1914
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Redacción EC

El ferrocarril que une después de dos horas de viaje Panamá con Colón adolece de múltiples deficiencias. Se tiene que escuchar el vocerío de centenares de norteamericanos, que todo lo invaden, que todo lo dominan, que todo lo quieren. La atmósfera se carga con el olor de los cigarrillos y del sudor de esas gentes robustas, en mangas de camisa. Hombres de raza negra, uniformados, recorren el tren vendiendo refrescos, chocolates y postales. El paisaje es tropical, agreste, monótono, aunque bello. Pero lo que impresiona extraordinariamente es el , esa monumental obra ya lista para inaugurarse.