El domingo, el feamente destituido comandante general de la policía, Jorge Angulo, dio cuenta en entrevista en “Panorama” de que el ministro del Interior quería pasar al retiro a los coroneles Harvey Colchado y Walter Lozano, cuyo soporte al Equipo Especial de Fiscales contra la Corrupción del Poder (Eficcop) que dirige Marita Barreto es ampliamente conocido.
No es la primera vez que algo así ocurre. Ya Pedro Castillo estuvo obsesionado con sacar a Colchado de la policía y sus dos últimos ministros del Interior hicieron todo lo posible para boicotear el trabajo del equipo especial. No creo que el ministro Torres haya tomado la iniciativa, sino que, como cuando gobernaba Castillo, estas presiones vienen de lo más alto del poder.
A nivel político, Barreto y Colchado han estado también sujetos a una campaña de desprestigio sistemático, como consecuencia de la operación Valkiria V. Su imparcialidad e idoneidad han sido cuestionadas por quienes quieren presentar una investigación con hallazgos bastante reveladores como una intervención en defensa de determinados sectores políticos y en perjuicio de otros. Quizás actúen así porque no les entra en la cabeza que pueda haber gente que luche contra la corrupción venga de donde venga.
Al día siguiente de las declaraciones de Angulo (que ni el ministro del Interior ni el jefe del Gabinete y, menos aún, la presidenta han desmentido), se entrega el sobrinísimo Fray Vásquez Castillo, lo que había venido siendo negociado por el Eficcop desde hacía un par de meses. Vásquez busca acogerse a la colaboración eficaz y, dada la tremenda cercanía con el tío Pedro (quien incurrió en ilegalidad y media para protegerlo), ello propinaría un golpe adicional muy fuerte a los corruptos de entonces. Él sabe, por ejemplo, quiénes frecuentaron la casa de Sarratea durante aquellas madrugadas en las que Castillo planificaba sus acciones turbias. Decenas de rufianes aún no descubiertos deben estar sufriendo de tembladera y males estomacales.
Al día siguiente, el juez a cargo autorizó la detención del más cercano entorno de Martín Vizcarra luego de que testigos protegidos y aspirantes a la colaboración eficaz dieran información de cómo el aludido se corrompió (también) como presidente. Las acusaciones contra él parecen sólidas, como fueron las de las coimas que recibió cuando fue gobernador regional. Como siempre, mintiendo con frialdad absoluta, ha dicho que “es una venganza por sus posibilidades electorales” [sic].
Viéndolo desde el lado político, Vizcarra ha sido incluido como miembro prominente de esa alucinación colectiva de un sector de la población que cree ver en todos los que no piensan como ellos a un “caviar” y, por cierto, todos siendo superpoderosos y protegiéndose entre sí.
Ya encontrarán cómo explicarse que la “caviar” Barreto y el “caviar” Colchado hayan sellado la suerte definitiva del “caviar” Vizcarra.
Y, para cerrar la semana, los abogados de la suspendida fiscal de la Nación, Patricia Benavides, han denunciado penalmente a Barreto y Colchado, así como a otros dos miembros del Eficcop. Nada menos que por “abuso de autoridad, omisión de funciones, denuncia calumniosa, fraude procesal, falsedad ideológica, falsedad genérica y los demás delitos que se desprenderán de las investigaciones que tiene que haber”.
Todo tiene un límite. Está bien cobrar buenos honorarios para darle a su clienta la mejor defensa posible, pero esto es amedrentamiento puro y duro.
Creo que el propósito (y no solo de ellos) es que Barreto y Colchado, así como los equipos que los secundan, se harten y pidan ser cambiados. Cabe imaginarse la presión familiar que deben tener: “Trabajas día y noche, no ganas más y encima esto”. Después de todo, siendo todos profesionales muy exitosos en sus respectivas carreras, muy bien podrían continuarlas en otras áreas más ‘tranquilas’ y no lidiar con la siempre poderosa corrupción en lo más alto del poder.
Ojalá que, pese a todo, perseveren, porque está descontado que sus reemplazos dirán: “Después de lo que les hicieron a ellos, no pisemos callos y tomemos las cosas con soda”.