Todo va a estar bien
¿Y SI NO QUIERO DECIRTE ADIÓS?
Las despedidas. Las odio. Conozco gente que es muy práctica o que se predispone muy bien antes de despedirse de alguien que le importa, un amigo, un novio, amante, hermano, madre, etc., quizás sea un antídoto para disociarse del dolor que provoca una despedida. Yo nunca he podido encontrarle el truco, porque no creo que despedirse sea fácil. Todo lo contrario. Creo que despedirse es una de las cosas que muchas veces he procrastinado por el simple hecho de no querer enfrentarme a ese momento en el que hay que decir adiós.
Aunque las hay de todo tipo, las despedidas me remiten a una sensación de tristeza. Porque siempre implican la separación emocional, física o geográfica de una persona, de quién muchas veces no quieres separarte. Este año, no sé si por azar, he tenido que despedirme muchas veces. Y esto es algo que había dejado de hacer. Pienso que a veces uno se despide para siempre, a veces de manera temporal, otras uno no sabe si esa despedida es definitiva, y de hecho hay adioses crueles que te dejan un recuerdo horrendo en la memoria, quizás cuando alguien que amas te dice “ya no quiero estar más contigo”, y por más que luches por retenerlo, hay que dajerlo ir y más de una vez, he tenido que decir -y en voz alta-: te dejo ir. Después de todo, en el amor, a diferencia de la amistad, no se puede ir contra la corriente, es decir, contra la decisión del otro.
También me he despedido de modo secreto de gente que no quería volver a ver. Simplemente, los bloqué de mi correo electrónico, del chat, del celular, de mi memoria y corazón. Me he despedido de chicos que aún amaba, de otros a los que no amaba, de amigos que no volví a ver, otros a los que no sabía si iba a volver a ver, de otros con la certeza absoluta de volverlos a ver. Jamás podría abrazar a Joaquín o a Alejandra (y otros que conforman la pequeña lista de mis amigos más queridos) sin saber a ciencia cierta que los voy a ver otra vez, en alguna parte del mundo. Sino, no podría. Los secuestraría o algo parecido. Para despedirse hay que tener cierta valentía y la pizca de esperanza de un próximo reencuentro.
Le he dicho adiós a tres personas en unos pocos meses, con ellos compartí algo que considero esencial: el entendimiento; a dos, las conocí este año e irrumpieron en mi vida de modo diferente, y a propósito de este blog. Dos breves pero fundamentales encuentros para mí. Pero también me he despedido de un hombre maravilloso, para siempre. El hermano menor de mi madre y una de las pocas personas que he conocido en la vida que tuvo como mayor talento el ser una buena persona con los demás. Aunque nos veíamos poco, porque él no vivía en Perú, cada vez que nos encontrábamos, buscamos momentos para escaparnos del resto de la familia e ir al cine, hablar de cine, y de todo y nada. En febrero el se moría se cáncer en su casa justo en el momento en que mi avión aterrizaba en Los