1. Aprendí que, contra lo que su nombre insinúa, Hamburgo no es la capital de la hamburguesa. La versión más extendida acerca del origen del famoso sándwich de carne molida dice que fue el cocinero de un remolque de comida de Connecticut, un inmigrante alemán llamado Louis Lassen, quien el 28 de mayo de 1900, atendiendo el pedido de un cliente apurado, le sirvió un plato basándose en una receta que tiempo atrás le habían confiado unos marineros provenientes del puerto de Hamburgo. Si el visitante pide comer algo típico de la ciudad, le servirán solla con papas y tocino, sopa de anguila del Mar del Norte o cualquier plato decorado con vainitas y remolacha. Pero hamburguesas, no.
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2. Aprendí que los Beatles pasaron largas temporadas allí, entre 1960 y 1962, es decir, cuando todavía no eran The Beatles pero estaban camino de serlo. El representante, Adam William, viajó con la primera formación de la banda: John Lennon, Paul McCartney, George Harrison, Stuart Sutcliffe y el baterista Pete Best. En Hamburgo conocieron a Ringo Starr. Tuvieron 280 actuaciones, pasaron 1.500 horas tocando en vivo, más que la suma de las horas de todos los conciertos que luego darían por el mundo. En Hamburgo durmieron detrás de la pantalla de un cine, consumieron anfetaminas, se presentaron en locales que aún se mantienen en pie (como el Kaiserkeller) y fueron idolatrados por la gente del barrio de Sankt Pauli, asociado hasta hoy a las drogas y la prostitución. A Harrison lo deportaron por ser menor de edad y al resto por pirómanos al ser sorprendidos prendiéndole fuego a un preservativo. Dicen que una vez se fueron sin pagar de un pub, el Gretel & Alfons. Veinte años después, McCartney regresó convertido en celebridad, pidió cerrar el local y dijo: “Vengo a cancelar nuestra deuda”.
3. Aprendí a apreciar las bondades de la pintoresca calle Reeperbahn, conocida como “la milla del pecado”. Se trata de una zona destinada al turismo sexual, cuya múltiple oferta incluye desde burdeles del tamaño de un mall, surtidos sex shops, calurosos bares de table-dance, explicativos tours de la mano de prostitutas y drag queens, hasta concurridos espectáculos de sexo en vivo donde los profesionales que salen al escenario están sometidos a una serie de sutilezas técnicas, por ejemplo, limitar las penetraciones (cualesquiera que sean) a un tiempo cronometrado de veinte segundos; eso permite, de cara a las autoridades, que el show mantenga su estatus de “arte erótico” y no incurra en la vulgaridad de lo “pornográfico”. Uno de los bares más visitados del Reeperbahn muestra en su fachada dos largas piernas de mujer. La puerta de entrada se encuentra justo al medio. Antes de inaugurarlo, el dueño quiso llamarlo “Die Linie” (“La Raya”), lo que desató mucha incomodidad en el barrio. Al final cedió a la presión de los vecinos y lo bautizó “Zur Ritze”, que quiere decir “La Grieta”.
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4. Aprendí que, a pesar de ser abiertos y tolerantes en general, los hamburgueses hablan poco, muy poco, de su gran pesadilla histórica: el bombardeo sufrido durante la segunda guerra mundial por parte de los aliados, que dejó en ruinas el 70% de la ciudad y mató a casi cuarenta mil. Hay museos con información, pero las personas de a pie –que crecieron escuchando a sus padres y abuelos referirse con horror a ese capítulo donde hasta hoy se mezclan el dolor y la culpa– prefieren cambiar de tema rápidamente.
5. Por último, aprendí que, de todos los futbolistas extranjeros que han militado en el Hamburgo SV, Paolo Guerrero es de los más entrañables. Sin duda, el sudamericano más querido, mucho más que el brasileño Zé Roberto y el argentino Sorín. El peruano jugó del 2006 al 2012, metió 51 goles y se ganó a los hinchas, tanto que hoy algunos recuerdan solo como una anécdota el botellazo que el delantero le lanzó a un aficionado en el 2010 (Paolo contaría después que lo hizo “por sus comentarios racistas”). Aunque hoy el Hamburgo juega en segunda división, tuvo días de gloria con ídolos locales como Beckenbauer, Félix Magath y Uwe Seeler, su máximo goleador histórico. A Paolo lo recuerdan por haber ayudado a ganar una liga, una copa UEFA y por el golazo que en 2009 le anotó al Bochum, catalogado como uno de los mejores tantos convertidos por latinos en la historia de la liga alemana.
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