Los textos de José de la Riva Agüero y Osma se leen como ensayos y a la vez diarios de viaje. Recogidos en “Paisajes peruanos”, se inician con la partida del Cusco el 1 de junio de 1912 | Foto: Getty Images
Los textos de José de la Riva Agüero y Osma se leen como ensayos y a la vez diarios de viaje. Recogidos en “Paisajes peruanos”, se inician con la partida del Cusco el 1 de junio de 1912 | Foto: Getty Images
Alonso Cueto

Como Ricardo Palma, como Clorinda Matto de Turner, como José Carlos Mariátegui, José de la Riva Agüero y Osma es uno de los fundadores de nuestro país. Uno de los primeros escritores en dedicar una obra a aspectos no vistos de nuestra historia y nuestra cultura, también participó en actividades políticas que inició con un artículo en El Comercio en 1911 (“La amnistía y el gobierno”) contra el gobierno de Leguía. En los años siguientes, su actividad lo llevaría a la prisión y al exilio. En 1912, cuando tenía 27 años, en una Lima sumida en la ‘belle époque’ criolla, decidió hacer un viaje a la sierra sur del Perú.

Sus textos se leen como ensayos y a la vez diarios de viaje. Recogidos en “Paisajes peruanos”, se inician con la partida del Cusco el 1 de junio de 1912. A partir de entonces, lo vamos acompañando, a lo largo de 17 episodios, en un trayecto que lo llevará a Junín.

Ahora, los lectores de Riva Agüero podemos seguir este camino con un aprecio y un deleite mayores gracias a la edición conmemorativa de “Paisajes peruanos” (Instituto Riva Agüero) que ha preparado Jorge Wiesse Rebagliati. El estudio introductorio, las notas, los textos previos a cada capítulo, el glosario y el diccionario de nombres de esta edición son de un rigor y una riqueza notables.

El libro incluye varios mapas de las rutas que tomó el escritor limeño. “Paisajes peruanos” se inicia con la mañana “alegre y radiante, de aporcelanada limpidez” en la que parte del Cusco bajo el sonido de las campanas de las monjas de Santa Teresa. Más adelante, después de la cuesta de Carmenca, aparece una alta quebrada. Riva Agüero recuerda que allí el ejército de Pachacútec derrotó a los invasores chancas, cuando las piedras (pururaucas) “diseminadas en el llano y las alturas” se convirtieron en guerreros “para socorrer al príncipe”. El “color acero” del riachuelo “cascajoso y rápido” es seguido por el paso a Chincheros, la gran pampa de Anta. Esta llanura llamada Anta (cobre), por los reflejos cobrizos que deja el sol, es el escenario de la batalla de Jaquijahuana en 1548, que marca la derrota y el fin de la vida de Gonzalo Pizarro y del octogenario Francisco de Carvajal, el ‘Demonio de Los Andes’. El libro sigue su camino hacia Apurímac (el nombre del río con ese nombre es “príncipe sonoro”).

“Paisajes peruanos” transcurre entre descripciones iluminadas de la geografía y de las ciudades y las menciones a la historia. En su recorrido, Riva Agüero señala los lujos de la naturaleza serrana, pero también la miseria en la que viven sus habitantes. Wiesse subraya que en el capítulo final, cuando ya se acerca a Jauja, Riva Agüero va a llegar a la conclusión de que la sierra es superior a la costa subrayando sus “dos notas fundamentales: ternura y gravedad”. Solo la sierra es cuerpo suficiente de nuestra nacionalidad al ser, a diferencia de la costa, “inmensa y aún indivisa”.

Banner Event Special

La mirada de Riva Agüero siempre buscó una esencia histórica. En un pasaje que Wiesse resalta, al final del capítulo tres, Riva Agüero se hace una pregunta vigente: “La gracia suave al lado de la extrema violencia arrebatadora, la ternura alternando con la desolada majestad, y el idilio elegante con la más patética tragedia: ¿no son acaso las notas características de la naturaleza, de la música y de la historia de nuestro país?”.

SOBRE EL AUTOR

Contenido sugerido

Contenido GEC