Sin Paolo, cercano al retiro, ni Cueva, despertando de sus eternas vacaciones, queda solo un delantero influyente en selección en los últimos ocho gloriosos años: André Carrillo.
El último futbolista, combo de explosión e inteligencia, que puede cambiar un partido. El hombre que no llegó a ser un Fantástico, pero vivía como si lo fuera. Y es el único, también, al que todavía no vimos en la gestión Fossati. Más que dónde se ubica Advíncula este viernes o si finalmente el equipo se lo entrega a Quispe, es a Carrillo a quien necesita reenganchar, sea de interior derecho o segunda punta -el gran rumor de redacciones-, con Lapadula. O dicho de otra forma, más clara, es a André a quién Perú urge recuperar.
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Pienso, por supuesto, en sus estadísticas: fue el quinto más influyente rumbo a Rusia 2018, con 1 gol, 1 asistencias en 9 partidos y para Qatar, ya convertido en mundialista, fue el tercero, con 3 goles, y 1 asistencia en 14 partidos. El equipo peruano se recitaba de memoria y en ese ejercicio, el delantero de Al Qadisiyah de la Segunda División de Arabia se descontaba, como si la camiseta solo tuviera su talla y en el carril no tuviera competencia. Cuatro de los goles más importantes en el proceso 2018 partieron de sus pies –Venezuela, Paraguay, Uruguay y Bolivia- y en el Mundial, cada opción de peligro pasó por su sprint. ¿Es influyente? No, fue decisivo. Sin Paolo ni Jefferson, y peor sin Cueva, la bandera ofensiva de la selección se llama André Carrillo. Eso, hasta que encontró un bache.
De hecho, en este proceso 2026, sus números, su estancia y su desequilibrio fueron igual de contundentes que el paso: ninguno. No sé halló con Reynoso. Cero goles, cero asistencia en 5 partidos.
No es solo nostalgia, también es necesidad. Pertenezco al breve ejército de reporteros que no discute sobre lo que cada jugador debería hacer con su plata. Ni con sus contratos, ni con su carrera. André Carrillo dejó el Al Hilal, clasificado a la final de la Liga de Campeones de Arabia -donde jugó nada menos que contra el Al Nassr de Cristiano Ronaldo- y, más allá de quienes sospechan que pudo triunfar en la Premier League, o llegar a un club grande de España, se trata de entender por qué tomó la decisión de jugar por Al-Qadisiya. Hoy ha recuperado piso en su club -jugó 9 partidos en los últimos tres meses-, físicamente está intacto y en este equipo de Jorge Fossati, nuevo sistema, nuevo proyecto, nuevas ilusiones, ha recibido un encargo mayor, hasta donde pude conocer de sus charlas previas con el técnico: liderar un equipo que tiene gol, juego, experiencia, pero perdió la ilusión.
Este Perú de Quispe, Grimaldo, Reyna, reconstruyéndose de los escombros, necesita de todos.