Su nombre de nacimiento es Giovanna Núñez. El nombre con el que nació para la industria musical: La Lá. Sonoridad nominal que va de la mano de una dulcísima voz que se convierte en denuncia a través de letras cargadas de sarcasmo para evidenciar la llaga del machismo en el Perú.
En su casa, frente a un parque, en una hermosa sala de doble altura llena de luz, acompañada por su padre y esposo, La Lá atiende en su ambiente familiar lleno de juguetes la larguísima sesión de fotos, se cambia de vestuario una y otra vez, contesta con cariño las preguntas de su hijo de 10 años, conversa con nosotros y, finalizada la entrevista, alza a su bebita de un año para darle de lactar. Se intuye, entonces, la felicidad pura.
— En tu anterior disco, tus letras abordaban el dolor emocional, el desengaño y la indiferencia.
Ese disco trataba bastante sobre desamores de pareja, pero el segundo tiene canciones más políticas, que hablan sobre el lugar de la mujer en la sociedad, y de todas las personas identificadas con el género femenino que se ven afectadas por los mismos prejuicios, leyes y daños.
— A propósito de las recientes denuncias de abuso sexual contra el director de teatro Guillermo Castrillón, ¿cómo dirías que has experimentado tú el acoso en la industria cultural?
Yo no lo disociaría del acoso en general. El acoso a las mujeres es tan variado, continuo y aceptado que, sea en el medio artístico, en la calle, en la familia, en la universidad o donde sea, es algo que hay que observar, ir a la base de qué es lo que hace que una persona vea a la mujer como un objeto del cual se puede servir, y que además la gente del entorno lo considere normal, como “cosas que pasan”.
— Llama la atención, además, el mismo hecho de que a muchos hombres les llame la atención algo que ha sido tan común desde siempre.
Creo que hay una especie de no declarada intención de preservar los privilegios que la sociedad machista le ha dado a los hombres. Entonces, la negación de los hechos es una manera de preservar los privilegios, porque mientras digas: “¡Qué raro!, ¿en serio?”, no tienes que confrontarte con tus malas prácticas, con tus maneras machistas de ser, o no tienes que confrontarte contigo transgrediendo los derechos de otro. Pero creo que la denuncia ha tenido un efecto maravilloso, que es que las personas han tenido que leer en esos textos las cosas que piensan y hacen, y de pronto sí hay quien está haciendo sinceros mea culpas, al no haberse dado cuenta de que también había cometido abusos. Pero siento que el machismo no es una elección intelectual, sino una cosa arraigada en tu cuerpo, y que la vas a defender al decir: “No me voy a dar cuenta de esto, esto y esto”, pero cuando ya es un escándalo y una denuncia pública, muchas personas, incluso que no han sido denunciadas, tienen que verse a sí mismas y decir: “Ya no puedo seguir negando esto”.
— ¿Y cómo trabajas esto con tu hijo?
Mi hijo tiene 10 años y no le enseño a juzgar a otras mujeres por cómo se visten o andan. No le enseño que yo tengo que hacerme cargo de todo lo que él hace o necesita. Y trato de mostrarle en la casa la repartición de las tareas, que es algo que me cuesta, porque yo soy la primera generación de mujer que no quiere hacer lo que todas las mujeres hacíamos. Y me cuesta, porque no es una cuestión socialmente apoyada. Si no hay comida a la hora del almuerzo, ¿a quién van a mirar? Si la bebita tiene las uñas largas, ¿a quién van a mirar? ¡A mí! Entonces, es todo un reaprendizaje que es de la cabeza, pero también hay que escarbar en uno para dejar de ser machista.
— Dicen que la contradicción está precisamente en que las propias mujeres son las que dan de mamar el machismo.
Pero también enseña el padre sentado leyendo el periódico mientras la madre sirve, cocina y suda. El niño mama el machismo de todo lo que ve, y en el colegio, donde la niña tiene que estar bien peinada con la trenza y bien con la faldita, con la que no te puedes tirar al piso con las patas abiertas a jugar. Entonces, la niña se viste con la faldita y se espera que también tenga una posición física bien cerradita y quietita. La niña es el adorno. En cambio, el niño es el que juega, el dinámico, el expansivo. Esa heteronormatividad me parece dañosa.
— Se viene una nueva marcha Ni Una Menos y tu último disco, “Zamba puta”, aborda, precisamente, el maltrato contra la mujer.
Este disco lo trabajé pensando en hacer música que sirva como reflexión sobre la violencia contra la mujer, y contra el género femenino en general, porque los homosexuales y trans que se identifican con el género femenino también son maltratados y despreciados. Lo femenino es lo más perjudicado de la sociedad. Quería hacer un disco para remover los prejuicios, para pensar en todas las actitudes con las que nos pisan y tratan de que no seamos libres, de que seamos objetos. No puede ser que las mujeres ganen menos, que tengan menos tiempo, que tengan más ocupaciones domésticas; que te metan la mano en la calle, que te maten, que te violen, que te peguen porque hiciste algo o dijiste algo. O porque no hiciste algo.
— O tener que cruzar la calle cuando pasas por una construcción.
Es terrible. A veces, incluso estando con mi niño me han dicho groserías. ¡Estando con mi hijo! Y, bueno, pienso que mi niña tiene un año, y nosotros la criamos con amor, diciéndole lo linda, inteligente y fuerte que es, porque son sus cualidades, y no quiero que al salir a la calle le hagan bajar la cabeza, o le hagan sentir miedo o culpa por lo linda que es, o la humillen porque es muy inteligente y la tienen que “bajar”. No quiero que mi hija se enfrente a un mundo así.
— Algo que se escucha mucho entre mujeres es que, para que la relación con un hombre fluya, la mujer tiene que hacerse la tonta.
Manipular al hombre. Y mujeres jóvenes, incluso, tienen esa idea, de que a los hombres hay que educarlos, de que son como niños. Qué tontería. Yo pienso en mi preciosísimo tiempo de encerrarme en mi cuarto a componer, a leer, a coser, a bordar, a dejar salir mi imaginación porque de eso vivo, es mi arte, mi tiempo, mi ocio. ¿Ese tiempo que alimenta mi alma, ese tiempo que hace que no muera de depresión, ese tiempo tengo que darlo para cocinarle a un hombre que no sabe cocinar a sus 40 años? ¿O manipularlo porque necesito que haga algo y no se lo puedo decir de frente? Qué cosa tan terrible. Y muchas veces me dicen, sobre todo mujeres mayores, que yo no entiendo nada de la vida, y hasta se ponen con el rollo biológico de que la mujer tiene la teta. ¡Pero no somos un primate cualquiera! No estamos hablando de animales de corral. Somos personas, tenemos otro tipo de compromisos y dinámicas, y otro tipo de exigencias. Yo no trabajo tomando agua de la laguna y comiendo bayas, no soy un animal. No podemos decir: “Tú tienes la teta, y entonces es tu rol”. Me siento tan poco identificada con las cosas que me piden como mujer: que eduque a mi pareja, que aguante, que sacrifique. Yo por mis hijos sacrifico con felicidad total, pero no siento que la mujer deba ser el receptáculo de sacrificio del hogar.
— Y de todo este ramillete de dificultades, ¿qué dirías que es lo peor de ser mujer en el Perú?
Además del maltrato aceptado y visto como socialmente normal, la mujer en el Perú está totalmente cercada por el machismo y la ley para tener todas las condiciones para ser pobre. Si alguien se agarra con ella no tiene cómo zafarse. Si no tienes dinero, no puedes independizarte o proteger tu vida. Si sales embarazada no hay la atención debida en casos de aborto, no puedes ir a un lugar legalmente, sino que tienes que ir caleta, en peligro. Y si tienes al niño nadie te ampara porque no hay un buen sistema de salud gratuito. ¿Y entonces qué? Muérete, pues. Jódete, porque eres mujer.
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La Lá en concierto
Lugar: Feria del Libro Ricardo Palma. Dirección: parque Salazar, Miraflores. Horario: sábado 9 de diciembre, 9 p.m.