Miguel Aguirre propone en “Media cajetilla de cigarrillos y una de fósforos” una meditación sobre la crisis peruana de los 80, confrontando y yuxtaponiendo imágenes del pasado. La exposición, desarrollada sobre la base de diversas colaboraciones, parte de un contraste de devaluación monetaria (una suma de dinero compraba una camioneta en 1985 y esa misma cantidad solo alcanzaba para media cajetilla de cigarrillos y una de fósforos en 1990) para abordar nuestra memoria como un terreno de revaloraciones y depreciaciones.
Nos recibe el mural “Sunset”, donde la línea curva de Coca-Cola evoca unas dunas por las que se pone el sol de Aero-Perú, nuestra desaparecida aerolínea de bandera. Este logo de reminiscencia precolombina (¿el inti antes que el sol?) desaparece tras el emblema del capital transnacional.
“Museo de la memoria gastronómica. Módulo 1 y 2” invoca el actual ‘boom’ de la gastronomía mediante dos vitrinas que muestran, cual reliquias o tesoros, réplicas en cerámica del “pan popular”, una bolsa de leche ENCI y un envase de margarina Manty. El fantasma de la escasez es encarnado por estos productos ya desaparecidos, pero que gracias a esta muestra de Miguel Aguirre ahora son tangibles y literalmente incomibles por ser de cerámica.
“Toyota Corona Station Wagon (nacional), año 1985” reproduce media cajetilla de cigarrillos Way Lights y una caja de fósforos La Llama, aludiendo al título de la muestra. Esta obra hace contrapunto con “Esto no es un Toyota Corona Station Wagon (nacional) año 1985”, un cuadro desgastado de estética de cartel callejero que retrata ese modelo de auto.
La videoinstalación “mañanamañana” muestra a Carlos Criminal tocando jingles navideños de América TV, Inca Kola y Aero-Perú, cuyas letras optimistas pretendían hablar de cohesión social en medio de la radical descomposición del país, un contexto mejor retratado en versiones de rock duro.
La serie de pizarras “Repasos. Primeros veinte” recrea imágenes tomadas de periódicos y revistas: comunicados de organizaciones políticas y empresariales sobre política económica o laboral, comerciales de entidades financieras que ofrecen intereses astronómicos que evidencian la magnitud de la devaluación, publicidad de productos que pretenden solucionar problemas estructurales de modos simples o mensajes de optimismo ante el desastre vivido. La tiza alude a la educación y un implícito aprendizaje en el que los medios de comunicación jugaron un papel clave pero no asumido.
El tejido “Paisaje urbano” es notable. Basado en una obra de August Tschinckel (artista asociado a los Progresistas de Colonia de la década de 1920), Miguel Aguirre modifica la imagen y reenmarca este “camino al trabajo” como una salida del trabajo: desempleo y cierre de fábricas, pero enfocado en el trabajo artesanal que ha subsistido a los cambios de modelo productivo.
El acercamiento biográfico lo ofrece “Corona (o cómo el crédito Sears sangró a mis padres la Navidad de 1987)”, a través del cual el artista nos invita a abordar nuestros propios recuerdos. Miguel Aguirre activa así una memoria política, económica, social, estética y afectiva marcada por rituales (Navidad), por modelos de desarrollo (consumismo), por ciclos económicos (cambios de moneda, tasas) y por períodos de gobierno.