(Foto: Difusión)
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La cerró el 2018 con una expansión de 4,3%; este no solo ha sido el mayor ritmo en 5 años, sino que además ha sido notablemente superior al de los cuatro años previos, cuando la tasa más alta fue la del 2015 (2,9%).

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La demanda interna es la suma de los componentes privado y público del consumo y de la inversión. Y aunque en los últimos tres años el crecimiento del consumo (privado más público) supera consistentemente al de la inversión, el dinamismo de ambos el año pasado fue bastante similar: el consumo creció 4%; la inversión, 3,8%. Y ello es reflejo de que la inversión gana velocidad.

Es cierto que en el 2018 la creció por primera vez en 5 años, pero a pesar de hacerlo en 8,4% no ha regresado todavía a los niveles que ya había alcanzado en el 2014. Y además explica solo 9,3% de la expansión lograda el año pasado. Pero es más relevante la , que explicó 19,9% del crecimiento logrado en el 2018. Es decir, si esta se hubiese mantenido estancada el año pasado, la economía no habría logrado crecer 4%, sino solamente 3,2%.

Concentrándonos en la inversión privada, encontramos que esta llegó el año pasado a US$39.732 millones, monto todavía inferior en 3,7% al alcanzado en el 2014. Pero, esto responde sobre todo a la caída en los montos destinados a la minería. De hecho, mientras que entre el 2014 y el 2015 la inversión destinada a minería representaba alrededor del 19% de la privada, para 2016 esta participación había caído a 9,4%. Y aunque se viene recuperando, en el 2018 su participación en el total solo ha llegado a 12,5%.

Lo destacable en este caso es que la inversión no minera cayó 7,3% en el 2015, pero está creciendo de manera continua desde entonces. Así, el flujo en dólares de la inversión no minera al cierre del año pasado superó en 4,8% al monto que había alcanzado en el 2014.

Aunque claramente hay riesgos (la inversión privada a junio crecía a un ritmo anualizado de 5,7%, pero cerró 2018 en 4,4%), no solo hemos cerrado un año notablemente mejor que el anterior en términos macroeconómicos, sino que además es de esperarse que la inversión privada se mantenga dinámica, gracias a una nueva ola favorable de su componente minero. 

Pero, como persisten aspectos coyunturales que nos distraen (¿demorará la Reserva Federal la subida de tasa de referencia?) y estructurales (¿para cuándo se implementará la reforma laboral?) que deben ser resueltos para consolidarla, la mejora de la inversión -y sus efectos sobre empleo e ingresos- se produce de una manera tan lenta que prácticamente ni se nota.

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