Publicado originalmente el 26-06-2019.
Cuerpos de biscuit, pasta, baquelita o plástico. Piernas y brazos desplegados como arañas, torsos desnudos, cabellos revueltos, sorprendidos ojos de vidrio. Visten su tradicional vestido victoriano, y sus entreabiertas boquitas pintadas parecen maldecirnos sin por ello perder la sonrisa. La palidez de su piel craquelada nos da un escalofrío: pocas cosas resultan más lúgubres que un juguete muerto. Como Annabelle.
“Annabelle 3”, filme de Gary Dauberman que entra a nuestra cartelera este jueves, es el último producto de una industria del cine de género que ha sabido aprovechar estos miedos atávicos en múltiples ocasiones, con muñecos, robots, títeres o marionetas como protagonistas habituales.
La historia viene de largo, y podríamos remontarnos al siglo XVIII, cuando los autómatas se hicieron populares en la literatura y la filosofía de la época. Pero es tras el fin de la Primera Guerra Mundial cuando los muñecos se convirtieron en nostálgicos símbolos de una humanidad extraviada. A través del pensamiento surrealista, las muñecas se transformaron en objetos de deseo para artistas tan perturbadores como el alemán Hans Bellmer o el austríaco Oskar Kokoschka. El primero es conocido por sus niñas artificiales, de multiplicadas coyunturas y articulaciones. Su más célebre escultura, “La poupée”, es una siniestra figura de madera articulada que sintetiza 40 años de experimentación, desde 1934 a 1975.
“La muñeca” de Hans Bellmer, juguete infantil convertido en ob-jeto erótico y violento.
En el caso de Kokoschka, fue el deseo, pero también la locura, lo que marcó una obsesión. Incapaz de recuperarse de su fracaso sentimental con Alma Mahler, viuda del compositor Gustav Mahler, mandó fabricar una muñeca igual a su antigua amada para librarse de su recuerdo. La muñeca resultante fue una decepción para el artista, pero aún así se paseó en auto con ella por las calles de Viena, e incluso reservó un palco en la ópera para ambos.
Una de las muñecas hechas por Hermine Moos.
Estar con los muñecos
Estar nervioso, inquieto, preocupado: la frase “estar con los muñecos” fue recuperada por Julio Hevia en su libro “Habla, jugador: Gajes y oficios de la jerga peruana” (2008). Quién sabe, el miedo vinculado a los monigotes que aparece en nuestro verbo, tenga que ver con lo que veíamos en el cine hace casi un siglo, películas protagonizadas por muñecos de ventrílocuo, un espectáculo propio de club nocturno que la gente entonces consideraba divertido, pero que hoy nos resulta aterrador.
El inquietante espectáculo de ver a alguien hablar con su propia mano aparece por primera vez en “The Rival Dummy”, cuento del popular escritor estadounidense Ben Hecht, publicado originalmente en la revista “Liberty Magazine”, en agosto de 1928. Se trata del relato de un ventrílocuo cuya cordura se vuelve precaria tras depender de su muñeco para comunicarse. La versión cinematográfica más famosa de esta historia se tituló “The Great Gabbo” (1929), protagonizada por Erich von Stroheim como el ventrílocuo en apuros. No fue una película de terror propiamente, pero resulta extraña y perturbadora hasta hoy. Tanto, que incluso en “Los Simpson” le dedican un homenaje en su cuarta temporada, cuando un muñeco llamado Gabbo se convierte en estrella de la televisión en Springfield. A partir de los años 40, los ventrílocuos pulularon en la pantalla. En “Dead of Night” (1945), cinta de culto con cinco terroríficos cuentos cortos, incluye “The Ventriloquist’s Dummy”, donde el muñeco Hugo hace que su dueño dispare contra un colega para quedarse con su empleo. Homónimo muñeco protagoniza “Devil Doll” (1964), una de las primeras historias en que se nos presenta un muñeco animado por causas sobrenaturales. En “Magic” (1978), un jovencísimo Anthony Hopkins provoca más pesadillas que su veterano Hannibal Lecter. Su muñeco, llamado Fats, lo convence de asesinar a su manager y al marido de su amante. Y eso solo es el inicio. En todos estos casos, se explora el miedo a través de una curiosa perspectiva psicológica: la conexión del intérprete con el objeto de la actuación.
“Annabelle”: tráiler
El diablo mete la cola
En filmes como “El bebe de Rosemary” (1968), “El exorcista” (1973) y “La profecía” (1976), el diablo mete su cola y anima un género que entonces vivía tiempos de repliegue. Y en los muñecos poseídos, asociados a la imaginería del vudú, Hollywood encontró una veta ilimitada. Por supuesto, “Chucky, el muñeco diabólico” (1988) dirigida por Tom Holland, dio inicio a la franquicia más duradera y celebrada. Ver a Chucky desfigurado por las cicatrices en el rostro, de tantos hachazos y cuchilladas recibidos, o a su pareja, Tiffany, carbonizada y humeante, tan desagradable como el olor al plástico quemado, es parte del placer perverso. Su reinado de terror ha continuado en siete películas, y una reimaginación no afiliada lanzada en breve con la voz de Mark Hamill. En el inminente filme de Lars Klevberg, es una inteligencia artificial la que hace criminal cortocircuito. Chucky es capaz de conectarse y controlar todos los aparatos electrónicos domésticos, desde termostatos a robots limpiadores, lo que convierte a una casa en una trampa mortal.
La lista es enorme, pero quizá la única capaz de enfrentar al diabólico Chucky en la taquilla resulte la también demoníaca Annabelle. Nacida como un ‘spin off’ de “El conjuro” (2013), la primera aparición en solitario de la muñeca, bajo la dirección de John R. Leonetti, se enfocó en sus primeras víctimas. David F. Sandberg dirigió su secuela, “Annabelle: la creación”, mostrando el origen mismo del personaje: una muñeca poseída por el espíritu de la hija de un fabricante de muñecas fallecida en un accidente de tráfico. La versión de Sandberg fue tan exitosa que la tercera entrega, “Annabelle Comes Home”, llevada a escena por Gary Dauberman, llega a nuestras salas el jueves reclutando al elenco original. Frente a estas muñecas, el espectador experimenta una extraña condición: piensa que aquello que está observando, aún pese a su artificialidad, podría moverse y respirar de improviso. Es esto lo que provoca esa reacción de atracción-repulsión sobre la que Sigmund Freud escribiera en su libro “Sobre lo siniestro” (1919), que nos alerta sobre aquellas vivencias contradictorias donde lo extraño se nos presenta como conocido y lo conocido se torna extraño. Pueden pasar cientos de muñecos malvados, pero este subgénero sigue siendo fascinante y efectivo en su ambición por explorar tópicos de la psicología como la identidad, la cordura y el autocontrol. Lo inanimado se anima a través de nuestro miedo y fantasía.
Otros casos de muñecos diabólicos
“Devil Doll” ( 1964 ), de Lindsay Shonteff Una de las primeras cintas que acentuaron nuestra actual automatonofobia (miedo irracional a los muñecos). La razón: por primera vez, la marioneta no es animada por un titiritero loco y de personalidad desdoblada, sino por causas totalmente sobrenaturales. En este caso, el alma atrapada del asistente asesinado por el ventrílocuo.
“Magia” ( 1978 ) de Richard Attenborough Seguramente la película de muñecos terroríficos más aplaudida, protagonizada por un joven Anthony Hopkins. En el filme, el actor británico interpreta a un ventrílocuo y mago Corky, quien traslada a su muñeco Fats todos sus impulsos homicidas. La cinta resultó tan perturbadora que su tráiler fue retirado de la televisión por causar pesadillas a los niños.
“Chucky, el muñeco diabólico” ( 1988 ) de Tom Holland Ningún muñeco resulta tan sombrío como el que poseyó el alma del asesino en serie Brad Dourif. Una criatura asesina con la boca más sucia de todos. Si bien “Bride Of Chucky” y “Seed Of Chucky” llevaron al juguete de pelo rojo al territorio de la sátira, el filme “Curse Of Chucky” (2013), de Don Mancini, le devolvió su espanto original.
“Dolly Dearest” ( 1991 ) de María Lease Un epígono claro de Chucky en versión femenina. Sin embargo, sus poderes maléficos le permitían poseer también a la niña que la adopta. Cuando empiezan a ocurrir terribles asesinatos en casa, la familia descubre que es víctima de una maldición. Se filmó para el mercado de los videos caseros, pero el arrastre del subgénero de muñecos letales le dio la oportunidad.
“El títere” ( 2002 ) de James Wan Tras ser acusada de asesinato, Mary Shaw, una talentosa ventrílocua, es linchada por todo el pueblo y enterrada con su colección de muñecos hechos a mano. Desde entonces, toda la localidad ha estado perseguida por la muerte y los participantes de aquella infausta turba han sido misteriosamente asesinados de terribles maneras.
“Robert: el muñeco siniestro” ( 2016 ) de Andrew Jones Bajo el timón del director británico, este muñeco protagoniza las más dispares secuelas y precuelas, aventurándose en terrenos cada vez más absurdos: desde masacres contra los nazis a bordo de un tren, hasta luchando contra secuaces de Stalin dentro de un avión. Incluso se ha enfrentado al mismo Chucky en el circuito de videos domésticos.
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