Ser o no ser yo
Hace unos días volví de viaje, que ha pasó automáticamente al Top 5 de los mejores de mi vida. ¿Por qué? Creo que con riesgo de sonar huachafa ha sido el viaje del amor. No tienen idea de la cantidad de formas en las que me he querido a mí misma (pruébenlo, es garantía de felicidad absoluta), y para algún malpensado, sin ningún hombre involucrado.
He visto solo a la gente que he querido ver. He ido de librerías con Katya, he hecho unos maravillosos viajes al pasado con Mili, me he reído sobre cómo nos han caído los cuarenta con Titi, fui con Pilar a dejarle flores amarillas a Gustavo Cerati, y entre calles ferias y parques me di cuenta que Guada y yo vamos a ser amigas toda la vida.
A cada lugar fui tranquila. Disfrute de silencios necesarios y acompañe el resto de mis horas con mi música el resto del tiempo (si alguien quiere el playlist se lo paso). Volví a leer todas las noches. Paré a tomar café cuando me dio la gana, le compré un collar de perlas a un anticuario, caminé por barrios y calles conocidos, descubrí otros nuevos. Sin apuro, sin presión, sin rutina.
Este viaje ha sido una re afirmación de lo bien que me siento conmigo misma ahora.
Al menos, eso pensaba yo. Pero siempre hay alguien listo para tratar de reventarte el globo, meter el dedo en la llaga y querer bajarte al llano –seguro- por su propia infelicidad.
Con todas las intenciones “verbales” de afanarme, llegó a mi vida un cuarentón (como yo), con ganas de tener una relación (como yo). Hace tiempo venía pensando en cambiar de grupo objetivo- lo intenté una vez el año pasado-, porque quizás no encontraba la relación que quería por andar buscando relaciones con personas equivocadas o en lugares equivocados. Por mis propias taras viejas y otras que, por lo visto, aún se mantienen vigentes, como darle bola al primer perro que me mueve la cola.
Entonces dije: “puede ser, vamos viendo como fluye la cosa” con este pata. No como una posible relación, sino para probar salir con alguien de mi edad, con intereses y vida distintos a la mía. Pensando en lo positivo del cambio. Quien sabe lo que podría pasar. Empezamos con el pie izquierdo: sobredosis expectativas. Lo que hizo que nuestro primer encuentro fuese incómodo, torpe, aburrido. Pasamos de ir a velocidad de tren bala antes de conocernos orgánicamente a vernos y sentir la presión (suya) de ir al mismo ritmo, que no era el mío. Y vino el cachetadón cada vez más común de estos días virtuales: hablar por internet y la realidad OTRA cosa.
En la primera “cita” vino el capítulo número 1 “quiero que sientas lo que yo siento (y que hagas lo que yo quiero)”. La verdad a mí no me dio la gana, simplemente porque no lo sentí. Me vi cual participante de un reality show en el que me bombardean de preguntas y te presionan a hacer algo imposible, como comer una cucaracha o algo así: en este caso la presión de: “quiero que te sientas atraída por mí como yo de ti”, logra el efecto contrario: me alejo.
Ante el rechazo, vino el capítulo 2 “me gustas, quiero una relación seria contigo pero quiero ir despacio”. Bostecé y pensé: yo no sé si quiero una relación “sería contigo” (porque un día es demasiado pronto para saber si quieres tener una buena relación con un cenicero) o cualquier tipo de relación, pero no descarté la oportunidad de volver a conocernos.
Sin embargo no tardó en llegar el capítulo 3 “te veo cuando quiero y cuando no quiero, mai”. Yo, sin querer complicarme la vida, decidí dejar las complicaciones a un lado y tomar las cosas con bastante calma. Total, en ese poco tiempo tanta voltereta emocional había hecho que el efecto “novedad” con respecto a este tipo, disminuyera.
Entonces me subí al avión y me fui.
En pleno paraíso de la felicidad y la tranquilidad, debo confesar que fue una compañía casi bonita eso de enviar y recibir mensajes. La atención es algo que demuestra interés. Por eso hasta pensé darle una revisada a mi cartilla de posibilidades con este sujeto. Un par de días antes de mi regreso me anunció el capítulo 4: “ya no quiero más tonterías, me gustas”.
Al día siguiente de llegar se estrenó el sorpresivo capítulo 5: “no quiero tener una relación ni contigo, ni con nadie, pero me encantas y quiero salir contigo” y como si fuera una maratón vino seguido del capítulo 6 “no quiero estar con una mujer que quiera hijos” y el capítulo 7 “quiero ser tu amigo”.
¿Qué pasó luego de este culebrón emocional de tres de la tarde? El acoso del sábado por la noche, sin ninguna coherencia con el resto de la novela.
Felizmente al día siguiente me negué a tomar una café con él porque ya había estado bueno y con el estreno del séptimo y último capítulo de la historia del hombre al que le gusta decir la última palabra: “Pudiésemos haber sido pareja pero tú estás en otra onda, tú tienes otros objetivos en la vida, tú no quieres estar en la vida de un padre soltero, porque tú…, porque tú…, porque tú…”
Si, otra vez era la culpable de quien sabe qué demonios “por ser quien soy”.
Una cosa es adaptarse a una persona o situación nueva en la vida. Ceder es una bueno si uno así lo decide, aprovechar en hacer cambios si uno los considera necesarios. Jamás actuar porque alguien que apenas te conoce te dice como NO tienes que ser.
Yo a la novelita le cambiaría el título y la pondría: El diario de un hombre emocionalmente inestable.
Pero en algo tiene razón. Somos dos personas totalmente opuestas. Yo no voy por ahí diciéndole a la gente cómo actuar y cómo debe ser, detesto juzgar a los demás con tanta ligereza como concha. Yo no escondo mis complejos en falsa arrogancia y lo que menos hago, es herir a alguien a propósito.
Esas tonterías que la gente que uno acepta en su vida, en medidas diferentes, hacen tambalear lo que uno piensa de sí mismo, cuando se valora y lo que uno finalmente es.
Mucho lote para ti, papito.
Así que lo que tengo que hacer es lo siguiente: dejar ir/aprender cuantas veces sea necesario/descartar las culpas idiotas (y a los idiotas)/ y no cerrar la bendita puerta.
Hace rato que quiero que un chico que me guste de verdad y al que yo le guste como soy, me chape contra una pared.
Este post con dedicatoria especial a Anita, Anita y Drusila.
Les dejó un par de tracks de mi playlist viajero, buena compañía musical.
Si me quieren escuchar más, por aquí por favor.
Este es un bonito descubrimiento, Julieta Alonso.
Esta, una de las de siempre.