Y ahora aguante corazón
Para no perder las costumbres nostálgicas, otro post musical. Esta vez con las canciones más telenoveleras de la vida. La lista para muchos es insufrible, aunque yo sé que en el fondo todos quisieran cantarlas y ser niños ochenteros otra vez con la TV gobernada por mamá
La primera vez que vi llorar a una mujer por los crímenes emocionales de un hombre ingrato tenía solo 12 años. Había terminado la clase de marinera en la casa de mi amiga Lucía y siempre era el último en irme (quería cumplir 15 y ganar en el festival de Trujillo). No había nadie en la terraza, tampoco en la cocina, menos en la sala. Decidí abrir la puerta pero en el pasadizo estaba doña Rosario (madre de Lucía y persistente profesora de bailes típicos). Parecía escondida, como si algo la culpara, como si fuera pecado el exceso de tristeza, como si uno de los diez mandamientos fuera “no llorarás”. Le pregunté si estaba bien, si necesitaba un pañuelo. Quería decirle que se calme, que la podía ayudar. Pero yo era tan adolescente que ni siquiera me había cambiado la voz. Fue allí que doña Charo encendió su minicomponente y se escuchó una canción de telenovela. Era “Aguanta Corazón” de la memorable “Vientre de alquiler”. Su esposo había sido infiel y ella lo había descubierto. Aquel, por supuesto mi señora, era el momento de aguantar.
Yo le guardé el secreto a doña Charo. Durante dos años aguantó porque sus hijas tenían que crecer un poco. “Siempre quise tener un hijo hombre para que me abrace cuando esté triste”, me dijo alguna vez mientras yo trataba de no extraviarme en los desencuentros de su corazón apabullado. Sus lamentos de miércoles por la noche, después de cada clase, eran también una telenovela de no ficción en horario estelar. Una tarde Lucía se me acercó para decirme que no sería más mi pareja en los concursos de marinera porque “le aburría ensayar” y que la perdone. A veces pienso que le molestaba mucho verme quedar en su casa hasta casi de la medianoche para conversar con su madre. O como me lo trató de explicar años después: quería que deje de visitar a su familia para así no seguir enterándome de la telenovela mexicana en la que su familia era principal protagonista.
No supe más de la historia de doña Charo pero sí escribí con mis días más de una telenovela. En casa mi madre se convertía en las pioneras del género drama queen y yo anotaba en algún cuaderno Loro inocentes episodios de amor a pesar de solo tener diez años. Tengo que aceptarlo, gracias al matriarcado televisivo en el que viví por muchos años, era difícil para mí eludir los episodios de “Rosa Salvaje” o de “Los ricos también lloran”. Resignado frente a la pantalla, dejaba que los minutos pasaran con Verónica Castro o Lucía Méndez suplicando por un amor no correspondido. O sufriendo porque la vida es así (no la he inventado yo).
Me deshice de ese rincón dramático, apesadumbrado, que a veces los destinados a ser machos mexicanos padecemos desde el cordón umbilical. Consumí lucha libre de la WWF, veía peleas de box. Me creía Hulk Hogan, me sentía Sugar Ray Leonard. Iba equilibrando mi pasado de telespectador cuando mi viejo compró un televisor de catorce pulgadas para el cuarto que compartía con mi hermano. No más las canciones de Carlos Mata, nunca más Guillermo Dávila. Pero uno cambia, pasaron los años y Lucía (ya más relajada y con menos complejos, total, todas las familias tienen problemas) un día me llamó a un rincón de nuestro salón de quinto de secundaria. Quería contarme el desenlace de la historia de sus padres y yo le dije “es tema tuyo”. No quería más dramas. Me volví un duro. Un Bruce Willis mala onda. Y entonces sucedió.
No habían pasado más de diez días de mi desplante con mi vieja amiga y pareja de baile hasta que subí a un microbús. Había tomado la José Leal para irme hasta la Universidad Católica, en tiempos en los que acumulaba prospectos de admisión. Estaba en el destartalado vehículo hasta que el inexplicable gusto musical del conductor me dejó escuchando los éxitos de Radio Ritmo Romántica. Y allí apareció ese brasileño, José Augusto, con su éxito “Aguanta corazón”, la canción de la novela “Vientre de alquiler”. La historia de doña Charo, su esposo infiel, y mi siempre querida Lucía, no tenían nada que ver con infertilidades ni con personas que cobraban dinero por concebir un niño. Nada de eso. Pero como esa era la canción de moda en esos tiempos, no solo recordé todo lo que viví y compartí en esos años con mi profesora de danza sino también quién fui yo en ese tiempo: un niño tierno, que escuchaba con bondad y que trataba de ayudar a pesar de que sus posibilidades de salvar problemas eran ínfimas.
Cada vez que suena una canción de telenovela se produce un fenómeno extraño pero muy conmovedor. En apariencia todos odian esas canciones por ser cursis y de letras absurdamente póeticas (osea rimas al estilo Arjona para explicarlo mejor). Todos manifiestan el más insalvable de los odios a estos hits por ser más melosos que abrazo de Teletubbie. Pero de repente, como si fuera un efecto inevitable, hay labios tarareando, hay mentes sonriendo, hay un concurso de “Canta y gana” interior. Hay una escondida intención de decir “yo no solo me sé de memoria esa canción sino que también sé de qué novela es”.
Todos quisimos alguna vez ser tan galanes como Carlos Mata, todos quisimos enamorar a “Topacio” o a Catherine Fullop en “Abigail” (bueno aunque con esta última las ganas se mantienen). Todos fuimos telenoveleros. Es inútil negarlo. Yo también soy uno más del molde. Alguna vez las desprecié por pose, cuando mi corazón late fuerte con esas apariciones musicales que me retornan a mi más feliz rincón ochentero. No fingiré más. Con esas canciones de telenovela yo sonrío ahora. Porque recupero la inocencia. Porque mis pensamientos vuelven a su estado natural, sin artificios ni impurezas. Que vuelva a sonar “Aguanta corazón” para llamar a mi vieja amiga Lucía, decirle que estoy orgullosa de sus padres, por saberse perdonar y por seguir juntos tanto tiempo. Decirle que fui y soy tan cursi como la genial doña Charo, que yo también quiero una historia de amor así. Así me convierta en una sintonizada telenovela.
¿Cuál es tu canción de telenovela favorita? ¿Cuáles son los principales recuerdos que tienen con estas canciones?
AVISO PARROQUIAL (URGENTE)
Como ya les anuncié en mi post anterior. Estoy alistando la presentación de la versión impresa de este blog. El libro de “El Joven Nostálgico” será presentado este sábado 30 de julio a las 7 de la noche en la Feria del Libro de Lima en el Parque de Los Próceres de Jesús María. El libro vendrá con un CD de Capitán Memo. Así que tienen un motivo extra para acompañarme ese día (Memo también estará en la presentación llegado directamente desde Chile). Raúl Tola me dará el honor de completar la mesa esa noche. Tengo este evento en el Facebook para que puedan confirmar su asistencia. Ya falta poco!!! Así que los espero a todos!!
Ahora sí vamos con los videos nostálgicos y telenoveleros
[Rudy LaScala “Mi vida eres tú]
[Carlos Mata y “Déjame intentar]
[“Que por qué te quiero” Carlos Mata]
[Aguanta corazón. José Augusto]
[La Quinceañera de Thalia]
[Tesoro mío de Guillermo Dávila y Kiara]