Universitario de Deportes y el día en que homenajeó a Mario Vargas Llosa
En 1965, en Río de Janeiro, Mario Vargas Llosa fue al estadio. No a ver un partido cualquiera. El escritor peruano que pocos años antes había ganado el premio Biblioteca Breve por “La ciudad y los perros”, y que todavía no cumplíia los treinta años, presenció un amistoso entre Brasil y Alemania en el que se encontraban algunos campeones del mundo de Suecia 1958 como Djalma Santos, Mané Garrincha y, por supuesto, Edson Arantes Do Nascimento, Pelé, de quien diría era “el más extraordinario jugador que he visto”.
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Cuarenta y cinco años en el futuro, ahora en el césped del Santiago Bernabéu, se presentó un Vargas Llosa septuagenario, con los cabellos plateados, el abrigo profundamente oscuro y un Nobel bajo el brazo. Acompañado de Íker Casillas y Joaquín, capitanes del Real Madrid y el Valencia respectivamente, el novelista dio el famoso play de honor en los prolegómenos del partido.
En 2011, en febrero, tras un corto pero emotivo discurso en la cancha del Estadio Monumental, y luego de un cierre a grito de “¡Viva la U”!, el Nobel ondeó la bandera de Universitario de Deportes frente a la ovación de casi ochenta mil almas.
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José María Arguedas fue vecino victoriano y amigo de Héctor Teodulio Legario, arquero de Alianza Lima y cuatro veces campeón con el club íntimo. Aunque asociar al autor de “Los ríos profundos” con el mundo andino y la corriente indigenista es inevitablemente lógico, el investigador y crítico Ernesto Toledo Bruckmann afirma en su libro “Arguedas, el encuentro con Lima y su iniciación política: 1911- 1938″ que “Arguedas tuvo una estancia cordial en la ciudad” y fue allí donde forjó no solo tantísimas amistades sino algunas aficiones como aquella predilección por Alianza Lima.
A diferencia del hinchaje confeso y comprobado de Vargas Llosa por la U, lo de Arguedas siempre estuvo en una especie de limbo entre lo mitológico, lo ficcional y lo emocional. Sin embargo, entre las pruebas más contundentes se encuentra lo dicho por Víctor Bustamante Moscoso en el libro ‘Apuntes inéditos: Celia y Alicia en la vida de José María Arguedas’, de Carmen María Pinilla, en el que afirma lo siguiente: “(...) Discutíamos sobre fútbol. Él era hincha de Alianza Lima, siempre tirando a los desposeídos. Yo era hincha del Sport Boys del Callao. Me fastidiaba con el negro Barbadillo de mi equipo: según él, era un teatrero que, al primer roce con un rival, se tiraba al piso - lo cual era verdad-”.
Además de la dinámica de lo impensando, en palabras de Panzieri, o un gran simulador de la vida, en las de Valdano, el fútbol es una constante en la biografía y obra de algunos (muchos) escritores y escritoras peruanos.
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Bryce tapó en el Nacional y Ribeyro no corría
Alfredo Bryce Echenique era especial hasta para las pasiones. Y es que el autor de “Un mundo para Julius” le confesaría a su gran amigo Julio Ramón Ribeyro que era hincha del hoy irrastreable Ciclista Lima, no sin antes subrayar que alguna vez le había tocado pararse entre los tres palos en el Estadio Nacional: “…fui arquero de los juveniles de la U, en la época de Perón y Odría. Entré a la cancha dando botes a la pelota. Me la quitaron y la tiraron a la tribuna, a la zona del Alianza y no me la devolvieron. Pero recuerdo que entregué mi valla invicta frente al Independiente de Buenos Aires”.
El ‘flaco’, por supuesto, no se quedó atrás pues comentó, siempre con esa mezcla entre humildad e irreverencia, que solía jugar cuando era alumno del colegio Champagnat, aunque no corría mucho debido a una afición precoz por los cigarrillos. Años más tarde, escribiría “Atiguibas”, un relato en donde los lectores encontramos al cañonero crema Lolo Fernández como protagonista. “Una obra de arte, un modelo de fuerza, técnica, coraje y oportunismo”, describiría Ribeyro al goleador merengue. Mucho tiempo después, cuando su biógrafo y amigo Jorge Coaguila le preguntó “¿De dónde viene el título del cuento (Atiguibas)?” Ribeyro le contestó que este jamás sería revelado, para que luego de un instante estallase en carcajadas mientras respondía de “Hasta las huevas, pues”, ya que era lo que coreaba la tribuna.
Una de las poetas peruanas más famosas es sin duda Blanca Varela quien en su libro “Canto villano” incluyó el poema”Fútbol”. En él, además de la evidente sugerencia del título, habla de la infancia y trasciende la descripción de la simple actividad motora y la plasticidad de los cuerpos, para embarcarse en la evocación de la paternidad y cómo el hijo encuentra la felicidad y el mundo pateando una pelota.
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Narradores que juegan o jugadores que narran
Leonardo Aguirre es fumador como lo era Ribeyro pero, a diferencia del flaco, él sí corre. Salvo por una lesión que lo ha alejado de las canchas por unos meses, el autor de “Nueve vidas”, “Una cocina surge - Crónica rimada de Lima”, entre otros títulos, se mantiene activo y comparte cancha con sus amigos y colegas semanalmente de manera religiosa: “Desde que teníamos pelo, peloteamos. Ya van 15 años. Poetas y narradores, también editores. Pasto sintético. Y sintético seré, ni modo, pues el espacio es corto. Los de corto: Pólack, Méndez, Muñoz, Sánchez, Ledesma, Trelles, Ruiz, Pera, Freyre, Neyra (quizá Pimentel, capaz Guillén, incluso Page). En consecuencia, la conversa es libresca: la previa. Pero luego, cuando rueda la de cuero, la literatura se clausura. Ya no somos escritores: apenas hombres. O menos que tales: neandertales. La pelota no se mancha, ni siquiera de tinta”.
En el caso de José Carlos Yrigoyen, narrador, poeta y crítico, autor de “Con todo, contra todos”, entre otros libros, y reseñista de este diario, su pasión por el fútbol va de la mano del amor por los colores de equipo, Alianza Lima: “Soy hincha de Alianza por razones muy sencillas. La primera: me rindo ante el talento y el brillo estético de ciertas acciones humanas. Creo en la belleza y en que la garra no es una mística, sino un recurso final ante la ausencia de habilidad. Un equipo que funda su esencia en la garra nace admitiendo su segundo lugar”, explica sin ningún tipo de pudor y continúa comentando que “los linajes que forja la historia y Alianza en ese aspecto no tiene comparación (...) si ser peruano es sufrir, déjenme hacerlo con una camiseta blanquiazul en el pecho”.
Además, sintetiza una respuesta cuando se le consulta por qué escribir sobre esto: “He escrito un libro sobre la historia de la selección, que hace poco mereció una tercera edición corregida y radicalmente aumentada. La escribí a partir de la idea que motiva todos mis proyectos: hacer los libros que me gustaría leer y que aún no existen. Este es uno de esos casos que se une a un hinchaje que ameritaba un acto de redención”, concluye.
Por su lado, la escritora Sophia Gómez, finalista del Premio Copé 2022, recuerda cuál fue el primer acercamiento con su equipo. “Desde niña me gustó el fútbol. Recuerdo a los 10 años estar viendo un partido en la televisión y escuchar el grito de gol del comentarista, y a mi padre corriendo para ver si su equipo había marcado. Aunque mi papá es de Alianza, yo elegí ser hincha del mismo equipo porque cuando era chiquita y me preguntaron dije que de Alianza porque me gustó la sonoridad de las palabras: Alianza Lima. Fue una decisión sonora”.
Además, reflexiona sobre el papel de las mujeres en un espacio históricamente masculino. “Me da pena no haber podido jugar fútbol. Yo estuve en un colegio de mujeres y a inicios de los 2000 las que queríamos jugar fútbol íbamos contracorriente. Había todos los deportes, pero no había fútbol para mujeres en el colegio. Hoy siento que es algo hermoso ver que hay chicas que tienen esa posibilidad”.
Los poetas también juegan
El entrañable poeta Antonio Cisneros es recordado no solo por versos como “No me aumentaron el sueldo por tu ausencia / sin embargo el frasco de Nescafé me dura el doble / el triple las hojas de afeitar”, de “Cuatro boleros maroqueros”, sino también por su hinchaje celeste. Toño, fue acérrimo de Sporting Cristal desde antes de que este existiera ¿Cómo es eso posible? Él mismo lo explicaba: “Soy hincha del Sporting Tabaco primero. Automáticamente, cuando el Tabaco se convirtió en Cristal, yo pasé al Cristal. En realidad nací con la celeste”, comentó en una entrevista poco antes de su fallecimiento en 2012.
El autor de la Generación del 60 nunca se quedó en la simpleza de lo inexplicable, sino que ensayaba y exponía sus ideas cada vez que podía, recordando episodios muy puntuales. “El equipo de Didí el es gran equipo de Cristal. Fue una gran época, fuimos campeones en el 68. Didí fue el más grande que hemos tenido. Llevó a Perú a cuartos de final en México 70. Es lo máximo que ha logrado una selección en cien años de historia del fútbol”, finalizó.
Otro poeta un poco más contemporáneo, además de ensayista, es Bruno Pólack, autor de libros como “La ciudad que no existe” y “¡Ars Fascinatoria!” quien vive su hinchaje no solo cuando se pone la camiseta de Universitario para jugar las pichangas de turno con algunos de sus colegas, sino también a través de sus recuerdos más personales. “Tenía 12 años y fui con mis primos a Norte, al antiguo Estadio Nacional. La U jugaba contra el Boys. Cuando entramos, las gradas temblaban de tal manera que no podía mantenerme en pie. El grito de miles de gargantas no solo era ensordecedor, era la manifestación misma de la pasión, la manifestación del amor y la locura colectivas. Trastabillé y justo antes de caerme, una persona me sostuvo del brazo. Me incorporé y, mientras empezaba a saltar, sumé mi voz lo más fuerte que pude para recibir al equipo crema que salía a la cancha. Sentí como si fuera mi propio recibimiento. Mi propio bautizo. Esa tarde la U salió campeón. Con mis primos entramos a la cancha terminado el partido y dimos la vuelta olímpica. No fue la primera vez que fui al estadio, pero yo lo recuerdo como la primera vez”, comenta en declaración exclusiva para El Comercio.
Cayre Alfaro es skater, poeta, editor, antologador y abonado de Alianza Lima. El talentoso autor, veinteañero aún, recuerda su primera vez en Matute: “A pesar de haber pasado mis primeros años de vida en La Victoria y estudiar inicial en el colegio San Ricardo, al lado del estadio de Matute, recién ingresé al Alejandro Villanueva a los diecisiete años. Llevaba a mi hermano menor, quien jugaba en la academia blanquiazul. Mi hermano apenas sabía hablar, pero gritó el primer gol de Alianza hasta las lágrimas y, con ese momento, me dijo que Matute sería un espacio que nos acompañaría para toda la vida. Desde entonces, somos abonados y vamos a cada fecha que se juega en La Victoria. Cada vez que vuelvo al estadio de Alianza Lima regreso también al barrio de mi infancia, a las caminatas con mi abuela al colegio San Ricardo, a comer ceviche en el mercado con mi madre, a ir a la cancha del Mundialito con mi tío, a buscar quioscos que vendían figuras recortables con mi abuelo, a pasear por Gamarra con mis tías, a visitar a mi tío Gordipepo en la residencial de Matute, al grito de amor de mi hermano menor”.
Autores destacados como Martín Roldán, barrista e hincha ilustre de Alianza Lima, cuyo libro “Este amor no es para cobardes” es una forma de entender el fútbol como refugio e identidad en un contexto siempre desfavorable, u Orlando Mazeyra, autor arequipeño quien en sus redes sociales proclama con orgullo su fascinación y pasión por Melgar, son otros ejemplos de que, de cierta manera, todos formamos parte de esto. Si bien un glosario o una relación termina siendo de los ejercicios más arbitrarios, es seguro que el fútbol, como buen fenómeno de masas, impacta en muchos y muchas más personas dedicadas a las letras y al trabajo con el lenguaje.
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