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El caso del policía que perdió la vida por salvar a un rehén y terminó con su asesino fusilado en una isla del Callao hace más de 40 años
En octubre de 1973, seis delincuentes asaltaron la agencia de la Mutual Santa Rosa, en Miraflores. El trágico robo terminó con la muerte del cabo de la Guardia Civil (GC), Fermín Santana Aguirre.
Días antes que el presidente estadounidense Richard Nixon se reuniera con el primer ministro de Israel para extender la paz en Medio Oriente, un trágico robo sucedió en Lima. El 30 de octubre de 1973, seis delincuentes asaltaron la agencia de la Mutual Santa Rosa, en Miraflores. De la entidad bancaria se llevaron más de 100 mil soles en efectivo y todos los objetos de valor de los clientes y empleados.
Luego, uno de los asaltantes asesinó a un Guardia Civil (GC) que intentaba salvar a un empleado bancario que había sido tomado como rehén. Esto hizo que se desatara una persecución por las calles del distrito. Minutos después, los agentes policiales atraparon a tres de los criminales y recuperaron parte del botín robado. El asesino del valeroso oficial fue condenado a la pena de muerte. Meses después, sería fusilado en una isla del Callao.
Eran las cuatro de la tarde del martes 30 de octubre de 1973, cuando seis delincuentes, fuertemente armados, entraron a la agencia de la Mutual Santa Rosa, ubicada en la calle Diez Canseco 136, en Miraflores. Allí redujeron a 35 empleados y a cinco clientes. Luego, recorrieron los dos pisos del local y se apoderaron de más de 100 mil soles en efectivo. En seguida, despojaron de sus objetos de valor a todas las personas que estaban en el lugar.
Una llamada anónima alertó del robo a la Guardia Civil (GC). De inmediato, varios patrulleros rodearon el local financiero miraflorino. Al darse cuenta que estaban encerrados, los asaltantes salieron de la agencia con un rehén. El empleado bancario era amenazado con dos pistolas en la cabeza. Es ahí donde el cabo Fermín Santana Aguirre se acercó unos pasos y les pidió que dejarán libre al trabajador.
Los criminales gritaron que bajara el arma y el agente accedió. Segundos después, se subieron a sus autos y cuando soltaban al empleado bancario, le dispararon a Santana. El oficial murió en el acto. Luego, escaparon en diferentes direcciones. Uno de los agentes policiales disparó a los vehículos e hirió a uno de los delincuentes. Es así como se desató una persecución por las calles de Miraflores.
Horas más tarde, los policías lograron atrapar a tres asaltantes. Uno de ellos estaba gravemente herido. A ese malhechor se le encontró más de 12 mil soles en efectivo. Minutos después, la Guardia Civil encontró más de S/ 70 mil y varios objetos de valor tirados en la calle. Un cuarto delincuente se logró escapar de la persecución policiaca al subir a un auto y amenazar al conductor.
Al día siguiente, a las cuatro y media de la tarde del miércoles 31 de octubre de 1973, los restos del valeroso cabo Santana fueron enterrados en el cementerio El Angel, en El Agustino. Posteriormente, fue ascendido a Sargento de la Guardia Civil. En el sepelio, estuvieron presentes el director general de la GC, un representante del Ministerio del Interior, uno del ministro de Energía de Chile y varios oficiales peruanos. Cabe resaltar que el oficial asesinado era padre de 6 hijos y recién había subido de jerarquía.
A esa hora también se guardó un minuto de silencio en todas las unidades de la Segunda Región de la Guardia Civil de Lima y el Callao. Minutos después, un vocero de la GC informó que los delincuentes capturados eran identificados como: Juan Macharé Zapata, alias “Negro Macharé”, José María Paz Bracamonte, (a) “Siete Lucas”, y Jorge Palma Esparza, conocido como “Retaco”. Los tres resultaron heridos en la persecución. El primero tenía una herida de bala en la pierna izquierda y el tercero, una profunda perforación en el vientre.
También reveló que Héctor Valdivia Zapana era el cuarto asaltante del banco. Este delincuente se había escapado del antiguopenal El Sexto. Horas más tarde, la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) manifestó que los criminales detenidos serían condenados a la “pena de muerte”. Esto debido a que, ese año, el Gobierno peruano promulgó el Decreto de Ley N° 19910, que anunciaba esta dura condena “para quienes atacaran a miembros de la Fuerza Policiales, encontrándose estos en actos de servicio o con ocasión del mismo o en función propia de su instituto”.
El portavoz de la PIP también informó que a los asaltantes se les encontró los planos de la Casa de la Moneda, la fábrica D’ Onofrio y de dos entidades bancarias limeñas. Asimismo, se les ubicó una pistola con un medidor de aire de 15 centímetros de largo, acondicionada con un percutor como pestillo y un pequeño cañón con una bala atascada calibre 22. Además, se les halló dos revólveres, uno de ellos que se lo quitaron a un detective en un asalto a una agencia bancaria meses atrás, y un telegrama de “Aguas Verdes”, donde pedían el envío de dos armas calibre 22 y 32, previo pago.
Semanas después, Valdivia fue capturado por la policía. Meses más tarde, a las diez de la mañana del 18 de junio de 1974, el Consejo Supremo de Justicia Militar abrió una audiencia pública con los abogados de tres de los delincuentes detenidos. La defensa de Macharé señaló que no se había probado que su cliente fuera el autor del disparo que mató al oficial. Los representantes legales de los otros dos asaltantes aseguraron que ambos detenidos no eran cómplices de ese ataque.
Alrededor del mediodía y luego de sus alegatos, la audiencia fue levantada. Dos horas después, el Consejo de Guerra de la Segunda Zona Judicial de Policía confirmó la pena de muerte para Macharé por ser el autor del “ataque a la Fuerza Armada con subsiguiente muerte y con las agravantes de delito contra el patrimonio”. También sentenció a Paz a 20 años de cárcel y a Valdivia a 25.
Los tres delincuentes tendrían que devolver S/ 17,573.33 a la Mutual Santa Rosa. Además, el asesino debería pagar una reparación civil de 100 mil soles a la familia de Santana. Como última posibilidad para salvarse, la defensa del sanguinario homicida mandó un pedido de gracia al presidente Juan Velasco Alvarado. No hubo respuesta alguna. Por eso, a las tres y media de la tarde, el Juez Instructor del caso le informó a Macharé que sería fusilado.
La madrugada del miércoles 19 de junio de 1974, cientos de efectivos de la Guardia Civil cerraron las entradas de la plaza Grau, en el Callao. Los agentes policiales desalojaron a las personas que estaban en el lugar y prohibieron el estacionamiento de vehículos en las cercanías del Muelle de Guerra y la dársena del Terminal Marítimo. Luego, llegaron decenas de policías para resguardar la lancha que trasladaría al sentenciado.
Cerca de las dos de la mañana, Macharé llegó a la plaza Grau en una camioneta rodeada de decenas de patrulleros. El delincuente fue trasladado en el vehículo de máxima seguridad desde el penal El Sexto hasta el Callao. Ya en Terminal Marítimo, el homicida fue bajado del automóvil y embarcado en el bote que lo llevaría, en medio de la oscuridad, hasta la isla de El Frontón. Antes de partir, su familia se despidió de él y su esposa recibió una carta y su aro de matrimonio.
A las 4 y 55 de la mañana, “Negro Macharé” fue fusilado por un pelotón de la Guardia Republicana en el arrecife chalaco. Horas después, a las 8 a.m., en medio de un intenso frío y lluvia, la lancha regresó con el cuerpo del asesino. Sus restos estaban en un ataúd gris. Ya en el muelle, el féretro fue subido a una carroza que salió rumbo al cementerio Presbítero Maestro, acompañada por dos patrulleros. El cadáver del homicida fue enterrado cerca de las nueve de la mañana. Así terminó este trágico caso policial peruano hace más de 40 años.
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