El apogeo tecnológico de herramientas digitales (redes sociales, correos electrónicos, aplicativos, etc.) supone una de las mayores revoluciones del siglo XXI; su implementación ha sacudido la realidad, simplificando brechas, superando barreras geográficas y alterando la manera en la que nos relacionamos.
Solo a escala nacional, el INEI diagnosticó que el 77,7% de la población peruana de seis a más años usa Internet. En el mundo, según DataReportal (2024), el número de usuarios de Internet ha ascendido en 167 millones hasta mitad de julio. Esto implica que el 67,1% de la población mundial está conectada a la red.
Pero el elevado índice de acceso al mundo digital no es el problema. Lo cuestionable es el condicionamiento que ejercen estas tecnologías al exigir la aceptación de sus políticas para poder disfrutar de sus servicios. Si bien la fachada de servir como instrumentos gratuitos creados para satisfacer los intereses de sus usuarios hace que la mayoría de estos consienta el acceso a sus datos personales sin pensarlo, al tratarse de instrumentos cuyo uso resulta ineludible para relacionarse económica, política y socialmente, no existe tal libertad, sino la expectativa de una seudolibertad condicionada por estas plataformas.
Pero aquí hay otro problema: la capacidad de estos sistemas para tejer su poder a costa de los datos personales. Considerando que siete de cada diez personas en el mundo utilizan smartphones, estos datos se convierten en activos puestos a circular en la economía digital, acarreando así el desvanecimiento de la privacidad y la autodeterminación informativa. Como indicó Martin Hilbert, “con 10 ‘me gusta’ que das en Facebook, la IA te conoce mejor que tus colegas de trabajo; con 100, mejor que tu familia; con 150, mejor que tu pareja y tu mamá; y con 200, mejor que tú mismo”.
No hay duda de que la tecnología digital ofrece beneficios, pero también representa un riesgo para la seguridad de la información personal, de allí el peligro de que se implementen sistemas de control social. Bien dice Steward Brand: “Intentar cambiar la mente de las personas es una pérdida de tiempo; cambia las herramientas que utilizan y cambiarás el mundo”.