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Tragedia en los años 30: la vez que un choque de buses en la av. Arequipa dejó huérfanos a cuatro adolescentes y una decena de heridos
Las historias de la inseguridad vial, de accidentes, choques y atropellos en las pistas de Lima vienen desde la aparición masiva de vehículos, y esto ocurrió en los años 30. Allí fue la eclosión, el primer paso al caos, a la insensibilidad y a la imprudencia vial. Un caso emblemático fue que el ocurrió en setiembre de 1933.
La noche del 21 de setiembre de 1933, Lima vivió un momento trágico. La avenida que hacía poco tiempo se llamaba “Augusto B. Leguía”, por capricho de quien la mandó construir, y que pasó luego a ser la “avenida Arequipa”, fue el escenario de un terrible accidente ocasionado por dos ómnibus de transporte público que competían por ser el primero en llegar al Paseo Colón. La muerte de una madre y la decena de heridos que provocó esa imprudencia al volante pintó lo que éramos como sociedad en la esquina de Arequipa y Mariano Carranza, donde hoy están el Instituto Italiano de Cultura y el Canal 5.
No importaba la hora para los curiosos de siempre. Mucha gente se acercó a la terrible escena del accidente desde las diferentes calles que daban a la avenida, en esa zona de Santa Beatriz, un barrio recientemente urbanizado por las familias que dejaban el Centro de Lima como hogar. Aunque nos sorprenda saber, ya para esos años los choques y atropellos, ver a policías y bomberos ir y venir, eran el pan de cada día en esa arteria de Lima a comienzos de los años 30. Los limeños denunciaban en El Comercio estos excesos de velocidad y temeridad vial, y estaban cansados de las mismas escenas; pero, aquella vez, las cosas llegaron a extremos.
La violencia que ejercían estos conductores de buses estaba llegando a un límite para el público usuario y para las mismas autoridades. Estos transportistas de los años 30 competían entre sí, parecían vivir en su mente un rally por la ciudad. Todo por ganarse la delantera. Así sucedió esa noche.
Los choferes del accidente del jueves 21 de setiembre de 1933 fueron Heli Sánchez (bus Nº 7576) y Aurelio Tello García (bus Nº 7648). La velocidad con que emprendieron su frenética carrera era tal que los ocupantes de sus unidades no dejaron de gritar y llamarles la atención, hasta que sucedió lo inevitable: el choque entre ambos vehículos (por un cierre de uno al otro), y la volcadura de uno de ellos hasta la vereda de enfrente.
De noche no se pudo hacer mucho para ver los detalles del accidente; así, los peritos de la Jefatura de Tráfico prefirieron la luz del día para ver las pruebas, huellas y señales tan necesarias en su evaluación final del caso. De esta forma, Ernesto Field, técnico ingeniero de la inspección del tráfico, llegó a la mañana siguiente, muy temprano.
Pero los que sí trabajaron esa noche fueron, además de los periodistas, los investigadores de la Comisaría de San Isidro, los agentes Izquierdo y Oyarce. Según informó El Comercio habían avanzado en las declaraciones a los testigos oculares. El objetivo era determinar la causa del accidente, más aún si se trataba de un hecho que había ocasionado una víctima fatal y diez personas heridas. (EC, 22/9/1933)
TRAGEDIA VIAL: LA MUERTE DE UNA MUJER QUE VIAJABA SOLA EN UNO DE LOS BUSES
A las 8 de la noche, aproximadamente, el bus de Heli Sánchez estaba en una carrera intensa y alocada con su competidor, Aurelio Tello, con el que hacía la misma ruta deChorrillos a Lima. Al entrar a la avenida Arequipa, en Miraflores, ambos conductores parecían tener la “misión” de ganarle al uno al otro; cuando, de pronto, por querer rebasar al contrincante, el bus de Sánchez perdió el control y terminó dando vueltas de campana.
El descontrolado bus de Sánchez hizo volar por los aires a varios de sus pasajeros, y luego impactó contra un muro, reventando la cabeza de una mujer que solo esperaba llegar a su casa a tiempo. El otro bus, el manejado por Aurelio Tello, “salió fuera de la pista derecha, atravesó los jardines céntricos de la avenida y fue a dar a la pista izquierda, recorriendo gran trecho, hasta estrellarse contra una pared la que destruyó en algunos metros, hasta que se detuvo completamente destrozado”. (EC, 22/9/1933)
En ambos lados de la avenida Arequipa, a la altura de la esquina de esta con la calle Mariano Carranza, el escenario era una pena. Eran las 8 y 20 de noche y el lugar era uno donde cundían los lamentos, los gritos y las súplicas por ser atendidos. Cuando llegó el cronista del diario decano, el cuadro era tétrico y desesperante: los mismos pasajeros que no habían sufrido sino rasguños y ligeros golpes, ayudaban a los heridos de gravedad. La impotencia invadía a todos.
Minutos después, los heridos empezaron a ser enviados a la Asistencia Pública de Lima (av. Grau). Un testigo, “un cabo del cuerpo de seguridad”, contó que había tratado de parar el bus para subir, pero ninguno le hizo caso. Un par de cuadras después ocurriría el fatal accidente. (EC, 22/9/1933)
En medio del auxilio a los heridos en uno de los buses, el de Hali Sánchez, un rescatista sintió que tocaba entre los asientos algo pegajoso… Demoró en darse cuenta de que era un poco de masa encefálica que se esparcía por los asientos. “Prestamente extrajeron el cuerpo de una humilde mujer, la que presentaba media cara seccionada, con el cráneo destrozado y completamente inerte, pues, ya era cadáver”, informó El Comercio. (EC, 22/9/1933)
Paulina Guerra de Crespo, de 42 años, la víctima, cuya muerte fue instantánea, se había sentado en las primeras filas del bus. Allí recibió el impacto del bus, el cual, como indicó el diario decano, “dio vueltas en la pista hasta saltar a la de peatones, donde quedó inmovilizado en posición transversal a la referida pista (av. Arequipa)”. (EC, 22/9/1933)
Paulina estaba casada y tenía cuatro hijos (“tres mujeres y un varón, el último, de 14 años”). Ella quedó aplastada contra el bus, con el cráneo destrozado y el rostro desfigurado. (EC, 22/9/1933). Nadie se pudo nada hacer por ella.
La Comisaría de San Isidro actuó en el caso, pues por entonces la correspondía esa jurisdicción (Lince sería creado recién en 1936). El alférez Jorge Rivasplata dirigió a su personal para ayudar a los heridos, y especialmente para ordenar el retiro de los buses, y poder así continuar con el tráfico de forma normal.
LOS HERIDOS EN LA ASISTENCIA PÚBLICA Y EL DOLOR EN LA MORGUE DE LIMA
A las 8 y 45 de la noche de ese jueves 21 de setiembre de 1933, los afectados invadieron la sala de emergencia del local de la Asistencia Pública. Allí, ensangrentadas, fracturadas y algunas llenas de tierra, las víctimas fueron atendidas por los “facultativos de servicio”, los doctores Herrera y Seminario, así como por un grupo de enfermeras y enfermeros.
El Comercio hizo la lista de los heridos, “en el orden que fueron curados”, dijo el cronista. (EC, 22/9/1933):
1.- “Señora N. Rojas, de 35 años, natural de Lima: contusiones en la región occipital”.
2.- “Señorita N. Patow, de 19 años, natural de Lima: fuertes contusiones con erosiones en la región escapular derecha (espalda) y miembro superior derecho”.
3.- “Señora Hortencia Pinella, de 30 años, natural de Lima: contusiones en diversas partes del cuerpo”.
4.- “Señora Santos Aguilar, de 60 años, natural de Lima: contusiones en diversas partes del cuerpo, en el tórax y en la región occipital”.
5.- “Jesús Hernández, de 35 años, natural de Ica: herida contusa de dos centímetros en el dorso de la nariz; otras heridas en la región parietal y región malar derecha”.
6.- “Manuel León, de 48 años, natural de Lima: herida cortante en el tercio medio de la pierna izquierda, diversas contusiones en el cuerpo”.
7.- “Carlos Céspedes, de 31 años, natural de Chancay: fuertes contusiones con erosiones en la pierna y rodilla derecha, también diversas contusiones en el cuerpo”.
8.- “Amador Farfán, de 14 años, natural de Ayacucho: herida contusa en la ceja izquierda”.
9.- “Ricardo Ugaz, de 20 años, natural de Pacasmayo: contusiones en el pubis, y contusiones y erosiones en la pierna y rodilla izquierda”.
10.- “Heli Sánchez (chofer), de 33 años, natural de Lima: herida contusa de cuatro centímetros en el dedo meñique de la mano derecha y contusiones diversas en el cuerpo”.
Los heridos domiciliaban en distintas partes de la capital, como el Centro de Lima, Barranco, San Isidro, Surquillo, Pueblo Libre y La Victoria.
A las 10 de la noche, terminaron de atender a todos los lastimados en el choque brutal de la avenida Arequipa, y sin más les dieron de alta. Salvo un caso: el de Carlos Céspedes, quien debió ser trasladado al Hospital Dos de Mayo, ya que sus heridas eran de consideración. El otro chofer, Aurelio Tello, salió ileso, y fue conducido a la Comisaría de San Isidro. Debía dar cuenta de su responsabilidad, así como el otro chofer herido, Heli Sánchez.
Mientras, los restos de Paulina Guerra de Crespo fueron llevados a la Morgue Central de Lima. Una madre víctima de la velocidad, la imprudencia y la temeridad al volante en los años 30. Nadie cambiaría con los años; es más, empeoraría.
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