Soy Abigail, aparezco con short en la foto. Nací hace 29 años en Moquegua, me crie en Tacna y luego viví en Bolivia junto a mi familia por 11 años. A mi lado está Bárbara, ella tiene 37 años y dos hijos, es ultramaratonista y se dedica al mundo fitness desde hace 15 años. Ha llegado a correr 168 km en España sin parar.
Londres, Chicago, Boston, Berlín, Tokio y Nueva York albergan las seis maratones más importantes del mundo. El año pasado, Abigail Terán cruzó la meta de la carrera que se celebra en la Gran Manzana y se convirtió en la primera peruana invidente en lograrlo.
“Hueco, gente, avanza, levanta el pie, izquierda, derecha”, le indica Bárbara Koch a Abi mientras recorren hombro a hombro la pista atlética del estadio Gálvez Chipoco de Barranco. Nunca sueltan la cuerda guía que les permite llevar el mismo ritmo.
—¿Cuándo comenzaste en el atletismo?
Abigail: Tuve dos etapas. En Bolivia, a los 14 años, mi profesor veía que pasaba mucho tiempo en la biblioteca y quiso hacer algo por mí [risas]. Me animó a correr y gané una medalla de bronce. Pero tras 4 o 5 carreras tuve que dejarlo porque no había guías y el profesor se iba a cambiar de aula. La segunda etapa comenzó en octubre del 2015, cuando conocí a Bárbara en la carrera de Los Olivos.
—Bárbara, eres una destacada atleta. ¿Cuándo te iniciaste como guía?
Bárbara: Este movimiento comenzó por 1999 en el Perú pero ganó fuerza desde hace seis, más o menos. Yo conocí a Abi cuando el mánager de Efraín Sotacuro nos invitó a una carrera. Había un grupo, organizado por Víctor Espinoza desde hace 4 o 5 años, que ayudaba a personas invidentes a correr. Cuando me tocó correr con Abi, subimos una foto al Facebook y la gente comenzó a compartirla. Parece que recién se dieron cuenta de que hay mujeres invidentes que corren.
A: Hasta esa época solo los chicos corrían.
—Y terminaste llegando a la Maratón de Nueva York.
B: Y fue muy difícil porque debimos conseguir dinero para los pasajes, pedir el visado... Nos ayudaron Aquiles Perú y Copa Airlines con la mitad de un pasaje para Abigail. Pero Corina Garrido, su guía en esa carrera, corrió con sus gastos. Tres o cuatro días antes de volar recién pudimos comprar los pasajes.
A: Es duro no tener dinero suficiente para estas cosas. Es duro no tener el apoyo de la familia, un like en Facebook o el apoyo monetario que te respalde. Me duele no poder invitarle ni una botella de agua a mi guía, en lugar de eso ellos me terminan invitando algo a mí.
—Cuéntennos más sobre el entrenamiento...
B: Todo comienza con el deseo de las atletas invidentes de ser mejores e independientes. Es mental, organizar tu tiempo, tu trabajo, tu vida personal. Esto es lavar tu ropa a las 11 p.m. cuando llegas, estudiar hasta las 2 a.m., levantarte a las 5 a.m., ir al mercado una vez a la semana. La parte oculta de una maratón es esa.
A: Yo corro tres veces a la semana. Los martes y jueves por las noches y el sábado o domingo por las mañanas. Tratamos que los horarios no sean tan complicados. Para mí el deporte no tiene por qué ser una disciplina monástica y ascética.
—Te estás preparando para entrar a la universidad. ¿Cómo ordenas tu tiempo?
A: Sí, estoy preparándome para estudiar Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Me considero una buena estudiante de filosofía a la que le gusta correr. De lunes a sábado, de 8 a.m. a 2 p.m., me la paso estudiando. La primera vez no pude ingresar porque no me permitieron llevar mis materiales de educación especial.
—Además trabajas...
A: Sí, soy vendedora ambulante, trabajo de lunes a sábado de 2 a 7 p.m. A las 7:30 ya puedo venir a correr.
B: El Gobierno debería contar a las personas que tienen esta diversidad funcional y darles una pensión. Es increíble que ellos arriesguen sus vidas siendo vendedores ambulantes porque nadie les quiere dar trabajo.
A: Siempre digo que corro porque me hace sentir lo contrario a la filosofía. Cuando estudio filosofía pienso, cuando corro me olvido de todo. Siempre debe haber un equilibrio en la vida.
—¿Nunca pensaste en tirar la toalla?
A: Algunas veces. Pero es porque a veces no hay guías. Ellos también tienen cosas que hacer y es un poco difícil coordinar. Por mi lado, tengo un marcado sentido del deber y lo que puede pasar es que al día siguiente me levante un poco más tarde, ese es mi descanso.
—¿Cuántos guías hay?
B: Nosotras tenemos una asociación de mujeres invidentes, vivimos todas juntas y les ayudamos a las chicas a insertarse a la sociedad. Perú Runners y Víctor Espinoza tienen iniciativas similares. Ahora, gracias a Dios, tenemos unos 25 o 30 atletas invidentes y un promedio de 50 guías apoyándolos. Aunque los guías realmente comprometidos somos unos 20, para ser sincera. Abi tiene la suerte de tener tres guías –pronto serán cuatro– que la queremos mucho.
—Abi, ¿en cuántas carreras has participado?
A: Deben ser 13 o 14. Dentro de ellas está la Maratón de Nueva York. Ahora último, en diciembre, fui a visitar a mis amigos en Bolivia y participé en una carrera a 2.100 metros de altura, en Cochabamba.
B: Además, ella es la primera mujer nacida invidente del Perú que ha corrido en arena, la primera trail runner.
—¿Qué es lo más complicado en estas carreras?
B: Las personas invidentes son extrasensoriales, se aturden con las multitudes. Abi tuvo un problema en Nueva York...
A: Casi abandono la maratón. Correr con tanta gente me hacía sentir demasiado expuesta, sentía mucha violencia. Es una forma de decir que hay mucha bulla y euforia, todos están muy agresivos. Ahora, encontrar a tu guía también es complicado. Debe tener más o menos tu talla, cierto grado de compatibilidad contigo y en lo posible ser del mismo género.
—¿Qué meta queda?
B: Abi puede tener la oportunidad de completar las seis maratones más importantes del mundo. Para eso solo necesitamos apoyo.