El primer gran paso
Y me fui a la cama con una sonrisa que no pude quitarme por muchos días. Una sonrisa cómplice, como cuando sabes un secreto gigantesco y quieres contárselo a todo el mundo pero sabes que no puedes. Todavía no puedes.
Y se te vienen a la cabeza mil pensamientos. Y se supone que ya tienes que irte a dormir, porque al día siguiente tienes un call conference a las 8 a.m., pero la ansiedad puede más contigo y ya en la cama, a oscuras, prendes la Tablet y empiezas a indagar en Google Maps. Empiezas a buscar destinos. Empiezas a meterte a más grupos de viajeros en Facebook. Inauguras el #ExcelDios que hoy tiene más de 20 pestañas con información para escribir una guía de viajes enterita a tu estilo.
“Ok, tengo que dormir, contrólate”.
Pero no aguantas. Y a pesar que tu mejor amiga puede estar ya en su quinto sueño, miras por WhatsApp su última conexión y posiblemente esté despierta:
-“¿Estás?” (AAAAAH!!!!)
-“Sip”
-“Te llamo”
Y la llamas:
-“Lo hiiiiice, compré el primer pasaje”
-“¿Q-U-É H-A-B-L-A-S?”
-“Me voy. Me voy a dar la vuelta al mundo. Ya está. Mañana te cuento más. Solo te quería dar esa primera noticia”.
Y piensas en cómo le vas a contar a tus papás. Qué vas a decir en el trabajo. Cómo reaccionará la “gente común”. Y solo sueñas-bueno, aun no soñaba porque estaba demasiado hiperactiva para poder dormir- con todos los lugares que vas a conocer, con la gente, con las perdidas que te vas a meter, con las aventuras que vas a vivir. Y con tantas cosas que pasaban por mi mente, me fui a dormir sonriendo.
El gran viaje estaba en mi mente rondando y rondando. No sabía que iba a ser ese detonante que hiciera que diera el paso para comprar el pasaje, pero tenía que llegar, ese día tenía que llegar.
Ya había indagado en varias aerolíneas asiáticas, avanzaba en el proceso de pago y luego daba un paso atrás, no podía terminar de colocar todos los números de la tarjeta de crédito.
Pero ese día, ese día algo le ocurrió a una persona cercana que me hizo pensar mucho. Me hizo pensar en mí, en el hoy, en la vida, en la felicidad, en la gratitud, en mis sueños, en mi pasión. Y fue como di el pequeño gran paso y me lancé a la piscina. ¿Por qué no pensar en nosotros mismos? ¿Por qué no ser felices, hoy, mañana, siempre? ¿Por qué no agradecer cada minuto de vida que tenemos? ¿Por qué no perseguir nuestros sueños?
Se venían mis 30 años, y tenía que celebrarlos en grande. Tenía que empezar la ruta en honor a esta nueva etapa y así lo planee. Mi gran regalo empieza dos días antes de mi cumple. Mi gran regalo intangible, que durará en recuerdos para toda la vida.
Ya había tomado la decisión. Ya tenía la fecha, ya tenía el pasaje… Siguiente gran paso: ¿cómo damos la noticia?