(Foto: AFP)
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Jorge Medina Méndez

No hace mucho un estudio del Center for Creative Leadership (CfCL) señaló una serie de tendencias del futuro: la economía circular, el uso de ‘wearables’, la mujer en el liderazgo, el surgimiento de los robots, las empresas conscientes y la inteligencia aumentada, entre otras, las mismas que ya forman parte de nuestra realidad global. Pero hay una que, además de tendencia, se ha convertido en un imperativo: el desafío de la transparencia.

Las redes sociales han acabado con el secretismo y dejan claro que muchas crisis reputacionales surgen en esas esferas. Desde de consumo masivo, vinculadas a malas prácticas laborales y a la deforestación de bosques tropicales en Indonesia, hasta el caso peruano de Domino’s Pizza constituyen ejemplos que nos llevan a reflexionar sobre cómo problemas locales emergidos de las redes se convierten en crisis globales. Como lo señala Brandwatch, las redes tienen el potencial de hacer virales experiencias negativas que impactan en las marcas comerciales.

Un caso reciente es el de Pepsi. En abril de este año, la empresa de gaseosas lanzó una criticada publicidad que, aseguraron, trivializaba los movimientos sociales. Las menciones negativas en torno a la marca crecieron más de 7.300% en un solo día, razón suficiente para sacar el comercial del aire a las pocas horas.

Pero este paradigma de libertad de la información no solo impacta a temas reputacionales, sino también a ‘secretos’ organizacionales. Por ejemplo, plataformas digitales como CareerBliss o Glassdoor –páginas de información sobre cómo las empresas gerencian personas– ya suman, en conjunto, más de 1 millón de datos sobre bandas salariales y más de ocho millones de comentarios de trabajadores –muchos de ellos ejerciendo como detractores de sus empleadores–. Y poco importa si la empresa está enterada, si está a favor o en contra de que se divulgue esa información o ni siquiera si es que esta es cierta. El hecho es que esa información ya está en línea y las empresas no pueden hacer nada para evitarlo.

Es sobre esta verdad absoluta que cabría preguntarse: ¿y qué pasaría si mi empresa toma la iniciativa de transparentarse? Aunque pueda sonar iluso, ya existen empresas que vienen abrazando la tendencia de “la organización desnuda”. Por ejemplo, un tema que se está tomando muy en serio es el de los programas de ‘compliance’, cuyo objetivo es cumplir con normas y regulaciones. Pues bien, divulgar y hacer públicos los resultados de tales programas –algo que muchos creerían impensable– representa un impacto positivo muy significativo en la credibilidad y reputación de las empresas. Firmas globales como Siemens y Oracle destacan en esto con mucha información libre y de rápido acceso en su página web para cualquier persona interesada.
En el caso de productos, Unilever se ha comprometido a ir más allá de los requisitos básicos de etiquetado, ofreciendo la divulgación de los ingredientes que ocupen hasta el 0,01% de la formulación del producto a través de su app SmartLabel.

En lo concerniente a la gestión del talento, también hay avances importantes en transparencia: los trabajadores de Whole Foods pueden pedir una cita para ver el informe anual de salarios. Según el Top Employers Institute, el 68% de las compañías listadas por esta certificadora global cuenta con una política abierta de compensación y beneficios, lo que no solo ha logrado revertir la desinformación que existía, sino que, además, ha generado equidad, satisfacción laboral y, por lo tanto, mejor performance.

“Incluso en entornos corporativos controlados, la información privada es fácil de compartir por parte de los empleados. ¿Se convertirá la transparencia en la nueva normalidad?”, se pregunta el CfCL en su estudio. Pues tal parece que quienes logren sacarse el secretismo primero serán ejemplos de disrupción y modernidad.

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