‘La señorita de Tacna’ triunfó en Lima
Muchos recuerdan que ‘La señorita de Tacna’ se estrenó en 1981, pero seguramente pocos tienen claro que ese año el estreno mundial ocurrió en mayo, en Buenos Aires, Argentina, seis meses antes de su esperada llegada a Lima. En la capital peruana, el Teatro Marsano de Miraflores acogió la escenificación vargasllosiana a partir del 3 de diciembre. Se cumplen 30 años de esa noche, en la que el ahora Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa debutó como dramaturgo ante sus compatriotas.
Para un sector de la crítica literaria “La huída del inca” (1952) es el primer drama escrito por Mario Vargas Llosa. Sin embargo, el mismo autor le ha restado importancia a esa breve y colegial pieza. En sus primeros años, MVLl destacó como novelista, narrador en suma, no como dramaturgo. Esa deuda la pagaría con creces en su etapa de madurez literaria.
Su revancha llegó en forma de mujer. ‘La señorita de Tacna’ (1981) se publicó primero en su versión textual a inicios de 1981, prácticamente al mismo tiempo que sus estrenos latinoamericanos. En Argentina, la pieza dirigida por Emilio Alfaro (1933-1998) se estrenó en el Teatro Blanca Podestá, el 26 de mayo de 1981. El mismo Alfaro llevaría también la obra a Lima, dirigiendo la primera función en nuestro país el jueves 3 de diciembre de ese año.
Los actores
El elenco argentino lo encabezaba la gran actriz Norma Aleandro (1936), quien junto con Alfaro -un tipo alto, delgado, de pelo corto y anteojos- construyó una puesta en escena sintonizando con las complejidades espacio-temporales del drama que desenvolvían principalmente Mamaé/Elvira, y Belisario, el afiebrado escribidor dentro del montaje, interpretado por el actor chileno Franklin Caicedo.
Completaron el talentoso grupo de actores argentinos: Ana María Casó, Patricio Contreras, Tina Serrano, Adriana Aizenberg, Katja Alemann (señora Carlota), Rubén Stella, Jesús Berenguer y Leal Rey (Abuelo).
Osvaldo Cattone, el amigo argentino radicado en el Perú, abrió las puertas de su casa, el Teatro Marsano, para que miles de peruanos apreciaran el drama del consagrado escritor.
Los días previos al estreno limeño fueron de martilleos, correteos y nerviosismo, con los tramoyistas entremezclados con los actores, en plena faena por levantar el complicado escenario que la puesta en escena exigía.
Alfaro, el director, dijo en una entrevista para El Dominical de El Comercio, que lo que le entusiasmaba de la obra “es lo mismo que siempre me había atraído en la literatura de Mario: ese no someterse a las estructuras ya probadas. El se propone un mundo y lo traslada al teatro”.
Tanto Emilio Alfaro como Norma Aleandro eran viejos amigos. Desde Buenos Aires, donde hicieron una gran temporada previa, se adentraron en la piel de Mamaé (Elvira) y supieron trabajar con los recursos de la memoria y la imaginación, o al menos ese fue el pedido de Alfaro a la reconocida actriz porteña.
Un día antes del estreno mundial en Buenos Aires, aquel 26 de mayo, el propio MVLl había expresado su miedo a que en el ensayo general no reconociera su propia obra, o peor, que la reconociera y no le gustara lo que había escrito.
Ese mismo pavor invadió a Alfaro días antes del estreno en Lima, no solo porque se volvería a ver con Vargas Llosa en las primeras filas, sino porque lo haría ante los peruanos, gente del país en el que se registraba la ficción teatral.
Esa noche estuvieron entre el público asistente políticos, ministros de Estado, intelectuales y empresarios. Además del autor y su esposa Patricia Llosa, compartieron el estreno personalidades como el periodista y director de El Comercio, Alejandro Miró Quesada Garland; el entonces ministro de Educación, José Andrés Benavides Muñoz; así como el artista plástico Fernando de Szyszlo, amigo personal del escritor.
La obra
Se trataba de un montaje teatral de estructura compleja, dinámica y sucesiva, que establecía unidades de acción, y donde se podían distinguir objetivamente dos planos escenográficos: uno, familiar, de época, donde se movilizaban los personajes construyendo la historia propiamente dicha; y el otro, el que creaba el alter ego de MVLl, Belisario, quien mostraba en vivo sus devaneos creativos.
Esta puesta en escena, y al decir de cierta crítica con pretensiones estructurales que MVLl había hecho funcionar en su novelística -cambios espacio-temporales, vasos comunicantes, etc.- servía ahora para contar una historia enmarcada en un supuesto realismo, la de los abuelos y la Mamaé -Elvira-, quien encarnaba a la señorita de Tacna, y cuya referencia es la tía abuela de MVLl, quien lo crió en su casa.
Una vida de familia, que proyectaba también hábitos, traumas y formas de pensar de la clase media peruana, especialmente de la mitad del siglo XX. Asimismo, el amor no era un tema ajeno a la composición, aunque no por ello se caía en el sentimentalismo, sino más bien se percibía en cada detalle el más auténtico espíritu neorromántico. A todo ese mundo se enfrentaba el elenco de Alfaro.
Mario Vargas Llosa no podía estar en mejor momento: ese año dirigía un exitoso programa periodístico en la televisión peruana, ‘La Torre de Babel’; también se estrenaba en Lima la película ‘Pantaleón y las visitadoras’, basada en su novela homónima; y, además, por esos días se publicaría su maravillosa novela ‘La guerra del fin del mundo’, que hizo aclamar a la crítica mundial, calificándolo como “el más grande escritor del mundo”.
Para completar el cuadro de estrella literaria, MVLl estrenaba una pieza de teatro original y profundamente humana. Si en algún otro momento el Premio Nobel de Literatura 2010 hubiera merecido ese premio máximo, habría tenido que ser en esos años iniciales de la década de 1980, en los que se mostraba como un escritor completo, maduro y protagonista de la realidad en que vivía.
Viajes por el mundo
El camino de ‘La señorita de Tacna’ fue de éxito no solo en Latinoamérica, sino también en el Viejo Continente. En Madrid, España, el drama de Mamaé se apreciaría con la misma dirección de Emilio Alfaro, a partir del 9 de septiembre de 1982, en el Teatro Reina Victoria.
Pero antes se paseó por escenarios tan disímiles como los de Uruguay, Venezuela, Colombia, Puerto Rico, Costa Rica, México y Estados Unidos. Incluso se llegó a presentar el drama en Israel.
El 13 de mayo del 2004, Norma Aleandro volvió a encarnar a Mamaé, tras cinco años de exilio fuera de Argentina (igual que la primera vez, en que volvía de otro exilio). Entonces Mamaé/Elvira retornaron a ella, o ella retornó a Mamaé /Elvira.
“La señorita de Tacna” de ese 2004 se vio en el Teatro Maipo, dirigida por el hijo de Norma, Oscar Ferrigno (quien fue el 81 el joven asistente de Alfaro), junto con Carlos Portaluppi, Carolina Pelleritti, Ernesto Claudio, Julio López, Marzenka Nowak, Beatriz Spelzini, Iván Espeche y Marcos Montes. La escenificación mantenía casi el mismo orden de la versión original, aquella que Emilio Alfaro había puesto en escena en el viejo y eterno Teatro Marsano.
(Carlos Batalla)
Foto: Archivo Histórico El Comercio