HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE
Hace tiempo que no asistía a un matrimonio. El viernes pasado fui al civil de una de mis mejores amigas, a la que conocí en mi anterior trabajo. Sentada en el registro civil, entre la familia y amigos, pensé dos cosas junto a mi amiga Úrsula mientras esperaba la llegada de los novios:
1. Esto era lo que yo quise un día.
2. Esto es en lo que ya no creo ahora.
Antes no me gustaban las bodas ni los respectivos y habituales rituales, momentos en los que me escondía a fumar en el baño. Pero esta vez me encontré muy entusiasmada junto a las otras solteras jalando las pititas de la torta a ver quién se llevaba el anillo y en la primera fila de la manchita que espera la llegada voladora del bouquet de la novia. Reconocí no sentirme especialmente alegre por desear que alguno de esos eventos hiciera de mí la próxima novia. Estaba feliz -como todas, creo- por mi amiga, la novia.Mis pensamientos acerca del matrimonio desaparecieron entre copas de cava y las risas de mis amigos. Bailé reggaetón, hice el trencito y el puentecito, y ya en el éxtasis de la felicidad me escuché deseando en el brindis que me tocó decir que “el amor y la felicidad duren para siempre”. Lo dije de corazón.
Pero ya de regreso y en mi cama, comiendo la torta de la boda, pensé: “Siempre”, qué palabra tan extensa. Si una relación de un mes, por convertirse en una pesadilla o en un affaire perfecto, puede ser eterna, no puedo imaginarme en este momento (aunque lo hice alguna vez, mentira, muchas veces) una vida entera al lado de alguien. Como me dijo hoy un nuevo amigo, al que creo que voy a querer mucho, cuando uno ya no es tan chibolo ya ha vivido ciertas experiencias que de alguna manera forman lo que uno es y lo que cree o se niega a creer. Sentí un poco de amargura y temí por un segundo convertirme en una cínica de por vida. Justo en ese momento él aclaró que esa es la mejor razón para no ser pesimista en la vida, porque uno nunca sabe cuánto va a durar.
Es cierto. Es bueno saber que hay gente tan buena onda, con esperanzas en el día a día o fe en un futuro, en soledad o compañía. Ahora ya es de noche y me siento bien por haber dejado un poco de cinismo atrás y darme cuenta que mientras llega ese chico que todavía no conozco (así duremos hasta que la muerte nos separe o nosotros mismos lo decidamos) estoy en las buenas manos de mis amigos.