La reciente publicación de “La Lima de Ribeyro”, selección de diez cuentos de Julio Ramón Ribeyro en un aniversario más del nacimiento del escritor motiva este artículo, e invita a reflexionar sobre la relación que el autor de “La palabra del mudo” tuvo con su ciudad natal.
Ribeyro publicó “La vida gris”, su primer cuento, en 1949. Lo consideró el ‘padre’ de sus relatos por tener como protagonista a un tipo tímido, mediocre, sin aspiraciones, como sucederá en varios de los cuentos que escribiría luego. Este, como algunos de sus relatos iniciales, no precisaba el lugar donde se desarrollaba. Es más, varios de la primera etapa eran de corte fantástico, como “La huella” (1952), que refiere la historia de un sujeto que busca el origen de una mancha de sangre; o “La careta” (1952), que se desarrolla durante una extraña fiesta.
Sin embargo, todo ello cambió al poco tiempo, cuando llegó a estudiar a Europa a fines de 1952, pues sintió preocupación por la falta de un gran relato que tratara la capital del Perú, quizá como respuesta a la corriente indigenista imperante en nuestras letras. Prueba de ello es su artículo “Lima, ciudad sin novela”, publicado precisamente en el suplemento el 31 de mayo de 1953, dos años antes de publicar su primer libro. El ensayo sería recogido luego en “La caza sutil”.
En ese texto se lee: “Toda ciudad que ha alcanzado cierto grado de desarrollo industrial, urbanístico, demográfico, cultural o político luce, al lado de sus fábricas, de sus monumentos y de su Policía, una novela que sea el reflejo más o menos aproximado de lo que esta ciudad tiene de peculiar”. Así, pone como ejemplos el Londres de Charles Dickens, el París de Marcel Proust, el Madrid de Camilo José Cela, entre otros.
* * *
Aunque Ribeyro publicó tres novelas, dos de ellas ambientadas en Lima, el mayor retrato que hizo de la capital peruana se encuentra en sus cuentos. En efecto, “Los geniecillos dominicales” (1965), que trata sobre un joven universitario con aspiraciones de escritor, y “Cambio de guardia” (1976), que tiene un golpe de Estado como telón de fondo, son obras que no abarcan plenamente la ciudad. Se desarrollan, sobre todo, en Miraflores y en el Centro de Lima, los lugares que mejor conoció el autor, pues ahí vivió y realizó sus estudios universitarios, respectivamente.
Los cuentos, en cambio, amplían el universo tanto en lo geográfico, como en lo que respecta a los personajes. Además de varios relatos que se desarrollan en Miraflores —incluso hay una colección que se ambienta íntegramente en el barrio de este distrito en que Ribeyro pasó parte de su infancia y de su juventud “Relatos santacrucinos”)—, hay cuentos que se desenvuelven en Surquillo o tienen personajes de esta zona, como “El próximo mes me nivelo”. Su interés por este lugar era constante, a tal punto que medio en broma y medio en serio señaló que estaría dispuesto a escribir una colección de relatos que se titularía “Relatos surquillanos”.
Ribeyro explicó en una entrevista que los rieles del tranvía por donde ahora pasa el zanjón dividían a Santa Beatriz de La Victoria, a Miraflores de Surquillo, a Barranco de Surco. “En ese tiempo, cruzar los rieles era entrar en los barrios populares, las cantinas, los prostíbulos, los antros de maleantes. Por eso todos mis cuentos donde se desarrollan situaciones un poco turbias transcurren en Surquillo”, observó.
* * *
Miraflores, 1949. Julio Ramón Ribeyro junto a su madre Mercedes y sus hermanos Juan Antonio, Mercedes y Josefina, en el jardín de la casa de la avenida Dos de Mayo (Tomado del libro “La Lima de Ribeyro”)
-
Como es natural, los narradores pintan los períodos que más marcaron sus vidas. En el caso de Ribeyro vemos que registra algunos hechos que sucedieron en su infancia, como el último gran terremoto que asoló la ciudad, plasmado en “Mayo 1940”; o su juventud, como el golpe de Estado de 1948 liderado por Manuel A. Odría, quien gobernó hasta 1956. En el cuento “El banquete” hay una burla sobre un arribista que agasaja al presidente de la República con la intención de ocupar un puesto importante. Sus sueños terminan cuando a la madrugada siguiente un ministro toma el poder. A propósito, es conocida una frase del excéntrico poeta Martín Adán, quien, al enterarse de un nuevo golpe militar, afirmó: “Hemos vuelto a la normalidad”.
Estamos en la época del vals, del mambo, del bolero, aspectos que los relatos ribeyrianos toman en cuenta. Asimismo es una etapa en que tres taras de nuestra sociedad, como el racismo, el machismo y la homofobia, eran más intensas. Dos cuentos magníficos subrayan con fuerza el rechazo a los afrodescendientes: “Alienación”, la historia de un zambo que dedicó su vida íntegra a parecerse a un rubio de Norteamérica; y “De color modesto”, en el que un blanquiñoso —alter ego de Ribeyro— es humillado por tener como compañera a una joven morena. Un relato que es una crítica feroz contra la discriminación hacia las personas andinas es “La piel de un indio no cuesta caro”, que trata sobre la poca importancia que tiene la muerte de un humilde muchacho.
Es un período, asimismo, en que el acceso a la vivienda en Lima es un problema que se agrava. “Al pie del acantilado” presenta la historia de un esforzado padre de familia que se va a vivir con sus dos hijos a un terraplén del balneario de Magdalena como último recurso, pues no puede pagar el alquiler de una casa. La obra de Ribeyro retrata la llegada cada vez más numerosa de migrantes, sobre todo de origen andino, a la capital, debido en gran parte a la crisis agraria. Del mismo modo, se observa cómo las viejas familias limeñas se van replegando, perdiendo terreno.
Ahí tenemos como muestra de esta situación “El marqués y los gavilanes”, cuento que tiene como protagonista a un miembro de una de las más rancias familias limeñas, don Diego Santos de Molina. Hay que anotar que Ribeyro descendía de un gallego que llegó a estas tierras a fines del siglo XVIII y de intelectuales con cierto brillo (rectores de la Universidad de San Marcos y ministros de Relaciones Exteriores). En la galería de personajes ribeyrianos no solo tenemos a los de la aristocracia venida a menos, sino también a los de las clases menos favorecidas, como albañiles (“Interior L”), pescadores (“Mar afuera”), empleados de escasa importancia (“El jefe”).
Pero Ribeyro no solo ha ofrecido relatos que se ambientan en Lima. En su geografía literaria figuran cuentos que se ambientan en los Andes (“El chaco”) y en la Amazonía (“Fénix”). También en algunas ciudades europeas en las que pasó alguna temporada, como Madrid (“Los españoles”), donde fue estudiante becado; y París (“La juventud en la otra ribera”), donde residió más de tres décadas.
* * *
“Aunque Ribeyro publicó tres novelas, dos de ellas ambientadas en Lima, el mayor retrato que hizo de la capital peruana se encuentra en sus cuentos” (Foto: Mónica Newton)
-
Con el paso del tiempo, Ribeyro tuvo menos contacto con la realidad de Lima. Sus últimos cuentos evocaron su infancia en Miraflores (“Relatos santacrucinos”), distrito que en la década de 1980 e inicios de la de 1990 encontró muy cambiado. En una entrevista de 1992 señaló que Lima era una ciudad extremadamente vasta, muy variada. Muy complicada de plasmar en el terreno literario.
En el cuento “La casa en la playa”, el fenómeno social que vive la capital peruana puede “tener un alto interés para sociólogos, antropólogos o politólogos”, pero para el narrador, alter ego de Ribeyro, no. Busca el placer en diversas formas, como alejarse de las grandes urbes. En “Surf”, el último relato que escribió, publicado póstumamente en el 2009, observamos a un viejo escritor que vive, como lo hizo Ribeyro en su etapa otoñal, en un departamento de Barranco, frente al mar. El país sufría entonces un clima de violencia, con atentados. Sin embargo, “en su estudio se celebraron memorables reuniones, cenas y bailes que se prolongaban hasta la madrugada, en un ambiente de euforia febril, por momentos casi angustiosa, como si se estuvieran viviendo los últimos días de tiempos que se iban”.
Ribeyro falleció casi cuatro meses después de escribir este cuento, fechado en Barranco el 26 de julio de 1994. Dejó, en sus cuentos y sus novelas, un magnífico retrato de una Lima que es parte de la historia.
Disfrute de el especial que El Comercio dedicó a Ribeyro por los 20 años de su muerte.