(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Javier de Belaunde

Este año, el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) deberá elegir a cuatro jueces supremos. Es indispensable un escrutinio intenso de esta elección y, de ser necesario, que la realice un renovado CNM, pues su actual conformación y la forma como ha venido actuando despiertan dudas.

No podemos ingresar al exclusivo grupo de países de la OCDE con el actual sistema de justicia. Por ello, la elección de cuatro jueces supremos, de un total de 18, resulta crucial. Debemos estar atentos y no perderla de vista. Temas coyunturales pueden restarle atención.
La Corte Suprema debe cumplir un rol central en la vida del país y en el diseño de un sistema judicial moderno al servicio de la ciudadanía. La elección de sus jueces debe privilegiar el mérito, la capacidad y la honestidad.

La historia judicial evidencia que muchas veces acceden a estos cargos personas con escasos méritos, vínculos políticos, principios éticos insuficientes, o que prefieren “la quincena a la historia”. Exámenes judiciales en los que se desaprueba a destacados jueces, preguntas ambiguas, formalismos innecesarios, extrañas calificaciones curriculares y entrevistas con notas subjetivas son situaciones que despiertan sospechas. Hay que evitar que esto se repita. Todos sabemos quién es quién en el “mundo judicial” y genera dudas que algunos aprueben y otros –muy destacados– no superen el examen o queden relegados.

Son cuatro plazas para ingresar al máximo órgano del Poder Judicial que está llamado a fijar jurisprudencia que oriente a todos los jueces. Es indudable el impacto de sus decisiones en la vida del país. El reciente Pleno Jurisdiccional que precisa cuándo existe lavado de activos y deja sin efecto el carácter vinculante de una sentencia anterior, nos recuerda la importancia de contar con jueces que interpreten cabalmente las normas y enfrenten el problema de la corrupción.

Además, el desprestigio social del sistema judicial es enorme. Sus causas son múltiples. La presencia de magistrados competentes que cumplan su rol rector y promuevan cambios contribuirá a revertir esta desconfianza.

La Corte Suprema está integrada por 18 jueces titulares, 15 agrupados en tres salas permanentes (Civil, Penal y Constitucional). El número elevado de expedientes ha conducido a contar con una “Suprema paralela” con cuatro salas provisionales. Una clásica garantía de la independencia judicial es la permanencia de los jueces en sus cargos. La provisionalidad, que es la regla, la desconoce.

Más allá de intentar una solución definitiva, que implica discutir un nuevo diseño de la Suprema aún pendiente, se debe completar el número de magistrados titulares. Los nombramientos que hará el CNM marcarán el rumbo y el nivel de la futura Corte Suprema. Gracias al criterio de sus últimos presidentes los magistrados provisionales, en su mayoría, han sido personas de calidad. El CNM está en la obligación de elevar ese nivel. No puede disminuirlo.

El país requiere una Corte Suprema de primer nivel. El CNM no debe olvidarlo. Todos los candidatos deben estar sometidos a un intenso escrutinio público. Las dudas que existen deben ser disipadas.
Y es que para una reforma “en serio” del sistema de justicia no basta un presupuesto adecuado y buenas leyes. Es imprescindible contar con buenos jueces.