Reseña de Slayer - Repentless - Nuclear Blast - 2015
La verdad es que con Slayer las cosas no van bien hace tiempo. Desde que con Diabolus in Musica nos ofreciese su peor trabajo, las cosas no han mejorado demasiado con los nuevos lanzamientos. Es como si hubieran quedado contaminados de la infección groove. Ni God Hates us all, Christ Illusion o el World Painted Blood nos han ofrecido algo que merezca ser recordado por la audiencia headbanger. No les ha pasado como a otros grandes del thrash que más allá de algún problema han vuelto alcanzar gran forma, por ejemplo Overkill entre sus paisanos o Destruction entre los alemanes, solo por citar dos clásicos puntales del thrash de su época que hoy siguen dando discos memorables.
A juzgar por este trabajo, los Slayer ya se fueron para nunca más volver, más allá de la intención no les queda casi nada. Se trata de doce cortes, 11 temas más una intro instrumental, que suman 42 minutos que se hacen difíciles de culminar. Comencemos por lo positivo. En primer lugar lo más rescatable es que al menos hay un mayoritario retorno al thrash metal del que nunca debieron apartarse demasiado. Esto es cierto solo con matices. Creo que todos los headbangers sabemos que los últimos discos de la banda han estado infectados con la plaga mallcore y nümetal hasta la desfiguración. En este disco eso ocurre mucho menos (pero ocurre). De hecho el primer tema del disco, Repentless, es toda una promesa de eficiente thrash que lamentablemente se ve defraudada en casi todos los siguientes cortes. Solo Implode, Atrocity Vendor y algo de You Against You (sobre todo por su impronta punk) se salvan del colapso total. El otro punto fuerte del disco son los solos de guitarra en general de gran factura y que permiten disfrutar algo de todos los temas, así que felicitaciones a Kerry King y claro a Gary Holt, de Exodus, que han tratado de poner la bandera en alto.
El resto es triste. Luego del primer tema, las cosas comienzan a ir de mal en peor. El mallcore aparece intermitentemente arruinando temas que de por sí no son muy buenos pero que podrían haber quedado mejor. Vices es absolutamente infame y se precipita al subsuelo. Y claro qué pensar de esa suerte de grunge extremo que es When the Stillnes Comes. Pero no se trata solo de una cuestión de temas, es también la modestia de la propuesta de la banda, carente de ideas, simplemente los cambios no fluyen, se atascan, no sabemos qué deuda desean pagarle al nümetal. El sonido del álbum es espantoso, casi tan malo como el del World Painted Blood, seco y plano. Paul Bostaph un baterista eficiente se muestra extraordinariamente conservador y modesto en su despliegue, limitándose a marcar el ritmo en demasiados momentos. Si a esto le agregamos que la voz de Araya está en su peor momento no queda mucho por oír del disco.
Pero lo peor es que toda la agresividad de Slayer se oye impostada, falsa, prefabricada. No se siente la rabia y energía interiores que aún encontramos en unos Overkill cuando el año pasado nos entregaron un increíble White Devil Armory, o para no quedarnos solo con los más famosos, el admirable disco de retorno de Protector Reanimated Homunculus por citar unos ejemplos entre varios. Hay que entender que gritar sin sentimiento de rabia auténtico solo empobrece los temas. Y eso es lo que hace Araya todo el tiempo. Es como si ahora representaran el papel de los duros del Big four. Metallica son los maduros; Megadeth, los virtuosos; Anthrax, los felices y Slayer, los malos. O sea un rol prefabricado.
En definitiva un trabajo, más allá de unos cuantos atisbos acertados, pobre, involutivo, aburrido, desorientado y, de paso, contrario a la ortodoxia. Una terrible decepción que lamentablemente no sorprende a juzgar por la trayectoria de la banda de los últimos 20 años. Quizás a un chiquillo de 15 fanático de P.O.D. o de Bring me the Horizon le diga algo, a mí ya no. Hoy es un mal día para el metal.
El trailer engaña, esos son los mejores segundos de todo el disco
Esta es la realidad del álbum