Poesía erótica
Guardo unos poemas eróticos escritos por esta pluma durante los últimos 10 años, aún recargados de metáforas que no logro liberar. Cuando sea el día y el pudor amaine, los convertiré en edición. En la historia de la poesía abundan los poemas de amor puro, pero estos no expresan, por lo general, la buena ventura de sus creadores: son amores lacerados, no correspondidos, rotos, humillados. Frente a la opción del corazón en ruinas emerge la figura de la poesía erótica, que redime el alma de su oscura prisión a través de los goces del cuerpo.
La mística del cuerpo se expresa en las carnes que al unirse adquieren vida y vida intensa y ,más: vida física y fusión espiritual a la vez. Pasión descarnada, los ojos de la amante o amada como el eje del universo, los cuerpos que se lazan para siempre en un instante que se eleva al infinito con todas sus magias, curvaturas que duran para siempre, humedades vastas, trémulas carnes, intensidad, todo esto es arte cuando se le quiere ver así y lo es más cuando las letras lo exaltan y lo elevan como un canto.
Algunos poetas son más explícitos que otros. Frida Varinia Ramos (1960) escribe y no oculta:
Me dejo tocar por ti
en las calles
enfrente de todos
semi-desnuda
oprimes alguna parte infinita de mi orgasmo
Y una vez más
tu sexo afilado
está aquí
abriéndome los labios.
La poeta prescinde del amor, se refiere solo al cuerpo y es válido cuando lo que se juega no es la posibilidad del sufrimiento sino la del placer puro. La poeta Coral Bracho va en esa línea y aborda con todas sus letras los nombres de los flujos del cuerpo que devienen como “las brasas en tus selvas untuosas”.
Curiosamente es en la poesía escrita por mujeres (y no me extiendo más sobre ella), donde esta riqueza de la imaginación se expresa de una manera desbordante, precisa y muy sentida.
Discutía, precisamente, con un poeta sobre el valor de la poesía erótica y cómo el descorazonado creador la puede hallar como un preventivo contra la posibilidad de enfrentar el mal de amores. Que el cuerpo no sufre, ya sabes y que tal (el padecimiento más que la dicha) es en demasiadas ocasiones el atributo trágico de los corazones enamorados (de alguno de ellos). Discutíamos también sobre el mejor poema de amor erótico escrito y me encontré con grandes luces, pero por el lado del otro género, pero muy poca o buena poesía erótica escrita por varones, cuya imaginación desborda más en la abstracción, aún en el imperativo de satisfacer con la palabra lo que se satisface muy bien con el cuerpo.
El poema 1 de Pablo Neruda (De “20 poemas de amor y una canción desesperada”) no es el mejor poema erótico desde la vertiente masculina, pero sobresale como lo que, en ocasiones, es una opción frente a la senda de un corazón trizado. Los ojos que miran lo que bien sienten y tocan. Antes que el desconsuelo lloroso de Mariano Melgar, la quena adolorida de un vate a la deriva, vale bien la avidez silvestre de quien se une como fuego al fuego intenso del otro cuerpo y lo venera como un prodigio de la naturaleza y de la vida que nos quema en un beso, una cópula o un abrazo. Neruda lo poetiza en todas sus palabras. Quizás la clave es que solo tienes que sentirlo con los ojos:
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin limite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
Ps:
No le resto valor a la poesía amorosa, la poesía es pasión, altura, excelsitud; pero el optimismo en demasía es peligroso, tanto como el idealismo sin suelo.