La historia de la humanidad ha registrado el ascenso y caída de muchos grandes imperios. Algunos duraron más de mil años, como el Imperio Romano, que se prolongó hasta 1453 en Constantinopla –la actual Estambul, desde donde escribo esta columna–, y otros fueron muy breves, como el de Alejandro Magno, que no lo sobrevivió. En los últimos cuatro siglos, el más importante ha sido el Imperio Británico, que cedió su hegemonía mundial recién en los años 40 del siglo XX.
Los grandes ganadores de la Segunda Guerra Mundial fueron Estados Unidos y la Unión Soviética. Por algunas décadas, el mundo fue bipolar. A fines de los años 80 del siglo pasado, sin embargo, era evidente que Estados Unidos había superado a su rival en economía y tecnología. El fracaso del modelo comunista se hizo patente con la caída del muro de Berlín en 1989. La Unión Soviética dejó de existir en 1991.
En la actualidad, la economía norteamericana es la más grande del mundo y su liderazgo militar y tecnológico es incontrastable. No obstante, diversos indicadores sugieren que ese liderazgo estaría llegando a su fin. Hoy existe un amplio consenso entre los especialistas en que el PBI de China superará al de EE.UU. entre el 2030 y el 2035. También en que EE.UU. seguirá siendo la potencia militar dominante, pero que esto servirá cada vez menos en un mundo en el que el conocimiento intangible, y no la tierra o los recursos naturales, es cada vez más la fuente de la riqueza y el poder.
El presidente de EE.UU., Donald Trump, desató el año pasado una guerra comercial contra China, pero la mayor guerra que enfrentará a ambos países recién empieza y es la guerra tecnológica en su versión 5G. Con la tecnología 5G se dará el gran salto a Internet de las cosas, al permitir una velocidad de comunicación cien a mil veces mayor que la actual y mucho menor latencia, es decir menor retraso (será de no más de un milisegundo). Permitirá, por ejemplo, que los automóviles circulen solos sin peligro, al comunicarse instantáneamente con otros vehículos, semáforos y peatones. Pero lo que es estratégicamente más importante, la 5G posibilitará el desarrollo acelerado de la inteligencia artificial.
El problema para EE.UU. es que en la tecnología 5G el liderazgo lo está tomando el gigante chino Huawei, una empresa con sede en Shenzhen que factura más de 100 mil millones de dólares al año y que cuenta con todo el apoyo de su gobierno. Bajo el liderazgo de Xi Jinping, China está impulsando la integración de la gran área del delta del río Perla –donde se encuentran Shenzhen, Guangzhou, Hong Kong y Macao y viven 70 millones de personas– para competir con el Silicon Valley de California.
A diferencia de Xi Jinping, Trump no ha hecho sino poner trabas al desarrollo de sus empresas tecnológicas. En el campo tributario, si bien redujo hasta en 10 puntos porcentuales las tasas de impuestos para empresas financieras e industriales, incrementó la tasa tributaria a las empresas tecnológicas. Y, en el campo laboral, la política antiinmigrante de Trump afecta directamente a estas empresas –que procuran traer a los mejores cerebros del mundo– al punto que estas presentaron una demanda conjunta contra la orden ejecutiva antiinmigración de Trump en el 2017.
Lo que sí ha hecho EE.UU. es tomar medidas defensivas ante el avance de Huawei. La ha acusado de fraude y espionaje industrial, y ha promulgado una ley que prohíbe a las instituciones de ese país y sus contratistas comprarle productos. Pero lo más significativo ha sido la detención en Canadá, a pedido de EE.UU., de su poderosa directora financiera Meng Wanzhou, considerada la heredera de la compañía. Algunos han comparado su detención con el rapto de Helena, suceso que desató la guerra de Troya, como lo cuenta Homero. El padre de Meng es Ren Zhengfei, un ex militar chino calificado por la BBC como el director ejecutivo más misterioso del mundo.
No está claro cómo terminará esta guerra tecnológica. A diferencia de lo que ocurre en China, la mayor fuerza en EE.UU. no está en su gobierno sino en sus empresas. Aunque Trump no los apoye, los gigantes de la tecnología (Amazon, Apple, Facebook, Microsoft y Alphabet, la empresa matriz de Google) tienen sus propios planes. Lo único claro es que la tecnología 5G y el ‘boom’ de la inteligencia artificial están a la vuelta de la esquina. Lo que les toca al gobierno, a las empresas y a las universidades peruanas es mantenerse alertas a su devenir y estar preparados para el gran cambio.