Editorial El Comercio

La presidenta le ha demandado a la prensa en estos días comunicar “lo bueno que hace este ”. La exigencia no es nueva ni exclusiva de esta administración. En el pasado no han sido pocos los mandatarios que han acudido a ese recurso cuando las encuestas registraban una elevada desaprobación a su gestión. Nunca tan elevada como en la actualidad, es verdad, pero la idea subyacente al reclamo es la misma: existen virtudes en el manejo de turno del Ejecutivo que podrían contrapesar sus desaciertos, pero los medios no cumplen con su deber de difundirlas.

Pues bien, qué tal si la presidenta nos cuenta cuáles son esas virtudes. Qué tal si en este nuevo año que empieza deja del lado el silencio y responde preguntas. Ofrecer entrevistas y conferencias de prensa sería una gran muestra de transparencia y rendición de cuentas. Y la ayudaría a combatir uno de los grandes males de su gestión: la opacidad.

El caso Rolex, los operativos fallidos para capturar al prófugo Vladimir Cerrón, la fuga de su hermano Nicanor o el misterio detrás de la intervención quirúrgica a la que se sometió fueron hechos que marcaron el año y no tuvieron explicación de parte de la mandataria. Pero también hay otros asuntos de fondo que tampoco han recibido respuesta. Por ejemplo, las decisiones, onerosas y sin norte, adoptadas a propósito de Petro-Perú. O las acciones para enfrentar la inseguridad en el país. ¿Por qué mantiene al inoperante ministro del Interior, Juan José Santiváñez, por ejemplo? Tampoco podemos olvidar las promulgaciones sin justificación de las leyes aprobadas por el Congreso en detrimento de la lucha contra la corrupción y tantos otros asuntos sobre los que la señora Boluarte no habla.

Entramos a un año preelectoral en el que las fuerzas políticas se van a mover con mucha intensidad. Ya son 39 partidos inscritos y otros 29 en proceso ante el JNE. Un escenario caótico. Si a este clima de incertidumbre le sumamos una presidenta muda, vamos a tener un año lleno de complicaciones. Está en ella cambiar y darse cuenta de que la transparencia siempre es buena.

Editorial de El Comercio

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