Para muchos estudiantes en el Perú el mes de marzo del 2020 quedará grabado para siempre en su memoria. Aunque el anuncio de clases virtuales debido a la pandemia del COVID-19 fue celebrado por algunos alumnos, nadie esperaba que esta modalidad de trabajo se prolongaría por dos años académicos. En este tiempo, miles de escolares padecieron problemas de salud mental como ansiedad, estrés, falta de socialización, etc. Pero no solo los alumnos padecieron el efecto de la pandemia. Los profesores peruanos también sufrieron las consecuencias.
Jorge Luis Cari Peralta, docente de Ciencia y Tecnología del colegio Santísimo Salvador de Arequipa, cuenta que fue complicado pasar de las clases presenciales a la virtualidad, ya que no podía establecer lazos entre profesor-estudiante. “La virtualidad dificulta el aprendizaje”, considera y agrega que, a nivel personal, llegó a descuidar su salud. Por estar largas jornadas de trabajo sentado en un computador, sintió que se volvió sedentario.
Al desgaste físico se sumó rápidamente el cansancio mental. Christian Roger Loaiza Abarca, profesor de Educación para el Trabajo del mismo centro educativo recuerda que fue una experiencia muy dura para él, pues, además de su labor como docente, era encargado del área de sistemas del colegio
“Yo capacitaba a otros colegas, me sentí estresado. Tenía horarios tan extensos que llegué a trabajar para preparar mis clases desde las doce del mediodía hasta la una de la madrugada, con gran desgaste mental y físico”, señala.
Loaiza pensó en renunciar en octubre o noviembre del 2020, ya que su salud se veía afectada. Tuvo una operación de la vista por las largas horas frente al computador y subió de peso por el sedentarismo.
Otra preocupación constante para los docentes era si los alumnos realmente estaban aprendiendo durante las clases virtuales. “En algunos momentos me sentía preocupado por saber si los estudiantes estaban aprendiendo. Si no podían encender cámara o micrófono por lo menos, esperaba que me den algún indicio de que estuviesen prestando atención”, dice Cari.
Motivaciones y preocupaciones
Los familiares del docente Luis Cari lo vieron exhausto y fueron ellos mismos los que lo ayudaron a seguir adelante. Su mamá tuvo un papel especial, ya que, más allá del apoyo emocional que le daban sus seres queridos, le ayudaba a preparar sus clases virtuales para tener una mejor comunicación con sus estudiantes.
En cambio, para el profesor Christian Loaiza su motivación fueron su hijo y su esposa. De igual manera, el maestro generó espacios de autoayuda personal. Además, sus colegas lo motivaron al realizar sus capacitaciones de informática, ya que, según nos cuenta, se notaba el gran interés de sus colegas de querer seguir aprendiendo y así llevar a sus alumnos un mejor material.
Pero los docentes no solo vieron afectadas su salud física y mental, sino también sus bolsillos, Muchos padres de familia pedían un descuento en las pensiones por la modalidad virtual que y esto afectó directamente en los honorarios de los docentes, a quienes descontaron su sueldo mensual y, en otros casos, fueron puestos bajo suspensión perfecta.
Una vía de escape
Sin embargo, también hay experiencias como la de Antonio María Campano Contreras, director del Conservatorio de música Luis Duncker Lavalle de Arequipa.
A diferencia de los docentes de áreas curriculares, Campano sacó provecho a la virtualidad en el tema de la música y la práctica de instrumentos. Como los estudiantes estaban más tiempo en casa podían practicar y perfeccionar el uso de su instrumento musical y así canalizar mejor su energía.
Finalmente, es importante reflexionar sobre el trabajo en la virtual o presencial; ya que ambas modalidades coexisten en la actualidad. Si bien se ha llevado una educación a distancia de emergencia según la Unesco, la virtualidad ha llegado para quedarse por lo que la preparación física y mental no puede ser desatendida, ni en el caso de los estudiantes ni de los docentes.
Nota escrita por los corresponsales escolares Matías Benjamín Ortíz Álvarez, Raí Anyelo Pauca Díaz, Camila Adriana Juarez Luna, Diana Qing Liu Bejarano, Valeria Fernanda Pérez Poiré y Carlos Fabricio Palacios Carrillo de la institución educativa Santísimo Salvador-Arequipa. Bajo la mentoría de la periodista Milagros Asto Sánchez.