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Reviva cómo se consiguió la jornada de ocho horas en el Perú: un derecho que cumple 105 años
El logro de las ocho horas laborales en nuestro país, en enero de 1919, fue la consecuencia de largas luchas obreras, así como de diálogos y acuerdos. Pero también de un marco jurídico que se fue afinando desde comienzos del siglo XX y que permitió una base sólida donde apoyar los justos reclamos de los trabajadores. Lima fue el centro de la convulsión social y laboral de esos años.
A finales del siglo XIX un obrero textil en el Perú trabajaba 16 horas diarias. Por eso es que las primeras huelgas del sector nos remitieron a 1896, diez años después de los sucesos trágicos de los Mártires de Chicago, en Estados Unidos. El proceso aquí fue lento para la desesperante situación laboral que se vivía. Solo en los primeros años del “nuevo siglo XX” se empezó a elaborar una legislación que reconocía las condiciones de trabajo en el país. Y el diario El Comercio cumplió un importante papel en ese camino.
LOS PIONEROS EN BUSCA DE UNA SOLUCIÓN A COMIENZOS DEL SIGLO XX
Esta historia no hubiese sido controlada de una manera efectiva si antes no se hubiera pensado y analizado bien la situación laboral en el país. Se buscaba una solución legal a largo plazo, ya no solo a través de medidas paliativas. Con ese enfoque, desde principios del siglo XXexpertos juristas interesados en el campo laboral trabajaron propuestas y, en algunos casos, las explicaron a los propios obreros.
De esta forma, estos jurídicos de comienzos del siglo XX lograron las primeras legislaciones en favor del trabajador. El asunto empezó en 1905, cuando se celebró -por primera vez- el “Día Internacional del Trabajo”, donde disertó el insobornable Manuel González Prada, quien había apoyado desde un inicio el movimiento obrero. La semilla de la jornada de las 8 horas estaba sembrada.
En ese contexto, destacó también la figura de Luis Miró Quesada de la Guerra (1880-1976), quien sería diputado de la República (1906-1912) y luego alcalde de Lima (1916-1918). Miró Quesada se había acercado a los propios obreros a través de conferencias como la que expuso en la Sociedad Unión Obreros N° 1 de Lima, el 21 de octubre de 1900, titulada “El riesgo profesional aplicado al Perú”.
Ese contacto directo con la masa obrera, incentivó el interés del joven intelectual por el tema laboral En 1901, su tesis de Bachiller en la Facultad de Jurisprudencia (Derecho), de la Universidad de San Marcos abordó justamente el tema de “El contrato de trabajo”.
El aporte académico más vital de Luis Miró Quesada se concretó en sus dos tesis de doctorado en San Marcos: “La cuestión obrera en el Perú” (Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas, 1904) y “Legislación del Trabajo” (Facultad de Jurisprudencia, 1905), en esa última enriqueció y actualizó un capítulo clave del problema: “El riesgo profesional” (accidentes de trabajo), el mismo que empezó a elaborar desde 1900.
En medio de estos aportes a la problemática laboral obrera, otro avance importante que se dio a nivel del poder político durante el gobierno de Guillermo Billinghurst, ocurrió el 10 de enero de 1913, cuando se decretó la jornada laboralde8 horas diarias para los obreros del Muelle y Dársena del Callao.
Después, con el aporte del doctor José Matías Manzanilla, quien como diputado elaboró la Ley N° 2851, de 1918, llamada “Ley Manzanilla”, se reguló el trabajo de las mujeres en 8 horas y de 6 horas para los niños, además de establecerse el descanso dominical.
ENERO DE 1919: LA HORA DE LAS DECISIONES RADICALES EN BIEN DE LA PAZ SOCIAL
Desde los primeros días de enero de 1919, el Perú afrontaba una situación social y laboral muy compleja. Había paralizaciones de obreros en varias partes del país, muy marcadas por las corrientes anarcosindicalistas y socialistas.
En Lima, los panaderos, como en la década anterior con el sindicato “La Estrella del Perú” (1904), iniciaron una huelga en esos primeros días de 1919, y luego les siguieron los tejedores, los curtidores, los motoristas, los transportistas de buses y tranvías, así como los trabajadores de la Baja Policía. El paro general era inminente.
Hubo incluso un comité “Pro Paro”, que funcionó independientemente de los huelguistas, con el cual se buscaba la adhesión de los demás gremios de Lima y Callao. El alcalde de Lima, Manuel Irigoyen, trató de intermediar entre obreros e industriales, proponiendo a los primeros que aceptaran “una jornada de 9 horas”, pero la propuesta fue rechazada.
Las huelgas se expandieron a provincias, en tanto que las cárceles limeñas empezaron repletarse con los obreros detenidos. Parecía que no había ninguna solución. Las advertencias y hasta amenazas provenían de un lado y otro, entre obreros huelguistas y gerentes de fábricas. La tensión pública era el pan de cada día. Hasta que la situación explotó de la peor manera, el lunes 13 de enero de 1919. Comenzó así el paro general.
El caos y la violencia ganaron las calles y los locales institucionales. Fueron atacados los cuarteles, y los enfrentamientos entre los huelguistas y los agentes policiales y la destrucción del alumbrado público, generó mucha zozobra en la población, miedo, pánico social, especialmente en Lima, ciudad que se quedó literalmente en penumbras.
Los obreros del Callao complicaron aún más las cosas, puesto que los disturbios crecieron allí al punto de verse asaltados sencillos quioscos, puestos de mercados y hasta la estación central ferroviaria. Hubo muchos heridos entre los manifestantes tanto en el Callao como en Lima. El alcalde limeño exigió a la Policía que garantizara el orden en los espacios públicos, y que enviara un pelotón de tropa para cumplir con el servicio de la Baja Policía.
“¡Menos horas de trabajo! ¡Más pan! ¡Queremos vivir más!”, eran los lemas de los obreros, que en grupos numerosos tomaron parte de la ciudad. Bajo esas proclamas, la huelga general de tejedores y otros gremios continuó el martes 14 de enero de 1919. El diálogo fracasaba.
Los agentes de la Policía se apostaban en las torres de las iglesias, como en los tiempos de la guerra civil entre pierolistas y caceristas, en el verano limeño de 1895. En ese clímax, apunto de una guerra civil, la luz volvió a la conciencia de los peruanos. El miércoles 15 de enero de 1919, al llegarse a un punto extremo del conflicto, el paro general terminó, gracias al decreto que el gobierno del presidente José Pardo firmó, estableciendo obligatoriamente la jornada de 8 horas y un arbitraje en cada caso.
Luego tres días de paro nacional, en un “balconazo” en Palacio de Gobierno, el presidente José Pardo anunció el decreto que reconoció los derechos de los trabajadores, en medio de una gran manifestación de obreros en la Plaza de Armas de Lima. Uno de los mediadores entre el Estado y los trabajadores fue el dirigente estudiantil Víctor Raúl Haya de la Torre.
La consecuencia inmediata de la dación del histórico decreto por el primer mandatario José Pardo, fue la liberación de todos los obreros detenidos; asimismo, los panaderos empezaron a trabajar esa misma noche, y los transportadores volvieron a conducir sus ómnibus a los balnearios y sus tranvías urbanos por la ciudad.
El Perú superó aquel difícil momento histórico que le tocó vivir hace 105 años con el concurso de hombres de bien, legisladores, políticos y líderes sindicales. Todos puntos claves en la solución del conflicto laboral y social.
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