Tiene más de 150 años, pero el "Nautilus" de Julio Verne muy probablemente sigue siendo el submarino más famoso del mundo.
Tanto, que el hecho de que sea un producto de la imaginación del escritor francés es solo un pequeño detalle.
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El sumergible apareció por primera vez en "Veinte mil leguas de viaje submarino", la novela que Verne empezó a publicar por entregas en marzo de 1869.
Pero tomó su nombre del que muchos consideran el primer submarino de hélice del mundo, el Nautilus diseñado en 1800 por el ingeniero estadounidense Robert Fulton por encargo de Napoleón Bonaparte.
"En la época en la que Verne escribió su novela, la palabra Nautilus prácticamente se utilizaba como sinónimo de submarino", destaca Marie-Hélène Huet, una profesora del MIT experta en Verne.
"Él mismo había visto varias de esas máquinas. No eran para nada comparables con su Nautilus, pues su tiempo de inmersión no pasaba de media hora", reconoce Huet.
"Pero la idea estaba ahí", dice en una reciente emisión del programa de la BBC The Forum, dedicada a la famosa novela.
De hecho, en 1858 Jacques-Francois Conseil, un amigo personal del escritor, probó un submarino -el Pilot- que compartía varias características de la nave comandada por el capitán Nemo.
También se cree que Verne basó parte de su mítica nave en el modelo de otro sumergible francés, el Plongeur, con el que se familiarizó durante la Exposición Universal de 1867.
Sin embargo, descrito por el propio Verne como "una maravilla, llena de maravillas", su Nautilus también era una máquina muy adelantada a su tiempo.
¿Cómo se supone que funcionaba?
En "Veinte mil leguas…", y por boca del capitán Nemo, el propio Verne ofrece abundantes detalles sobre la nave y sobre la tecnología que la propulsa.
"Como ve, es un cilindro muy alargado, de extremos cónicos. Tiene, pues, la forma de un cigarro, la misma que ha sido ya adoptada en Londres en varias construcciones del mismo género", le explica al profesor Pierre Aronnax, el narrador de la novela.
"La longitud de este cilindro, de extremo a extremo, es de 70 metros, y su bao, en su mayor anchura, es de ocho metros", agrega, para luego explicar que "el Nautilus se compone de dos cascos, uno interno y otro externo".
Pero en la época del motor de vapor es sobre todo el mecanismo de propulsión de esta nave de 1.500 toneladas lo que intriga a Aronnax.
Una intriga que solo crece cuando Nemo le dice que la electricidad es lo que impulsa el submarino.
"Capitán, la extremada rapidez de movimientos que usted posee no concuerda con el poder de la electricidad. Hasta ahora la potencia dinámica de la electricidad se ha mostrado muy restringida y no ha podido producir más que muy pequeñas fuerzas", argumenta Aronnax.
"Señor profesor, mi electricidad no es la de todo el mundo, y eso es todo cuanto puedo decirle", responde Nemo.
Más adelante, sin embargo, el misterioso marino devela el misterio, explicando que todo lo que necesita para producir electricidad, el Nautilus lo obtiene del mar.
"De esa notable cantidad de cloruro sódico contenida por el agua marina extraigo yo el sodio necesario para componer mis elementos", dice luego de destacar la elevada presencia de ese elemento en el hábitat natural del submarino.
Y ese sodio, "mezclado con el mercurio, forma una amalgama que sustituye al zinc en los elementos Bunsen", agrega, revelando así que su fuente de electricidad son baterías de sodio-mercurio.
"El mercurio no se gasta nunca. Sólo se consume el sodio, y el mar me lo suministra abundantemente", explica su razonamiento Nemo.
"Debo decirle, además, que las pilas de sodio deben ser consideradas como las más enérgicas y que su fuerza electromotriz es doble que la de las pilas de zinc", continúa.
En la novela, la electricidad producida por estas baterías también sirve para accionar "las poderosas bombas" que el Nautilus usa para almacenar el aire de la superficie en "depósitos especiales".
Según su capitán, el oxígeno así almacenado es lo que le permite "prolongar por el tiempo que desee, si es necesario, mi permanencia en las capas profundas".
Y la electricidad también es necesaria para llenar y vaciar sus tres tanques de lastre, y así sumergir o hacer emerger al submarino.
"Todo se hace aquí por su mediación. Me alumbra, me calienta y es el alma de mis aparatos mecánicos", dice Verne, siempre por boca de Nemo, de la corriente eléctrica generada con las baterías de sodio-mercurio.
Lo más interesante del caso es que mucha de la tecnología que se menciona ya existía en época de Verne.
Pero el uso de las baterías de sodio-mercurio, por ejemplo, solo se popularizaría una década después de la publicación de "Veinte mil leguas de viaje submarino".
Y, para los expertos en el escritor francés, es algo habitual en la obra del también autor de "Viaje al centro de la Tierra", "De la Tierra a la Luna" y "La vuelta al mundo en ochenta días", entre muchas otras novelas.
"Aunque Verne no era un científico, sino un abogado, utilizaba con gran facilidad su imaginación para extrapolar en el tiempo cómo podían evolucionar los descubrimientos de la época", explica Jean-Michel Margot, un ingeniero y escritor suizo fascinado por Verne.
"El mismo Verne decía que nunca había inventado nada, solamente expandía ideas e inventos que ya existían", coincide con él Huet, en la emisión de The Forum.
Y eso tal vez sea lo más interesante de la tecnología detrás del Nautilus.