Johanna San Miguel es consciente de lo afortunada que es dadas las circunstancias. Tiene trabajo, techo, comida y salud. Cuando reniega por algo que no puede hacer -con legítima justicia-, en su mente oye la voz de su mamá que de vez en cuando le repite a través de alguna comunicación virtual: “ agradece por lo que tienes”. Y eso hace. Una y otra vez. Formar parte del jurado del programa de imitaciones “Yo soy”, salir casi todas las noches en vivo a nivel nacional durante sus galas, y estar tan conectada al arte, por ejemplo, le han regalado en estos últimos seis meses inspiración. También equilibrio. Inclusive el evaluar la posibilidad de dictar alguna vez clases de actuación. Aquel consumo de energía y buena vibra hace que pueda pasar los tragos amargos servidos por la pandemia, la coyuntura política y la pena de no poder estar cerca de las personas que ama. Eso y las ganas de volver a surfear olas en el mar. Somos conversó con ella el último domingo por la mañana. El día estaba cálido, como para ir a caminar a la arena.
¿Cómo estás hoy a seis meses de haber llegado la pandemia al Perú?
Creo que todos hemos pasado por diversas emociones. Y nos sigue ocurriendo. Un día tenemos esperanza; otro, preocupación; otro, tristeza. La constante son estas preguntas: ¿cuándo va a acabar? ¿Cuándo van a volver las vidas que teníamos? Yo repudio este término de la “nueva normalidad”. Para mí no es normal no poder abrazar a tu mamá o a tus abuelos. No es normal no tener contacto físico con la gente que amas. Nada es normal ahora.
¿Cómo manejas los cuidados personales para no contagiarte?
Me guío mucho de los estudios científicos, de lo que se viene averiguando cada día. Primero decían que no era necesario usar mascarilla, luego que sí. Después se pensó que el virus se quedaba en la ropa, ahora que no tanto. Las cosas van cambiando, así que lo tomo un día a la vez. Nosotros empezamos desinfectando hasta la última uva que llegaba, bandejas en todos lados de la casa, el amonio cuaternario, hicimos todo. Todo. Y te das cuenta que hay personas que han hecho exactamente lo mismo e igual se han contagiado... Entonces, la información es clave para no entrar en una paranoia que te paralice. Hay que cuidar también la salud mental.
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¿Te venció alguna vez el miedo?
Por supuesto. Hubo momentos en los que he llorado de miedo. Y cuando les preguntaba a amigos, ellos me decían que habían pasado por lo mismo. Entonces no me sentía sola, ya no pensaba que estaba perdiendo la razón. Nos ha pasado a casi todos. Tengo la suerte de estar ahora en un programa como Yo Soy que me permite volcar la energía en otras cosas para no pensar tanto. Eso ayuda mucho, el mantener la mente ocupada ha sido clave para mí. Creo que si me hubiera quedado en mi casa, sí habría sido muy complicado. Estar en las galas, vincularme al arte constantemente me ha mantenido viva en términos de salud mental. Con más equilibrio.
¿Qué pasó por tu mente cuando supiste que Ricardo Morán, tu jefe y compañero en Yo Soy, estaba enfermo de COVID-19?
Llamarlo por teléfono a ver cómo estaba. Lo hice. Siempre he estado al lado suyo.
¿Has pensado qué es lo primero que harás cuando te pongas la vacuna contra el coronavirus?
Abrazar y comer a besos a mi madre. Es lo único que quiero.
¿Hace cuánto no lo haces?
Meses. La he visto de lejos. Antes yo la veía tres veces por semana. Es una mujer, además, superactiva. Hacía mucha labor social viajando a comunidades altoandinas a ayudar a una organización sin fines de lucro que ve temas de salud y educación. Ya no puede hacerlo porque está encerrada en su casa al ser una adulta mayor. Ella es increíble...
¿Cómo te ha ayudado tu madre a ser una mejor persona?
Sylvia María… Yo no conozco persona más íntegra que mi mamá, alguien que nunca va a perder sus valores. Es fantástica. La mejor persona que conozco en el mundo entero. Y no lo digo porque sea mi mamá, yo he tenido la suerte de que ella me haya tocado en la vida como mi mamá. Fue una de las primeras directoras creativas de este país, docente. Es muy respetada y querida. Sacó a sus cuatro hijos adelante completamente sola. Ante las situaciones adversas –yo soy más trágica–, ella siempre tiene los pies en la tierra. Cuando a veces me quejo, hay algo que ella siempre me repite: “Johanna, agradece por lo que tienes”. Y es cierto, pues. Qué puedo decir si tengo techo y salud. Si los que quiero están bien.
Volviendo a tu carrera, ¿qué significa para ti integrar Yo soy?
Me ha nutrido muchísimo profesionalmente. Primero porque es un programa familiar. Segundo porque veo talento. No tengo palabras para definir lo conmovedor que puede ser ver a alguien que se esfuerza, que tiene rigor y disciplina. Ver las presentaciones en vivo es como ir todos los días a un concierto o a una pequeña obra musical. Me da la oportunidad, además, de verter todo lo que he aprendido en los talleres que he seguido o la experiencia que he acumulado. Es muy lindo porque me he dado cuenta de que eventualmente podría dar clases de teatro. Siempre preparándome más, claro. Yo siempre tengo sed de aprender.
¿Cómo te preparas ahora?
Yo estudio mucho para dar mis opiniones. Veo los videos de referencia, busco las historias, las letras. Hago lo que tengo que hacer, como si trabajara con un guion de teatro. Eso me sirve para darles herramientas a los participantes.
Tenías montado para abril un espectáculo junto a Carlos Carlín. Se llamaba “Hasta que la tele nos separe”. ¿De qué iba?
Y caía a pelo con lo que pasa ahora. Fue premonitorio. Se iba a tratar de cómo mantenerte vigente. Íbamos a hablar del Instagram, de los live, del Tik Tok, del Zoom, de este mundo digital…
¿No han pensado convertirlo en un show virtual?
No lo sé, sería muy apresurado decirlo. Todos los guiones siempre pueden ser volteados para adaptarse a lo que hay… pero para los que trabajamos en teatro no es lo mismo. Este tiene algo único y especial. Entonces, no lo sé…
¿Te sientes más actriz de teatro o conductora de televisión?
He hecho muchas cosas en mi carrera, y en todas siempre me he sentido cómoda. Siempre he querido aprender algo. Tengo mucha sed de aprender. Soy las dos cosas, pero también conductora de radio, showoman… soy comunicadora. Ahora, el sitio ideal para mí siempre será el teatro.
¿Cuál es la obra de teatro en la que has trabajado y que más te ha marcado?
Billy Elliot.
¿Más que Pataclaun?
Es diferente... Pero, ojo, imagínate que Pataclaun no hubiera saltado del teatro a la televisión. Solo los que hubieran ido al teatro sabrían quiénes son los Pataclaun y no serían tantos. Se hizo conocidísimo porque se emitió por la TV. Las obras de teatro de Pataclaun eran divertidas, había denuncia, eran geniales. Pero Billy Elliot ha sido para mí un despertar completo a muchas cosas. El darme cuenta cuán intolerantes somos los seres humanos, lo poco empáticos, llenos de tabúes, prejuicios. Y también de sueños, amistad, ganas. Esas emociones tan fuertes yo las viví haciendo el personaje de la señorita Wilkinson [la maestra de ballet de un muchacho que desea aprender a bailar].
Además de los estudios científicos sobre el COVID-19, ¿estás atenta a las noticias?
No veo noticieros porque no tengo tiempo. Nunca me llegué a conectar con Twitter, es mucha vorágine para mí... Eventualmente escucho algo de radio... Pero sí trato de estar informada. Vivo en este país, soy ciudadana y pago mis impuestos, así que trato...
¿Qué te suscita la situación que estamos viviendo políticamente?
Me parece injusto que todos los peruanos estemos pasando por esto. No nos lo merecemos. Cuando voy a trabajar, paso a veces por los paraderos del Metropolitano. Veo a la gente hacer cola cuadras de cuadras en un esfuerzo grande por mantener la distancia social, por cuidar su salud. Con sus mascarillas, cargando sus mochilas. Me parte el corazón… [guarda silencio, se contiene]. No es justo. Ni cagando es justo que las personas se saquen el ancho trabajando y pase esto. Todo me desconcierta. Hay quien dicen que la gente tiene la culpa, que por qué vota por estos, pues… ¡Votan porque la gente tiene confianza! Porque tienen esperanza. Basta de calificarnos de burros. ¡No lo somos! ¡Confiamos, creemos, apostamos, trabajamos, nos sacamos el ancho! Yo lo que pido es que se nos respete como ciudadanos. Respeto, eso pido. Por último, ahí están sentados gracias a nosotros.
Para neutralizar tanto trago amargo, ¿qué estás haciendo ahora para generar endorfinas? ¿Has vuelto a correr olas?
Ay, qué lindo que menciones eso para ponerme contenta. Estamos grabando bastante, pero tendremos unos días libres y apenas suceda eso iré a correr tabla.
Siempre a San Bartolo…
Claro, a mi San Bartolo querido. Siento que el mar es el sitio más increíble que el universo ha podido crear. Soy muy feliz ahí. Y corriendo tabla, más. Estás allí tú y lo que te vaya a dar la naturaleza con la ola que te mande. Solo estoy esperando poder meterme al agua ya. //
¿SABÍAS QUÉ?
La artista es tataranieta de la filántropa y benefactora de la niñez peruana Juana Alarco de Dammert. Todos los años –hasta antes de la emergencia–, gran parte de su familia materna se reunía en un parque del centro de Lima donde se ubica un busto en homenaje a ella. Eso para celebrar su figura y legado. “Es un referente importantísimo y vigente en mi familia. Estamos muy orgullosos de ser sus parientes […]. Una vez nos reunimos las dos familias, Alarco y Dammert, y para eso tuvimos que alquilar un espacio muy grande. Recuerdo que se presentó mi tía Claudia [Dammert]... Es un ejemplo para todos”.