¿Y después de ti, Pablo?
Me gustaría que Pablo Bengoechea se vaya bicampeón y que corone una estadía en el Perú que resultó oportuna en cuanto a la urgencia que tenía Alianza Lima de salir campeón en el 2017. Al uruguayo se lo trajo porque contaba con un background importante por sus años asistiendo a Sergio Markarián, recorriendo cada estadio del Descentralizado y contando bajo el brazo con un mapeo muy completo de jugadores locales y sus evoluciones o involuciones.
Al respecto, Bengoechea llegó para salir campeón sin el resquemor de que existieran momentos para el horror y un fútbol distanciado con su historia (¡y es que sí hay una historia!). La prioridad se enfocó en el resultado y se obtuvo con jugadores que Pablo convenció de venir y que eran de su riñón como Luis Aguiar, además del corazón mayor de un Leao Butrón superlativo a los 40.
Este 2018 el escenario cambió para Bengoechea: menos presupuesto, desconcierto de una Copa Libertadores muy exigente ante rivales extremadamente superiores, partida de jugadores importantes como Araujo y Ascues, lesiones recurrentes y el inexorable paso del tiempo para hombres como Rinaldo Cruzado y Luis Ramírez, a los que todo les cuesta el doble físicamente a los 35 años. Además, altibajos de figuras como Hohberg y Quevedo.
Sin embargo, Bengoechea planificó una temporada apostando por esa característica que considera más apropiada y directa para imponerse en el fútbol peruano: el juego frontal y aéreo; dependiente de la precisión en los envíos de Cruzado, Hohberg o Lemos y con receptores como Leyes (rescindió), Affonso, Godoy, Riojas y Fuentes. Lamentablemente no alcanzó para estar tranquilos ni para clasificar directo al play off, pero todavía están a tiempo de echar su última carta si logra el tercer mejor puntaje acumulado del año.
Probablemente el último partido excelso de Alianza Lima que vio este periodista fue contra Estudiantes de la Plata en aquella noche en que se alinearon los planetas para Aguirre y compañía. Después todo en cuanto al estilo ha tenido matices, incluso, cuando Guillermo Sanguinetti en el 2014 obtuvo un torneo de verano con el prototipo de fútbol que luego definiría Bengoechea y que lo llevó a ser campeón.
Si se observa, Alianza ganó sus últimos títulos mediante una propuesta diferente (no llamaré ni mejor ni peor), de mucha más respuesta física y vehemencia. Triunfaron los uruguayos Guevgeozián y Aguiar y fracasaron los firuleteros Montaño y Manco. Incluso se dejó sin piso al talentoso Christian Cueva.
Aquí me detengo para sentar una posición en cuanto a Pablo Bengoechea: no debería seguir en el 2019 aunque sea bicampeón y copero otra vez. De hecho, él ya tiene un plan de vida diferente y lo expresó en los últimos días. Pero más allá de eso, Alianza no debería concentrar esfuerzos en contratar a un entrenador bajo los objetivos por los que contrató a Pablo a fines del 2016.
Ojalá hubiera lucidez para identificar que los nombres de Juan Reynoso, Mariano Soso y Franco Navarro resultan una quimera si es que no obedecen a una verdadera política deportiva que ya se inició en las divisiones menores que saca adelante Ernesto Arakaki. Incluso el plantel de reserva se encuentra luchando con claridad de la mano de Chicho Salas.
Pero en las divisiones menores no se cocinan jugadores como Aguiar o Guevgeozián y es posible que la tendencia sea a jugar con un típico enganche o ’10′ de corte muy peruano -exquisito, filtrador, habilidoso-. Quiere decir que con la partida de Bengoechea el estilo se tendrá que redefinir y las prioridades también. Sostener una unidad técnica a largo plazo y empezar a darle prioridad a la cantera es una necesidad que se va a imponer en tanto el presupuesto será menor y las obligaciones económicas más duras con Sunat y la Comisión de Licencias de la FPF.
El hincha jugará en el futuro un papel vital: su presencia aportante a la taquilla y la paciencia para entender un proyecto será la base para que el trabajo cuaje. Basta de pedir a Gustavo Costas o a Marcelo Gallardo. Basta de exigir contrataciones fuera de la realidad. Alianza ha tenido un 2017 de éxito deportivo y un 2018 que puede terminar en grande, pero es insostenible si se quiere pensar en un 2019 con similar política.
Alianza hacia el futuro volverá a sus raíces y en ellas el matiz charrúa solo será eventual.