Inés Temple
Inés Temple
Redacción EC

Con tanto ruido ético que vive el país, comparto algunas ideas acerca de la integridad. Algunas de ellas quizá le sonarán algo evidentes –si usted está del lado de los íntegros–, pero ojalá aporten en algo a quienes son aún reacios o nuevos al concepto…

1. La integridad es la base de la imagen y la buena reputación. La imagen no es algo que se pueda crear artificialmente: responde a la realidad de nuestro comportamiento diario, el que además es cada vez más visible por todos. Una buena reputación es clave para la vida, la marca personal y la carrera: abre toda clase de puertas y con ella tenemos la mitad del camino hacia la confianza ganada.

2. La integridad genera confianza. Ser íntegro pasa por ser correcto, decente, y serlo por igual en todos los ámbitos en los que nos movemos. Es decir, ser siempre uno mismo, sin dobleces ni contradicciones y, además, coherentes con los valores que predicamos. La integridad –con valores que no cambian según la conveniencia o el interés del momento– es clave para ganar la confianza de los demás y poder influir en ellos, si es el caso. Y la confianza es la base de cualquier interacción humana. Sin confianza ninguna relación se da ni se dará jamás.

3. La integridad es hermana de la transparencia. La vida es más fácil cuando se vive con un solo set de valores y no tenemos que recordar qué dijimos a cada quien. Es un desgaste inútil vivir varias vidas, ponerse máscaras, ocultar verdades, tener duplicidades, mentir o crear historias o excusas. Todo eso desgasta, roba energía y, al final, igual todo se sabe. Nada como vivir en paz y dormir con la conciencia tranquila –claro, eso vale para quien tiene conciencia–.

4. La integridad necesita humildad. Un potencial “riesgo” de la integridad es el ego que podría venir de sentirse de alguna manera “moralmente superior”. Debemos estar atentos y evitar la arrogancia, la intolerancia, la estrechez de mente y la inflexibilidad para aceptar otras perspectivas, estilos de vida o formas de pensar. Y eso es un reto.

5. La integridad genera buenos contactos. La gente se junta con sus iguales y sabe reconocerse entre los demás. Así como el ladrón cree que todos son ladrones como él, la gente íntegra empatiza y gusta de navegar junta, hacer negocios y crear redes de personas con las cuales puede pensar en conjunto o a los que puede recomendar, contratar o promover. Entonces, si trata de tener un grupo de referencia apropiado –y poderoso–, la integridad es una ventaja competitiva insustituible.

6. La integridad genera respeto y admiración. Todos deseamos ser respetados y admirados por nuestros hijos, y ojalá subordinados, parejas, jefes, clientes y pares. Y nada como la integridad para inspirar ese respeto y admiración. Y es que ser íntegro no es fácil. Vivir de acuerdo a nuestros valores en cada acto y en cada decisión requiere carácter y disciplina, y no siempre genera una “ganancia” inmediata o a corto plazo. Es más fácil cortar esquinas, buscar atajos o saltarse las reglas, pero las personas serias –las que cuentan– reconocen el valor intrínseco de quienes son íntegros y leales a sus valores –lo que al final del día impacta de manera muy positiva en la calidad de vida y nivel de felicidad–. Y sí, la integridad sigue “de moda” y lo estará siempre.

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