Cigarrillos electrónicos: la historia se repite
El siglo pasado, la humanidad experimentó una de las mayores tragedias de salud pública de su historia: 100 millones de seres humanos perdieron la vida por fumar cigarrillos. Hoy veremos como se produjo semejante hecatombe, y como -gracias al cigarrillo electrónico- estamos a punto de repetir el mismo error.
Un poco de historia
Siendo una planta originaria de América, el tabaco se consumió en estas latitudes básicamente como elemento ceremonial en el culto religioso. Al llegar a Europa, el tabaco se convirtió en un elemento exótico, fumado en pipas y puros y molido finamente y aspirado en forma de rapé. Ya en los siglos XVI y XVII, muchas autoridades se pronunciaron ante el desagradable uso de esos productos. Pero eso, hasta ese momento era un asunto de higiene, no de salud pública.
El problema de salud pública empezó en 1881, cuando el norteamericano James Bonsack inventó la máquina para fabricar cigarrillos y de un momento a otro se formó la poderosísima industria del tabaco.
Desde el punto de vista del negocio, al comienzo no hubo ningún problema con la venta de los cigarrillos, porque no se sabia el daño que producían. Usando figuras del deporte y del espectáculo para promocionar sus productos, las ventas fueron muy exitosas. Durante la primera guerra mundial, la Cruz Roja incluía cigarrillos en el paquete básico de subsistencias a millones de soldados.
El problema para la industria del tabaco empezó el 24 de mayo de 1950 cuando la revista de la Asociación Médica de Norteamérica publicó el primer estudio científico que relacionaba el consumo del cigarrillo con el cáncer de pulmón. Desde ese momento, el consumo del tabaco se convirtió en un serio problema de salud pública.
Para enturbiar los hallazgos científicos, la industria fundó su tristemente célebre Instituto del Tabaco en 1958. Dicho Instituto reclutaba -por grandes sumas de dinero- a científicos que se encargaban de poner en duda cada estudio que se publicaba, demostrando la relación entre cigarrillo y cáncer. Al no poder contrarrestar la enorme evidencia científica, la industria del tabaco empezó un nuevo frente de batalla: la influencia sobre los políticos para evitar su regulación, y aparecieron así, los primeros lobistas de la industria.
La cosa se les complicó después, cuando se descubrió que la nicotina -componente de la hoja del tabaco- era una droga muy adictiva, conociéndose luego que los fabricantes de cigarrillos no solo lo supieron, sino que lo ocultaron del público, manipulando la dosis de nicotina en los cigarrillos para lograr un número mayor de adictos.
Los cigarrillos electrónicos
Inventado en China por el farmacéutico Hon Lik en 2003, empezó a venderse en Europa y Estados Unidos recién en 2006. Su principio fundamental es que -a través de un mecanismo de vaporización a alta temperatura- convierte un líquido con alto contenido de nicotina en vapor. El líquido se encuentra en una pequeña cápsula de plástico dentro del aparato, el que necesita de baterías para calentarse. Al no producir humo, la gente que usa cigarrillo electrónico ya no fuma, sino vapea.
Y repasando la historia, nos damos cuenta de que estamos en un momento comparable a 1881, cuando Bonsack inventó la máquina de fabricar cigarrillos. En esa época, el mundo pasaba del consumo tosco y artesanal del tabaco a un producto sofisticado llamado cigarrillo. En la actualidad estamos pasando de un elemento causante de enfermedad y muerte como el cigarrillo, a un glamoroso producto electrónico moderno, que da la impresión de que es menos dañino que su predecesor (aunque ya hay estudios que están demostrando que también causan enfermedad y muerte).
La gran diferencia con 1881 es que al saberse todo el daño que causa el cigarrillo, en este momento estamos en condiciones de ser mas inteligentes al regular los cigarrillos electrónicos, punto que nos lleva a examinar a los lobistas de esta moderna industria.
Lobistas electrónicos
Oliendo el potencial de negocio de los cigarrillos electrónicos, cada una de las grandes compañías tabacaleras, es ahora propietaria de una marca de cigarrillo electrónico, por lo que están usando sus poderosas estrategias para comercializar estos potencialmente dañinos productos.
Una simple búsqueda en Google nos revela una sorprendente cantidad de información sobre los esfuerzos de cabildeo político que esta haciendo la industria del cigarrillo electrónico en el mundo, incluyendo América Latina.
El ex primer ministro español José María Aznar por ejemplo se ha convertido en el “gestor de intereses” de la compañía Philip Morris para América Latina, compañía que recientemente adquirió 35% de las acciones de la compañía que fabrica el cigarrillo electrónico de mas venta en Estados Unidos. Aznar estuvo en Lima en febrero pasado, buscando hablar con la ministra de salud, y un par de semanas después que congresistas de Fuerza Popular, encabezados por Carlos Domínguez, y que incluyó a Carlos Tubino, Karla Schaeffer, Héctor Becerril, Mario Mantilla y Dalmiro Palomino presentaran el proyecto de Ley 3883/2018-CR, en el que pretendían derogar la importante Ley 27805 de control del tabaco, e introducir al Perú el cigarrillo electrónico en sus mas favorables términos comerciales. Es decir, una ley a medida de la industria. Por razones desconocidas, el proyecto de ley ha sido retirado por Domínguez, acción que obliga a estar vigilantes a futuros intentos de atropello a la salud pública.
La tendencia actual es que los cigarrillos electrónicos sean tratados como lo que son, aparatos potencialmente dañinos, asociados a derrames cerebrales e infartos cardíacos y que han causado muertes por explotar en el rostro de sus usuarios. En ese sentido, Panamá y otros países tienen leyes muy restrictivas de esos productos, ejemplo que el Perú, sin duda, debe emular.