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La encrucijada de Nayib Bukele
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La encrucijada de Nayib Bukele

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Un millón de muertos en tres meses fue la cifra aproximada que dejó el genocidio de en 1994, en el que las masacres –perpetradas a machetazos por milicias y gente común– ocurrían a plena luz del día y en todas partes. La sociedad ruandesa descendió a los niveles más abismales de depravación que se haya visto jamás. Luego de la dramática intervención de Paul Kagame y su milicia –el RPF– para detener la barbarie, este impuso un régimen autoritario sin ninguna apariencia de democracia, que perdura hasta el día de hoy y ha transformado a Ruanda de Estado fallido en uno de los países más prósperos de África.

Si bien la violencia en El Salvador nunca llegó a semejante intensidad, la situación de este país no era mucho menos grave cuando tomó el poder en el 2019, pues sufrían del índice de homicidios más alto del mundo y se encontraban en medio de una guerra sangrienta contra las pandillas (o maras). Si a esto le sumamos la guerra civil de las décadas de los ochenta y noventa, El Salvador llevaba más de 40 años sumido en una creciente espiral de violencia.

La diplomacia mundial suele ser comprensiva cuando se suspenden los estándares democráticos en un país que está hundido en el caos hasta varios años después de que la violencia ha sido controlada. Una sociedad traumatizada y carcomida por la violencia intercomunal no está lista para un Estado democrático liberal de la noche a la mañana, pues las divisiones internas y deseos de venganza harían de aquello algo peligroso e inviable. Es quizás la única situación en la que encaja la figura del llamado ‘dictador benevolente’ y pragmático, si dicha sociedad tiene la suerte de que surja uno en el momento adecuado.

Es por esto por lo que el mundo occidental fue y sigue siendo tan colaborador y permisivo con el régimen del presidente Kagame en Ruanda, y la razón por la cual estamos viendo un patrón similar con el presidente Bukele, a pesar de sus errores e imperfecciones. Ambos, Kagame y Bukele, comprendieron bien en su momento que la seguridad interna y la paz son la base esencial de toda sociedad, sin la cual no puede haber desarrollo económico, ni educación, ni justicia, ni salud, ni tampoco una democracia funcional.

Dicho esto, a Bukele se le critica porque, al echar la red, muchos inocentes terminaron metidos en sus megaprisiones. Pero la situación en El Salvador era tan crítica y urgente que fue mejor encarcelar primero y preguntar después, a priorizar las normas democráticas y hacer pasar a cientos de miles de pandilleros por largos juicios y apelaciones que habrían permitido que hasta el día de hoy se sigan dando las masacres diarias que se veían en aquel país. Se podría argumentar que los inocentes encarcelados permitieron literalmente salvar la vida a miles de otras personas que habrían sido asesinadas si no se actuaba rápido para capturar a los pandilleros en masa, y sin juicio previo.

Con el pasar del tiempo, el gobierno de Bukele ya ha liberado a más de 7.000 prisioneros inocentes que, si bien perdieron algunos meses o años de sus vidas, aún siguen vivos. Estos prisioneros liberados ya están disfrutando de la nueva prosperidad con la que se ha visto beneficiado El Salvador gracias a la nueva realidad de paz y seguridad interna, que ha desaparecido del mapa a las temidas extorsiones y ha visto el índice de homicidios caer en 95% en los primeros cuatro años del gobierno de Bukele, hoy a un nivel de 1,9 x 100.000, similar al de Canadá, y el más bajo de América.

No obstante, Bukele se encuentra ante una encrucijada que Kagame en Ruanda ya pasó hace varios años y no supo aprovechar para el bien futuro de su país. Ruanda no da señales aún de un plan de largo plazo post-Kagame, ni de estar preparando a la sociedad para la democracia. Este es el momento en el que Bukele debería dar dichas señales pensando a 5 o 10 años para que sus logros sean duraderos y El Salvador pueda prosperar con instituciones fuertes que no dependan del presidente. Si mañana Bukele es atropellado por un camión, el país queda a la deriva y podría volver a caer en la inestabilidad.

Esta ‘Bukele-dependencia’ no debería ser una razón para que este se quiera aferrar al poder. Por el contrario, es la principal razón para que Bukele comience ahora a hacer reformas institucionales, en seguridad y manejo económico, que perduren más allá de él. El presidente salvadoreño tiene en sus manos una oportunidad de oro para hacer dichas reformas, al tener el dominio absoluto del Parlamento y las cortes, con lo que puede reescribir la constitución como quiera.

Lamentablemente, lo que estamos viendo hasta el momento va por otro lado. Bukele ha pasado de perseguir pandilleros a ocasionalmente perseguir periodistas, activistas de derechos humanos y abogados. Está usando sus amplios poderes para silenciar a críticos y fiscalizadores, tan legítimos y necesarios cuando se toman acciones extraordinarias en una crisis. El Parlamento que controla acaba de levantar todo límite a los períodos presidenciales y ha abolido la segunda vuelta electoral, dejando la cancha libre para que –a sus 44 años– Bukele pueda reelegirse constantemente con menos del 50% y quedarse en el poder por décadas.

Las medidas extraordinarias que el presidente tuvo que tomar fueron aceptadas por los salvadoreños con el propósito de lograr un objetivo de pacificación concreto y medible, no de perpetuar al régimen para siempre. El estado de emergencia debe tener un fin, decidido por un criterio objetivo y transparente. Si Bukele sigue alargando esta medida por años, eventualmente va a perder su bien merecida popularidad, el país se va a polarizar y él mismo va a poner en riesgo todo lo logrado hasta ahora.

Este es el momento para que Bukele y El Salvador sienten las bases de una sociedad libre, próspera y pacífica, y no para establecer una dictadura perpetua dependiente de un caudillo. Toda Latinoamérica quiere ver a El Salvador triunfar sobre su pasado violento, pero con un futuro en libertad y democracia. El presidente Bukele aún está a tiempo de hacer las cosas bien, cuidar su legado y pasar a la historia como un gran presidente. Nos ha demostrado a todos que sabe tomar decisiones audaces, a la altura de las circunstancias. Señor Bukele, por favor, no vaya a borrar con la mano izquierda todo lo bueno que ha hecho con la derecha.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Max Kessel es politólogo.

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