Daniel Chapell

Hoy podemos dividir el mundo en dos: los que se han dado cuenta de la profunda transformación de la sociedad iniciada en noviembre del 2022 con el lanzamiento del Chat GPT y aquellos que aún no son conscientes de ello.

Hace unos días, conversando con un buen amigo que se preguntaba por qué en el Perú no se sentía la efervescencia en torno a la inteligencia artificial (IA) y los cambios que se estaban produciendo en otras latitudes, me puse a reflexionar sobre los cambios tecnológicos recientes de las últimas décadas y qué había pasado en cada uno de ellos.

Pensaba en algunos grandes “sucesos” y en cómo aquellos cambios habían creado brechas entre personas que estaban al día y aquellas que no eran nativas de la tecnología recién llegada. A estos últimos solo les quedaba observar la escena y un cambio del que no eran partícipes directos. Recordaba ejemplos desde la llegada del Internet y las páginas web, los “smartphones” y sus aplicaciones, hasta las olas más recientes de la ciencia de datos, el “business intelligence” y el “machine learning” y todos ellos tenían elementos en común: solo los relativamente más jóvenes se subían a estas olas tecnológicas, los demás eran desplazados por estos nuevos conceptos, herramientas y desarrollos.

Para todos aquellos que se rezagaban, existía y existe aún (incluso como cátedra) la “transformación digital”. Las transformaciones debían tomarse con la resignación de que otros estaban al día con la tecnología y que el tren de la modernidad guardaba asientos preferentes para “nativos digitales”, tecnólogos y, en general, para una generación que al llegar desafiaba a las anteriores con la nueva modernidad.

Me preguntaba entonces si este fenómeno de la IA o inteligencia artificial generativa iba a ser una nueva revolución tecnológica del mismo tipo.  ¿Sería una nueva ola de aplicaciones para la mejora de la productividad? ¿Se trataba de un nuevo buscador que ahora sabe graciosamente hablar mediante un avatar? ¿Es acaso una herramienta que pueda hacer canciones con un comando, redactar y, de paso, dejar sin empleo algunas profesiones? No, no es así.

Eric Schmidt y Henry Kissinger –en una de sus últimas colaboraciones en un notable libro en el 2023– así como Mustafa Suleyman (CEO de Microsoft AI), Jensen Huang, (CEO de NVIDIA) y muchos otros pensadores han remarcado que la transformación de la sociedad que está generándose por la presencia masiva de la IA nos llevará a un salto similar a la invención (inversa) de la imprenta, e incluso afirman que es el más grande salto desde la invención del fuego y que estamos frente a una nueva “especie digital” que vislumbra un futuro en el que cada uno de nosotros contará con un asistente digital propio o uno en el que todos podremos ser programadores, concluyendo así la era en la que todos queríamos que nuestros hijos estudien computación.

Es precisamente esta sentencia del CEO de NVIDIA, que señala que “todos seremos programadores”, la que me daba las mayores luces para explicar el letargo generalizado ante un cambio tan fundamental: sucede que no llegamos a entender o a creer que todos somos parte de esta revolución.

Es una revolución del usuario, el turno de aquel que tiene la experiencia y que ha pensado alguna vez en los procesos por mejorar. Parece ser el tiempo de quien ha visto carencias y necesidades y solo pensaba en cómo encontrar una herramienta que lo ayudara con sus tareas.

Esto es como aquel primitivo que requiere la cocción de los alimentos para sus hijos y aprecia más que toda la tribu la invención del control del fuego, como aquel ayudante del sacerdote egipcio que, conociendo los 10.000 símbolos que tenía su escritura, supo apreciar la creación de un alfabeto de 26 caracteres como el más grande invento que lo llevaría a expresar por fin con libertad sus ideas (y las de muchos otros), comenzando así la gran democratización del conocimiento.

Es necesario que nos la creamos, pues la IA ha llegado para hacer posible una verdadera transformación al servicio de la sociedad. Hoy es el tiempo de los necesitados de soluciones y no de los solucionadores. No habrá más predominio de desarrolladores en un mundo en el que podemos ser capaces de ser nuestros propios programadores. No se dejará atrás más generaciones en un futuro que nos pone a todos en el partidor por primera vez con herramientas digitales en las que la experiencia es la variable diferencial.

Para hacer este cambio en el Perú usando la IA se buscan desarrolladores con experiencia en todas las ramas del conocimiento para cambiarlo todo, para adaptarnos todos, para aprenderlo todo. Y en esto, los mayores tienen aún mucho por enseñar.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Daniel Chapell es director de PIAR