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La asombrosa historia detrás del lapicero-pistola: la invención de un ex militar peruano que parecía sacada de “James Bond”
Durante su servicio como sargento en 1939, Manuel Orrillo Salinas concibió los primeros trazos de su innovadora idea. Después de años de dedicación y experimentación, este ex capitán y armero del Ejército Peruano finalmente presentó su versión final al público en el invierno de 1960, tras dos décadas de desarrollo meticuloso.
En la víspera de las fiestas patrias de julio de 1960, un día marcado por la conmoción en el ámbito cultural por la partida del pintor Enrique Camino Brent y por las turbulentas olas que azotaban La Punta, Callao, El Comercio destacaba en su portada una noticia inesperada: “Armero peruano presenta innovadora pistola ‘de escritorio’”, anunciaba en un destacado lateral de la página 1 de aquel sábado 16 de julio de 1960. Este acontecimiento reafirmaba una vez más el talento, la originalidad y el esfuerzo de los peruanos.
Manuel Orrillo Salinas, un ex militar y ex capitán armero, destacó por su habilidad para concebir innovadoras soluciones. Su experiencia en el ámbito militar le permitió idear una manera ingeniosa de camuflar un arma letal en un objeto aparentemente inofensivo: un simple lapicero.
Este ingenioso invento armamentístico transformó un objeto cotidiano en un instrumento capaz de disparar balas de calibre 22, y dejó en claro la destreza y creatividad de Orrillo en el campo de la ingeniería de armas.
Si bien el “bolígrafo de fuego” del ex capitán Manuel Orrillo parecía, a simple vista, un lapicero común y corriente, en el fondo tenía una fuerza de tiro respetable si no es que temible para cualquier enemigo o contrincante.
Según El Comercio, el arma inventada en sus horas libres por el militar retirado tenía “la fuerza de atravesar una plancha de madera de dos pulgadas de espesor, a diez metros de distancia”. (EC, 16/07/1960)
Pero el lapicero del ex capitán armero no dejaba de ser, a la vez, un eficiente útil de escritorio, pues como lo demostró el mismo inventor, se podía escribir con él sin ningún problema ni peligro.
Ciertamente, no fue un invento implementado ese año de 1960. Manuel Orrillo detalló al diario decano que el “lapicero-pistola” lo ideó, en realidad, en 1939, en los prolegómenos de la guerra con Ecuador (1941), y a poco de iniciarse la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
¿CÓMO Y DONDE SE PROCESÓ EL “LAPICERO-PISTOLA”?
En ese entonces, hacia finales de la década de 1930, el ex capitánOrrillo Salinas era un destacado sargento en la Escuela de Oficiales Armeros del Ejército.
Con dudas todavía, pues era solo un proyecto, Orrillo recién mostró los planos de su invento a sus superiores en 1940, y en cuanto lo hizo “obtuvo la clase de oficial”, contó Orrillo a El Comercio. (EC, 16/07/1960)
El inventor peruano relató, además, que los trabajos preliminares del inusual “lapicero-pistola” se hicieron en un espacio militaraislado, bastante seguro: los “talleres del Servicio Central de Artillería”.
Fue un trabajo de ingeniería militar cuidadoso, pues el ex capitán Manuel Orrillo Salinas debió ensayar varios modelos, hacer y deshacer versiones, hasta ir perfeccionando el armacamuflada en el transcurso de los años, hasta llegar a los dos decenios.
El artefacto militar era de lujo. El “lapicero-pistola” estaba revestido de “un baño de oro de 18 kilates”. Y la carga de la tinta seca, como cualquier bolígrafo-lapicero, se cambiaba por la punta cuando se terminaba.
Como arma de combate tenía, claramente, una innegable limitación: disparaba una sola bala. El redactor de El Comercio lo resumía de esa forma:
“Como arma solamente dispara un proyectil por la parte contraria a la punta. El broche o asegurador que tiene todo lapicero para adherirlo a la ropa, hace la vez de gatillo al presionarlo peculiarmente; y dispara, únicamente, balas de calibre 22″. Este último era un detalle que no debía olvidarse. (EC, 16/07/1960)
El ex capitán Manuel Orrillo Salinas aseguró entonces que si bien su arma inventada ya estaba registrada en el Museo de Armas del Ejército Peruano, se encontraba lejos de ser una “pieza de exhibición” solamente.
Orrillo Salinas contó al diario decano la anécdota de cómo su “lapicero-pistola” lo había protegido de unos hampones en el Rímac.
El hecho ocurrió en las inmediaciones de la plaza de Acho, cuando Orrillo caminaba solo por estas calles y fue rodeado por unos asaltantes.
Entonces, el ex capitán no lo pensó dos veces y accionó su “arma secreta”, logrando disparar un tiro con el que espantó por unos minutos a sus potenciales agresores, permitiéndole alejarse del lugar.
Orrillo estaba enamorado de su invento. Por ello, para complementar el poder y uso del “lapicero-pistola” como arma de fuego, el inventor confeccionó “un pequeño implemento”, que serviría para limpiar el cañón, y que él llamó “baquetoncita”. (EC, 16/07/1960)
El ex capitánManuel Orrillo Salinas mostró con orgullo su artefacto ingenioso y útil y hasta anunció al diario que pronto exhibiría otros trabajos de su propia creación, junto a los de otros inventores nacionales.