Alguna vez las calles de Lima eran recorridas por una infinidad de buses amarillos (técnicamente eran color mostaza). Estos tenían paraderos establecidos; sus choferes tenían todos los beneficios laborales dictados por la ley; eran en promedio de buena educación; no requerían cobradores y al menos los buses siempre se veían limpios.
Los vehículos eran conocidos como los Enatru, siglas de la Empresa Nacional de Transporte Urbano del Perú ( EnatruPerú).
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Esta empresa estatal fue creada en 1975 luego de que la Asociación Paramunicipal de Transporte (APTL), que iniciara operaciones en 1966, diera síntomas de entrar en problemas financieros. Los buses amarillos, como eran popularmente conocidos, empezaron a recorrer una Lima que entraba en plena expansión.
Años antes, la obra previsora de Luis Bedoya Reyes, la Vía Expresa del Paseo de la República, había sido construida y en el medio se consideró un espacio por donde recorrería el metro de Lima, que nunca llegó. Sin embargo, tras la creación de la empresa estatal de transporte urbano, se decidió aprovechar ese espacio para que fuera recorrido por vehículos articulados traídos desde Hungría de la marca Ikarus (y que fueron popularmente renombrados como ‘ ícaros’).
El recorrido de la Vía Expresa fue el primer sistema de transporte segregado de Sudamérica, sobre este modelo se construyó el sistema de transporte de Curitiba, en Brasil, y posteriormente el Transmilenio colombiano. Sobre la base de estos dos se construyó el Metropolitano de Lima (que inició operaciones en junio del 2010). Finalmente, todo da vueltas.
Los recorridos de “los enatrus” por el zanjón empezaron en 1975 con 50 buses articulados. A la vez, la empresa tenía otras rutas con 300 buses, varios de ellos de la marca alemana Büssing, que transportaba a los limeños (bautizados por la jerga popular como los ‘ busin’). Para 1988, Enatru tenía unas 52 rutas en la capital y mil buses, transportando a más de 80 mil personas diariamente.
Los Ikarus de la Vía Expresa fueron reemplazados por vehículos articulados de la marca Volvo, pero no recorrían exclusivamente el zanjón, sino que se expandían hacia zonas como el cono norte y el cono este. Así, había unos 500 buses articulados recorriendo avenidas como Javier Prado, Alfonso Ugarte y la Panamericana Norte, entre otras.
Pese a este despliegue, la empresa no se llegaba a dar abasto para la atención de todo el público de la capital. La fuerte migración que sufrió Lima en los 80 generó insuficiencia del transporte que se reflejaba en situaciones incómodas, buses llenos y gente colgada de los estribos y arriesgando su vida para llegar a su destino.
BUSES DE MARCA
En 1991 la empresa estatal tenía 1.200 buses de las marcas Volvo, Mercedes Benz e Hino, que arribaron en 1989, como parte de una donación japonesa. ¿Por qué el color mostaza? La historia refiere que esta decisión nació en 1966 con la APTL. Esta empresa, en ese entonces municipal, recibió la donación de 150 vehículos alemanes de color mostaza. Inmediatamente, alguien pensó en que sería buena idea pintarlos con los colores de la bandera del Perú, pero ante este intento la oficina de la Cooperación Alemana protestó porque indicaba que ese color tenía un sentido técnico, pues a la vez de permitir la visibilidad del vehículo desde lejos, no se trataba de un color chillón que pudiera perjudicar la visión de otros choferes y producir accidentes ( como sí podría suceder con el rojo).
En 1991, Enatru empezó a tener varios traspiés. Muchas de sus rutas no eran rentables, por lo que tuvo que reducir de 52 a 35 sus recorridos. Igualmente, la tarifa era subsidiada y muy baja. En los 80, el costo del pasaje era de US$ 0,03. En el gobierno de Fujimori se autorizó un incremento de hasta US$ 0,30 por el pasaje, pero la medida fue dada demasiado tarde. A este problema se sumó uno más grave: el terrorismo. La empresa estatal era la única que no detenía sus servicios cuando se daban los paros armados convocados por Sendero Luminoso a fines de los 80 e inicios de los 90. En represalia, la agrupación terrorista quemaba los buses en los paraderos, fueron alrededor de 100 vehículos incendiados.
Asimismo, la estatal tenía cerca de 4.100 trabajadores, lo que representaba una alta carga laboral distribuida entre choferes y equipo técnico que sostenía la operación en cinco plantas de mantenimiento y una reencauchadora. Finalmente, en 1992 se decidió dar paso a su privatización y entregar los buses como parte de pago de sus beneficios a los choferes. Lima, a cambio, recibió a las combis, luego al Metropolitano y por último, a la Línea Azul.