el director mexicano Juan Ibáñez.
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‘Tongolele’ vivía su madurez con confianza en lo que se le venía. Se sentía una bailarina aun, pero también una actriz, un personaje del espectáculo al más alto nivel. Decía que su vida parecía un “Atlas”, debido a sus orígenes variados e influencias artísticas (EE.UU., México y Tahití). “El Perú es un país que siempre recuerdo. Creo que esta vez permaneceré más tiempo. Ya sé qué debo ver y que en esta oportunidad no dejaré de ir a Machu Picchu”, anotó.
La diva bebió, por supuesto, pisco sour; posó para todos los fotógrafos y estuvo lista para volver al escenario limeño ese viernes 5 de julio del ‘68. El Comercio cerró su nota así: “Para los jóvenes es una leyenda que verán en carne y hueso. Para los de ayer una realidad, que vuelve hoy. Y para todos, una indudable atracción”.
La última vez que ‘Tongolele’ se presentó como una verdadera estrella en el Perú fue a mediados de los años 70. El 13 de mayo de 1974, Yolanda Montes, ‘Tongolele’, fue noticia porque se confirmó su presencia en Lima por una breve temporada de 15 días, en el nuevo centro nocturno ‘Lido Show’, un local que iba a inaugurarse a fines de ese mes.
Aún brillaba en México a sus 42 años, donde demostraba su calidad y experiencia en los escenarios. A Lima llegó el 26 de mayo de 1974, al lado de su esposo, el bongosero cubano Joaquín González y su representante Guillermo Bonilla. La artista debutó el jueves 30 de mayo en el “Lido Show” (antes ‘El Tumi’), donde actuó en exclusiva.
“En realidad es la cuarta vez que estoy en esta hermosa ciudad, a la que me ligan recuerdos y amigos, muy queridos”, dijo ‘Tongolele’, y esa vez la prensa la vio envuelta en un abrigo de piel atigrada. Otro detalle para el recuerdo fue descubrir que ‘Tongolele’ era una buena lectora: nunca se separó –desde el avión– de dos libros que llevó consigo todo el tiempo: las novelas “Green Darkness” (1972) de Anya Seton, y “Archipiélago Gulag” (1973) de Aleksandr Solzhenitsyn.
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Se supo entonces que una de las pasiones de ‘Tongolele’ era también pintar. Le gustaba y ya acumulaba varios lienzos en su penthouse mexicano. Habló de sus mellizos, Rubén y Ricardo, que ya tenían 22 años; y su esposo Joaquín González contó que el nombre artístico ‘Tongolele’ lo usó ella “cuando actuaba en la compañía de Lya Ray”, puesto que al comienzo sólo usaba el real de Yolanda Montes.
El esposo dijo a la prensa que “ella diseña su propio vestuario. Y además, es creadora de sus coreografías. Yo sólo pongo el ‘bongó’”. Algo de lo primero ya se sabía desde los años 50, porque ‘Tongolele’ era una verdadera perfeccionista de su arte. Ella comentó que venía de una intensa gira por la frontera mexicana-estadounidense (Monterrey, Mexicali y Matamoros) e indicó que repetiría –como hacía casi todos los años– un tour por los Estados Unidos.
Luego, los años pasaron para ella y todo el mundo. La década de 1980 fue demasiado violenta en el Perú para que una ‘Tongolele’ cincuentona se arriesgara a venir hasta aquí. Solo le quedó, seguramente, el recuerdo del Perú como un país que la quiso con dancística emoción.
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