Desde Trieste informan que el desembarco de los restos del archiduque Francisco Fernando y su esposa impactó al pueblo. Allí se habían erigido dos catafalcos con sendos cortinajes negros con lágrimas de oro y plata. El obispo Karlin bendijo los restos. Luego se formó una procesión y se colocaron los féretros en dos cureñas de cañón, tiradas por seis caballos cada una. El cortejo llegó a la estación del ferrocarril, donde se embarcaron los restos en un tren con destino a Viena. Un destacamento de tropas bosnias le rindió honores.