El apego cada vez mayor a las pantallas en espacios públicos y en el propio hogar está causando a nivel global una disminución de habilidades sociales y de comunicación. (Foto: Corresponsales Escolares de El Comercio)
El apego cada vez mayor a las pantallas en espacios públicos y en el propio hogar está causando a nivel global una disminución de habilidades sociales y de comunicación. (Foto: Corresponsales Escolares de El Comercio)

La aumentó notablemente el tiempo que pasamos en el celular para trabajar, estudiar y entretenernos, especialmente entre los jóvenes. Y más precisamente, entre los escolares. En el I.E. 20256 José Gálvez, en el distrito limeño de , estudian más de 1300 estudiantes en secundaria. Entre un grupo representativo, hicimos un sondeo sobre sus hábitos con el teléfono móvil. El 48% indicó que lo usa entre 2 y 4 horas al día; el 23% supera las 5 horas y el 9% lo utiliza más de 8 horas. Pese a que este colegio tiene un reglamento interno que prohíbe el uso del celular dentro de la institución, el 24% admite que lo usa en clase. Siempre a escondidas. Lo más preocupante es que el 66% admite que su uso podría estar afectando su salud física y emocional.

Janet Mellado Flores, directora de este centro educativo, comenta que los maestros y tutores han reportado poca concentración y cansancio entre los alumnos, debido al uso excesivo de teléfonos en clase. Y fuera de ella. “El problema no está en la tecnología, sino en cómo se usa”, dice Mellados. “Como política, insistimos en que no lleven el celular a clases. La institución forma parte de un programa piloto para promover un buen uso del celular. Lo que hacemos es conversar con el estudiante, hablar con su familia e intentar sensibilizarlos sobre el tema”.

Si bien este es un problema transversal a todos los colegios, la directora indica que aún son muchos los padres que no entienden los problemas asociados al uso excesivo del teléfono móvil en los niños. “Muchos piensan que al darles el celular han terminado el trabajo con sus hijos y asumen que los usan en clase para actividades educativas, cuando la política del colegio y del Ministerio de Educación es no llevarlos y ni usarlos en las aulas”.

El problema hoy ya no es solo la distracción que implica un celular, sino la irrupción de herramientas de Inteligencia Artificial que, mal utilizadas, supone un menor esfuerzo de los estudiantes. “Muchos estudiantes usan la tecnología sin analizar lo que hacen, sin tener referentes. Solo copian lo que les dice la IA. No leen las respuestas y escriben cada vez menos. Reciben todo lo que ven en las plataformas sin sentido crítico”, comenta la directora.

Concentración a la baja

El uso de celular antes de los 13 años se ha asociado a problemas posteriores en la vida adulta, como el trastorno de sueño, malas relaciones familiares, depresión y ansiedad, , una organización dirigida por la neurocientífica Tara Thiagarajan, de la Universidad de Stanford (EE. UU.). Muchos estudios similares apuntan a los mismos resultados.

(Foto: Corresponsales Escolares de El Comercio)
(Foto: Corresponsales Escolares de El Comercio)

En un intento por responder a este problema, en junio de este año el Congreso promulgó la Ley N° 32385 que limita el uso de teléfonos móviles en las escuelas. Muchas otras medidas serán necesarias en el futuro para recuperar la concentración de los estudiantes y promover un desarrollo cognitivo sano. Miguel Gutiérrez, médico serumista del Minsa en la región Puno, asegura que el uso de pantallas en edades formativas altera la corteza frontal del cerebro, especialmente en las funciones que están relacionadas con la atención, la recompensa y la autorregulación.

“Este uso excesivo altera la atención sostenida, lo que se expresa por ejemplo en problemas para leer un libro. Ya no se puede mantener la concentración todo el tiempo. El cerebro también se acostumbra a dividir su atención en múltiples estímulos y esto altera la memoria y reduce la capacidad de hacer foco en una sola tarea por un tiempo prolongado”, sostiene Gutiérrez. Respecto a los daños físicos, indicó: “La luz azul que producen las pantallas suprime la melatonina, que es la hormona que regula el ciclo del sueño y la vigilia. Al estar alterada, se produce menos sueño”.

Según el especialista, esta sobreexposición a los celulares entre niños también provoca que aquella información que trata de aprender llegue fragmentada, lo que no permite un pensamiento profundo, sino solo una capacidad superficial para entender y analizar las cosas.

Vida real vs. la pantalla

En el primer trimestre de 2025, el 90% de la población entre los 6 y 17 años accedió a Internet mediante el celular, cifra que representa un incremento de 4 puntos porcentuales respecto al mismo periodo de 2024 (87%), según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) realizada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).

Sofía Silva, psicóloga con experiencia en gestión y bienestar educativo, afirma que las plataformas digitales ofrecen, especialmente para los niños, una gratificación instantánea, así como una constante comparación con las vidas idealizadas que allí se exhiben. Esta situación, indica, está ocasionando un aumento significativo de casos de ansiedad, depresión y baja autoestima.

(Foto: Corresponsales Escolares de El Comercio)
(Foto: Corresponsales Escolares de El Comercio)

“Lo que se suele publicar en redes sociales nos hace compararnos con el resto. A veces sentimos que no somos suficientemente buenos. Nos comparamos con la vida que se exhibe en publicaciones editadas”, comenta Silva. “Distorsionamos lo que creemos que debe ser la realidad y caemos en un círculo vicioso. Nos volvemos autocríticos porque no estamos a la altura de lo que vemos en redes y esto afecta nuestra salud mental y podemos llegar a padecer ansiedad y depresión. De pronto, no podemos identificar lo que es real de lo que es solo digital”.

El apego cada vez mayor a las pantallas en espacios públicos y en el propio hogar está causando a nivel global una disminución de habilidades sociales y de comunicación: menos paciencia para escuchar, menos deseo de hablar en persona (lo que reemplazamos por textear) y menos herramientas para expresar nuestras propias emociones. Todos estos, valga insistir, quiebra en cada persona (especialmente entre los más jóvenes) su capacidad para relacionarse sanamente con su entorno.

“Todos estos problemas nos impiden entender cómo resolver los conflictos que se dan en la vida real, porque no tenemos espacios para practicar nuestras habilidades sociales ni de comunicación”, indica Silva, quien advierte la necesidad de estar alerta a ciertas señales negativas entre los estudiantes: “Si notamos que un chico, sometido al uso excesivo del celular, somatiza esto dentro de su conducta y/o sus expresiones físicas, ya podemos hablar de que existe, en principio, una adicción”.

La receta para evitar esto, sostiene, es recuperar prácticas sociales cotidianas que existían antes del advenimiento de los celulares y pantallas móviles: “Hay que darle prioridad al tiempo que compartimos con nuestros amigos, con nuestra familia y estar más atentos a los detalles del mundo que nos rodea”. Vivir el presente en la vida real y no en una pantalla.

Autores

Esta nota fue escrita por los Corresponsales Escolares Jhonnatan Fernando Rodulfo Barrancas, Aixa Karina Veliz Zavala, Killari Galilea Antonella Chipana Carhuas, Brenda Abigail Requejo Huamán y Starlyn Miguel Ramos Alburqueque, del I.E. 20256 José Gálvez, de Independencia. El artículo fue realizado bajo la mentoría del periodista de El Comercio Jorge Luis Cruz Arteaga.

Contenido sugerido

Contenido GEC