Diario aprender
El título juega con el de uno de los libros que más aprecio (“Diario educar”) y no porque cuente la pedagogía entre mis saberes. En lo absoluto. Pero creo que Constantino Carvallo, su autor, se cuenta de entre los más sabios inspiradores de la buena educación en el Perú.
Si de pedagogía se trata he de confesarte que sé de la teoría y la práctica educativa lo que sabe un poeta de química. Aquí el pergamino: un trajín descomunal para formar a unos pequeños muy cercanos y un desbarajuste en un breve ensayo de cátedra de Ciencia Política (veinte honestos rojos al final y la de Villadiego al reparar que no servía para bien tolerar). Lo más cerca a la enseñanza en la actualidad son los artículos y los propósitos o despropósitos de este blog, con lo cual ya es mucha pretensión. El que escribe estas notas no es más que un aprendiz.
Pero vamos al punto. “Diario educar” es un libro de Carvallo que conviene revisar seas o no seas profesor, porque tanto como se aprende, se enseña. El vendedor al cliente, el padre al niño, la mujer al marido, el marido a la mujer, el amigo al amigo, el crítico al escritor, etc etc. Vamos por el mundo educando o maleducando sin querer o aprendiendo y desaprendiendo para educar y nutrir. Si quieres buenas claves, aquí van algunas frases del buen Constantino que un mal día se nos fue sin mediar adiós, pero que educó con amor (allí la clave de todo). Quedan, no obstante, sus letras para seguir.
(Extraídas de “Diario educar”):
“La voz del maestro, su tono, su textura, su ritmo, dice más que las palabras mismas y abre o cierra el complicado sendero hacia el corazón del otro”.
“No podemos educar sin tener fe en el futuro, sin creer que ese niño puede ser mejor y vivir también mañana en un mundo mejor. La apertura a la esperanza, es según un pensador, la enfermedad orgánica del profesor”.
“Según el escritor y educador ruso León Tolstoi no debe obligarse a nada. Todo lo que el niño haga debe provenir del deseo; no hay lucha contra la pereza porque los actos realizados provienen del afán mismo de realizarlos. La pereza se sacude y se olvida por el placer que nos procura la meta buscada”.
“Debemos también enseñar esto, a enfrentar el disgusto, a valorar el goce postergado que el esfuerzo puede dar”.
“Ninguna facultad de educación nos prepara para enfrentar al alumno que nos reta, que desafía la norma y jaquea el aula. Ante la inconducta reiterada está el maestro solo, desamparado, decidido pero apesadumbrado, a la hora señalada, como el sheriff Gary Cooper en medio de la calle”.
“No hay método, no hay sistema, el buen maestro no tiene doctrina. Su difícil trabajo es, como el psicoanálisis de Lacan, una aventura singular permanente”.
“En el aprendizaje la atención lo es todo. Y aunque ella nace del interés, es posible atender aún aquello que en principio no nos interesa. Hay un entrenamiento de la atención que la domestica y la hace, de algún modo, voluntaria. La escuela debe servir para ello”.
Sobre la caridad. “Es el amor por excelencia, el que todo lo tolera, el que no sabe de ira, el que olvida y perdona. Ese amor está, o debiera estar, en la relación de los padres con sus hijos y es la única condición que debiera exigirse a quien dice sentir la vocación de maestro”.
“De todas las huellas que la escuela puede dejar en el alumno, la peor es la timidez”.
“Educar con el ejemplo, entonces, quiere decir mostrarme, ser auténticamente yo frente a otro para que nuestra vida, nuestros éxitos y fracasos, nuestras virtudes y defectos, puedan ser tomados como ejemplo de lo que un ser humano, yo mismo, ha logrado ser. No puedo educar con el ejemplo en el sentido de pretender que mi conducta sea digna de imitarse. Por eso la virtud básica de padres y maestros es la honestidad”.